"La relación entre padre e hijo es tan vieja como el teatro"

"La relación entre padre e hijo es tan vieja como el teatro"

“Pudor en animales de invierno” indaga en los vínculos desde la potencia de los cuerpos.

CUERPOS EN TENSIÓN. Un padre, su hijo y una mujer coinciden en la construcción dramatúrgica de la obra teatral “Pudor en animales de invierno”. CUERPOS EN TENSIÓN. Un padre, su hijo y una mujer coinciden en la construcción dramatúrgica de la obra teatral “Pudor en animales de invierno”.

“Pudor en animales de invierno” cierra esta noche, a las 21 y en CiTá Abasto de Cultura (La Madrid 1.457), su primer tanda de funciones a partir de la historia de una relación entre padre e hijo, con una mujer desnuda que habita una heladera como testigo de todo lo que pasa.

La obra del cordobés Santiago Loza es dirigida por Patricia García, con las actuaciones de Nelson Alfonso, Facundo Vega Ancheta y Andrea Barbá. “La hemos planteado como una escena en construcción que consta de tres ciclos de presentaciones, iguales pero diferentes, como un hecho escénico en continuo proceso creativo. Nuestra propuesta parte de la elección misma del autor, que no ha sido puesto en escena en la provincia pese a que ya cuenta con un indiscutible reconocimiento nacional e internacional, con un texto valioso y provocador, que además de su valía estética y poética implica en su discurso un posicionamiento inclusivo desde una perspectiva de género y diversidad”, le dice a LA GACETA.

- ¿Por qué elegiste esta obra en particular en el universo Loza?

- Mauricio Kartun lo describe como un artista más que como un autor dramático, como alguien que con lo bastardo del lenguaje, lo coloquial, consigue la belleza de la poesía. Respecto a “Pudor...” afirma: “se vale de la sombra, lo escondido, lo que se vislumbra apenas, permitiéndole al espectador ser él el que complete con sus propias imágenes, con sus terrores y fantasías, donde buena parte del misterio que nos trae el texto teatral, está en eso que el autor sabe, y prefiere callar dejarlo vivir apenas en los climas antes que en la rusticidad de los conceptos…”.

 - ¿Cómo fue el proceso creador?

- Esta propuesta artística habita una noción de escritura escénica que acentúa la praxis corporal del actor/actriz como productor de textualidades. La creación es concebida como resultado de sucesivos procedimientos de investigación, improvisación y entrenamiento que incluyen la matriz perfomativa, en el sentido de ejecuciones corporales y despliegues de dinámicas escénicas y poéticas que el equipo indaga desde esa escena porosa. En tanto posicionamiento político, se coloca al actor/actriz en el centro de la escena. Escribir el cuerpo es preguntarse qué puede un cuerpo y quién conoce su potencia. Spinoza dice: “no sabemos lo que puede un cuerp@”. Y Serres enuncia “nuestros cuerpos pueden casi todo”; la potencia del cuerpo gira en torno al “vivo poder”, inmanente, singular y encarnado.

La relación entre padre e hijo es tan vieja como el teatro

- ¿Su desnudez nos expone?

- El cuerpo desnudo está dispuesto a jugar, a crear material escénico; es el soporte de la memoria y la transmisión viva, es escritura y tejido vivo. Se aborda el discurso de cada uno de los personajes -casi monólogos combinados con diálogos, donde la inhibición y la exhibición van juntas-, se desnuda una intimidad que se muestra en estado ingenuo a la vez que salvaje. Esta dialéctica se expresa en los pares de contrarios/complementarios: frío/calor, silencio/palabra, inacción/acción y es desperdigada a la lo largo del texto. La actuación opera en la identificación de lenguaje y cuerpo, la negación de la distinción cuerpo-alma, lo que nos conduce a un planteamiento radicalmente nuevo de la realidad escénica y consecuentemente de esta particular escritura dramática.

- ¿Qué cosas están separando al padre del hijo?

- Esta es la historia de dos personajes, o más bien, la historia de una relación, entre un padre y un hijo, nada menos. Es tan vieja como el teatro mismo. Los personajes no poseen nombres propios, pueden ser cualquiera, y la dramaturgia de Loza posee la especial característica de no presentar personajes de comportamientos fijos y predeterminados sino un relato construido entre los vestigios de la contradicción y siempre revelándose ante la fórmula prescripta. Personajes curtidos por el tiempo que el espectador agradece siempre. En los diálogos se recurrirá al pasado en común y a la historia personal, con especial atención a las obsesiones sexuales que recorren la obra. Si las vivencias del hijo parecen estar limitadas a fantasías y a un episodio traumático, en el padre están regadas a lo largo de su existencia con naturalidad y las recuerda con un dejo de nostalgia, con deseo. El hijo no padece, en apariencia, la tentación, pero detrás de la asepsia no hay tranquilidad. Le urge negar, le urge huir. Hay insomnio, no hay reposo. No hay resolución, hay un conflicto vivo que lo atormenta. Las marcas que no se ven, se exhiben en las palabras y en la conducta, y el silencio, cuando se instala, delata el inconformismo. Lo vivo impacienta; hasta la existencia de una planta como símbolo, aún en su silencio, perturba.

- ¿La mujer denuncia esa ruptura entre dos universos?

- En el encuentro final entre estos personajes, el pudor se mantiene, es algo que sobrevuela toda la obra: el padre debe dormir junto al hijo; los cuerpos perdieron familiaridad, deben retomar una intimidad pasada, hay una mujer desnuda... Dormir, esa noche implica acostarse con su padre al que poco conoce, y ninguno de los dos sabe cómo acercarse al otro. Tal vez un abrazo los ayudaría a atravesar ese momento, pero ninguno se anima a dar ese paso. Y la noche transcurre en desveladas confesiones que escucha a su momento la omnipresente mujer y que reaparece cada tanto, como tendiendo un puente flotante, atemporal e invisible. Ella enuncia desde la simpleza absoluta del cuerpo, cómo, en definitiva, somos animales disfrazados o vestidos y que podemos, con total naturalidad, desvestirnos y ser animales sin pudor.

Función en San Isidro de Lules

La dramaturga tucumana Melina Moise reescribió su texto “Rojo Carmesí: inmortalia”, una obra que se inscribe dentro de su saga vampírica con una fórmula sensual, erótica y sangrienta reservada para un público de una edad mayor a los 16 años. Esta noche a las 21 llegará a la Casa de la Cultura de San Isidro de Lules, en una puesta dirigida por Nancy Vera Groy, quien integra el elenco junto a Sebastihan de León, Guillermo Felipe, José Barrera, Marcelo Marcos, Sol Wytryksz, Agustina Robledo, Álvaro Contar, Valeria Ferriol, Tamara Kotinovich y Cecilia Ávila. Producida por la Fundación SUMA de Monteros, narra la historia de un grupo de vampiros ancestrales y milenarios, que participaron en las batallas independentistas de los países latinoamericanos. Pero las rivalidades políticas todavía los tiene sumido en las barbaries y dicotomías, que sólo superan en una ceremonia de iniciación en la que se funda la Logia Rojo Carmesí.

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