Puede que por momentos el partido le quede incómodo a Francia, pero son tantos sus recursos de media cancha en adelante que los problemas se le solucionan como por decantación. Veamos lo sucedido en este cruce europeo de octavos de final. Polonia, mucho más enfocada y suelta que contra Argentina, se mantuvo en partido hasta la media hora del segundo tiempo. Entonces Giroud bajó la pelota con una clase tremenda en el círculo central e instantes después Mbappe la colgó de un ángulo. Y antes del epílogo, insaciable, Mbappé cerró su show con otro golazo. Así de sencillo, así de contundente. Es el campeón y avisa de todo lo que es capaz.
Francia no necesitó dar una exhibición de fútbol, por más que Griezman invita al aplauso cada vez que conduce, levanta la cabeza y abre el juego. Cuando fabrica espacios y los aprovecha sabe lastimar. Y está Mbappé, por supuesto. Por momento luce sobrador, empecinado en el lujo, hasta perdiendo la pelota por culpa de algún capricho. Acto seguido rompe las defensas a puro quiebre de cintura y gambeta. Ni que hablar de verlo lanzado en velocidad, convertido en sprinter. Además está el Mbappé asistidor. El primer gol fue un pase precioso que dejó a Giroud solo para que definiera de zurda, cruzado, lejos del arquero. Del Mbappé goleador, implacable, da cuenta el rush decisivo del partido. Hizo dos, pudieron ser más.
Ese primer gol llegó a los 43´ del primer tiempo, justo cuando Polonia celebraba la posibilidad de irse al descanso 0 a 0. Habían hecho muy bien las cosas los polacos, aguantando las primeras embestidas del campeón y hasta tomando las riendas del partido durante un cuarto de hora muy favorable. Tuvieron la gran oportunidad y la desperdiciaron. Fue una triple salvada increíble, primero por la tapada de Lloris y al final gracias a la pierna providencial de Varane. A Francia, está claro, no se la debe perdonar de esa forma. Dicho y hecho: antes del descanso el campéon empezó a encarrilar las cosas.
El duelo se terminó con el 2-0 de Mbappé. En el estadio Al Thumama el clima no era frío por el aire acondicionado, sino por el escaso fuego de los hinchas franceses y polacos. Hasta que los neutrales encendieron las tribunas. No eran tan neutrales, claro, sino hinchas mexicanos y argentinos -que por las dudas su equipo quedara segundo en la zona- habían comprado entradas para este juego. Todos se fueron pensando en lo difícil que será tumbar a esta selección francesa, tan completa en todas sus líneas.
Es un equipo sin misterios ni sorpresas de último momento, una formación “de memoria” dinámica, precisa y contundente, manejada por el clarividente Griezman y gozosa de lo que Mbappé, Dembelé y Giroud generan. Ayer no lució tanto el doble pivot Rabiot-Tchouameni, al punto de que el ingreso de Fofana fue el que le dio más solidez y soltura a la media cancha. Puede que en el fondo aparezcan algunas grietas, sobre todo en el flanco de Upamecano-Hernández. Habrá que verlos ante adversarios más potentes y calificados.
Polonia se fue de la Copa del Mundo tan gris como había transitado el grupo encabezado por Argentina. Contra Francia se animó un poco más y, quedó dicho, en el primer tiempo hasta se animó a imaginar otro desenlace. Sueños, nada más. Demasiado lejos llegó. Francia hizo lo suyo con paciencia, sabedora de que a su ritmo puede hacer bailar a cualquiera. Y hay que repasar sus producciones en Qatar para comprobar que es un equipo letal en los últimos 15 minutos, cuando tras desgastar a los rivales a pura intensidad suelta a los de adelante y Mbappé hace desastres.
El tercer duelo de octavos de final no levantó demasiado vuelo. Tuvo sus momentos de emoción, otros más bien imprecisos. Fue un 3 a 1 cantado. Al cierre, Lewandowski decoró el resultado de penal. Se lo hicieron patear dos veces; la primera Lloris lo había atajado adelantándose. Mínima satisfacción para el 9 polaco, que había aterrizado en el Mundial con chapa de estrella. Antes de irse al vestuario, Lewandowski hizo lo que debía: ir a saludar a Mbappé, la verdadera luminaria de la noche.