Se van terminando los octavos de final y desde el viernes sólo quedarán ocho partidos hasta el final de la Copa. Tiempo suficiente para analizar lo que dejaron las hinchadas hasta aquí en Doha, ciudad que se preparó para recibir millones de visitantes y se encontró con una cantidad sensiblemente menor. La respuesta de los europeos fue la más llamativa; en varios países la designación de Qatar como sede cayó de lo más antipática y eso se plasmó en el flujo de turistas. No fueron muchos los que decidieron concurrir a un país gobernado por una autocracia y muy comprometido por las denuncias de violaciones a los derechos humanos. El calor y el color corrieron por cuenta de latinoamericanos, asiáticos y africanos, los verdaderos protagonistas en este ranking.
1) - Marruecos vs Túnez. Son las 4 de la mañana en el mercado de Souq Waqif, pero parecen las 6 de la tarde. No se puede caminar, la muchedumbre es tan compacta que asfixia. Colgado de un fierro, con un solo brazo y a 10 metros de altura, un hincha marroquí la agita y la multitud delira. En el medio de ese caldero hay dos flacos que le dan al bombo sin parar. Llevan bailando y cantando más de tres horas y no piensan detenerse. A unos 200 metros el fiestón tunecino es idéntico. Al ritmo lo marca un cuarteto de pandereteros subidos a una mesa. El mozo del bar, resignado, ya ni siquiera les pide que se bajen. Los norafricanos se sacaron un muy bien 10 felicitado en Qatar 2022. Pusieron la alegría durante las 24 horas.
2) - México. La más numerosa de las hinchadas y también la más sufrida. Una marea de 50.000 camisetas verdes se movió por Doha a lo largo de dos semanas. Imposible ir a algún lugar y no encontrarlos. “Somos locales otra vez…”, cantaban en todos los estadios, y razón no les faltaba. También repitieron el hit de 2018: “el Chucky Lozanoooo…”, con el ritmo de “Seven Nation Army”, de los White Stripes. El problema para los mexicanos fue futbolístico. Se quedaron afuera en primera ronda, lo que no les sucedía desde hace décadas. Los pasajes de pugilato con los argentinos, propios del partido jugado en Lusail, fueron minúsculos y marginales. La buena onda y el respeto los caracteriza.
3) - Brasil. Llegaron a Doha convencidos de la conquista del “Hexa”, pasando revista -ante cada consulta- a la constelación de estrellas que conforman su plantel. Desde 2014 vienen cantando lo mismo: “Messi chau, Messi chau…”, respuesta al perenne “Brasil, decime qué se siente…” Al contrario de norfafricanos, mexicanos y argentinos, no coparon zonas de la ciudad ni convocaron a banderazos. Andan dispersos por Doha, pero al momento de los partidos el aluvión de camisetas amarillas se cuenta por decenas de miles. Una forma distinta de vivir las previas; lo de los brasileños es más de tribuna que de calle.
4) - Arabia Saudita. El hecho de ser vecinos facilitó la masiva llegada de los hinchas. Al igual que marroquíes y tunecinos, con un 95% de hombres. Aquella tarde de gloria, cuando derrotaron a la Selección, derivó en feriado nacional en su país. En Doha montaron una fiesta interminable, cuando las banderas verdes flamearon hasta el día siguiente y los saudíes entonaron su propia versión del “Messi chau, Messi chau…”. Pensaron que tenían servida la clasificación y perdieron los siguientes partidos, pero lo que vivieron en el debut ya es historia. Y los hinchas, que por momentos taparon a los argentinos con sus gritos, fueron protagonistas. Tienen una buena anécdota para relatarles a sus nietos.
5) - Irán y Ecuador. Bulliciosos, entusiastas, soñaron con una clasificación que estuvo cerca. “Sí, se puede”, gritaban los ecuatorianos. Un punto en común entre hinchas que parecerían pertenecer a mundos opuestos es que, en su mayoría, no viven en sus países. Y fueron numerosos los que llegaron desde la costa este de Estados Unidos, donde hay enormes comunidades ecuatorianas e iraníes. En este último caso, se la pasaron con un ojo en el Mundial y otro en las protestas políticas que sacudieron Teherán. Lo hicieron notar en los estadios: antes del partido con Inglaterra los iraníes se negaron a cantar el Himno.
6) - Mucho colorido. Senegal, Ghana y Camerún le pusieron ritmo a cada presentación. Su gente arma el baile y es imposible no prenderse. Los cameruneses celebraron la victoria sobre Brasil como si hubieran ganado el Mundial, por más que estaban eliminados, mientras que los senegaleses se dieron el gusto de superar la primera fase. Los surcoreanos -menos de los esperados- y costarricenses también hicieron lo suyo en ese sentido. Pero la noticia y los aplausos se los llevaron, como es habitual, los japoneses y su costumbre de dejar todo limpio a su paso, empezando por las tribunas. Y hablando de color, el puñado de australianos no dejó de hacerse notar. Para ellos, acceder a los octavos de final era un sueño lejano. Los gorros con forma de canguros resultaron la decoración top.
7)- La “Celeste”. La decepción que vivieron todavía se percibe. Había que estar en el estadio para percibir ese instante de silencio que siguió al gol coreano a Portugal, el que los privaba de una clasificación que parecía en el bolsillo. Fue una experiencia más bien amarga la de los uruguayos en Doha. Ni siquiera pudieron festejar el único partido que ganaron, con los ghaneses. Estaban para mucho más.
8)- ¿Y los europeos? Se movilizaron en pequeños grupos, más bien familiares. Hicieron mucho turismo, preferentemente de alta gama. Iban y venían de Qatar a Dubai, Bahrein y otros destinos cercanos. No se privaron de asistir a los estadios con camisetas, banderas, maquillajes y adornos, pero siempre ocupando espacios reducidos en la inmensidad de las gradas. Ni siquiera los franceses, defensores del título, trajeron una hinchada significativa. Belgas y daneses se destacaron por la originalidad de algunos disfraces, y los croatas figuran entre los más bullangueros. Por el lado de alemanes y británicos, más el agregado de estadounidenses y canadienses, se la pasaron lamentándose por la veda de alcohol. Desde el punto de vista de las hinchadas, decididamente no es un Mundial europeo.
9) - Qatar. Organizar la Copa en un país al que no le importa el fútbol tiene estos riesgos. El seleccionado local fue una vergüenza (perdió los tres partidos y no marcó goles) y para respaldarlo el Gobierno armó una barra de cotillón. Un grupo de gente pagada, con un lugar reservado en la cabecera de los estadios, y dirigidos por un líder que les iba indicando qué cantar, qué gritar y cuándo hacerlo. Para el resto de los qataríes el Mundial fue una curiosidad. Los más ricos, a quienes les vendieron los “hospitality” (palcos VIP), se aburren en medio del juego, le dan la espalda a la cancha y se ponen a charlar y a comer. Por eso, por TV esas ubicaciones suelen verse vacías.
10)- Argentina. La gente está. Con crisis o sin crisis. Con dólar a tiro o con dólar por las nubes. De todos los rincones del país y del exterior. Viviendo en hoteles de lujo, en barrios de clase media o en los populosos alojamientos del Barwa. Tomando un jugo mientras se pone el sol en la exclusiva Lusail o armando una hamburgueseada sobre alguna parrillita atada con alambres. De celeste y blanco, presente como Granaderos en cada banderazo. Con los hits de siempre y con los nuevos. Haciendo sentir local al equipo. En el Mundial de las hinchadas, Argentina siempre rankea alto.