Como si un partido de fútbol se resolviera con las leyes de la selva, Rodrigo De Paul y Julián Álvarez vendrían a ser, después del rey Lionel, el mejor equipo de cazadores de esta jungla llamada Qatar 2022. Fueron causa, porque supieron apretar tanto al arquero Mathew Ryan que lo dejaron más solo que al soldado en la película de Tom Hanks. Y fueron efecto, porque gracias a la presión asfixiante, Ryan durmió, Julián robó la pelota y marcó el 2-0 argentino sobre Australia. Uno en el medio y otro en ofensiva, ambos supieron coordinar el ataque perfecto.
“Después de la derrota (con Arabia Saudita) el equipo comenzó a crecer cada vez más. Siempre protagonista, siempre buscando los partidos, sin excusas”, dijo un De Paul consagrado en la noche de sábado como el ladrón más efectivo durante la faena contra los australianos. Nadie recuperó más pelotas que él. “No podía más, no tenía más”.
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Ubicado en su rol, siendo uno de los más jóvenes (22 años) dentro del plantel mundialista, Julián es algo así como un cohete lanzado a la luna. Su despliegue y sacrificio le valió la titularidad, desplazando a Lautaro Martínez. Viene en racha positiva.
¿Sos una pieza fundamental? le consulta LA GACETA al cordobés, quien habiendo logrado lo que logró no se sale de su línea, la de un chico que ocupa un lugar de privilegio y solo intenta disfrutarlo sin tanta altanería. “Siento una alegría enorme y trato de dar lo mejor de mí donde me toque, si es adentro de la cancha o en el banco de suplentes alentando a mis compañeros. Vamos a seguir por este camino para seguir alegrando a los argentinos”, me respondió. El país reza por ello, y los de Bangladesh, ni te cuento, Araña.
Entonces De Paul, aportará lo suyo rato después. “El equipo siempre responde y eso, creo, nos está llevando a conseguir lo que conseguimos”. Si este es el techo de la Argentina, la sensación es que la nave recién está comenzando a carretear. De Leo a Dibu Martínez, el dueño de la última foto en el Ahmad Al Bin Stadium. “Para conseguir grandes cosas necesitás un gran arquero y nosotros tenemos al mejor”, elogió De Paul.
“La atajada del final fue un desahogo, por momentos sabíamos que podíamos sufrir a pesar de que fuimos superiores y que teníamos el control del partido.No fue un partido fácil y supimos aguantarlo”, agregó el delantero.
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Uno de los grandes motores del equipo es la gente, así lo hacen saber los jugadores cada vez que se le presenta la oportunidad. “No hay nada que decir, nos sentimos como en casa. En todos los lugares que hemos jugado hemos sido mayoría. Se siente el aliento, cómo cantan los 90 minutos”, agradeció Julián, a lo que De Paul agregó ese plus llamado caricia al alma para los hinchas, luego de la consulta de LA GACETA de si había podido al fin disfrutar de la clasificación a los cuartos de final del Mundial.
“Eso que dije (que no estaba disfrutando el Mundial), bueno, nada, hizo mucho revuelo. Lo disfruto a mi manera. Dentro de la cancha (por el sábado) no lo disfruté pero sí cuando terminó el partido. Vi tantas caras de alegría, a gente llorando en las tribunas y esa conexión que tuvimos (y tenemos)... Nosotros somos hinchas y esta profesión nos permite ponernos la camiseta y defenderla. Si te deja tranquilo, sí disfruté”, bien ahí, amigo.
Que se venga Países Bajos nomás.