Prohibido irse a dormir. Esa fue la consigna para las decenas de miles de argentinos que coparon el estadio 974 el miércoles. La fiesta que se había iniciado a centímetros de la cancha, en un abrazo simbólico con los jugadores, siguió a ritmo de cumbia en el playón hasta cerca de la 1 de la mañana. Desde allí partieron todos en procura de la cena, repartiéndose por los rincones de Doha para continuar compartiendo las emociones del pospartido. El sol asomó poco después de las 5 y bañó las camisetas albicelestes que seguían activas. El 2-0 sobre Polonia remitió a aquellas celebraciones de Brasil 2014. La cara más feliz de la Selección y de su gente.
Para los jugadores la historia no fue tan distinta. Abandonaron el estadio pasada la 1 y partieron hacia el búnker de la Universidad de Qatar, donde los aguardaba la cena. La satisfacción por el partidazo que habían jugado se multiplicó en cada ronda de charlas y por eso la noche se fue extendiendo. Mientras, el cuerpo técnico ya ensayaba los primeros análisis y empezaba a profundizar el estudio de los australianos. Scaloni insistía con lo que había afirmado en la conferencia de prensa: lo insólito de un fixture que les niega la posibilidad de un necesario respiro a los equipos clasificados a los octavos de final.
Este tema realmente preocupa al cuerpo técnico, más allá de que las reglas son las mismas para los dos equipos. Pero la realidad de Australia, en ese sentido, es distinta a la Argentina. Ya se habló largo y tendido sobre la condición física de varios jugadores. A este apartado de los “tocados” -eufemismo por lesionados- se lo acomoda con descanso, y eso es justamente lo que le falta al grupo. De superar los octavos sí habrá un paréntesis de seis días para trabajar en detalle con quienes no están al cien por ciento, pero esta coyuntura del urgente duelo con los australianos implica un nuevo desafío para la Selección. Por eso, más allá de la situación de Di María, Scaloni quiere ver a sus hombres en la práctica del viernes antes de tomar decisiones definitivas.
El cuerpo técnico imagina un partido similar al del miércoles. Polonia y Australia no parecen tan diferentes: ambos son equipos aguerridos, ordenados, aplicados para abroquelarse y doblar las marcas, y veloces para aprovechar los espacios de contragolpe. A eso apuestan los “socceroos”, nadie piensa que saldrán a atacar o a disputar la posesión de la pelota, brindándoles espacios a Messi y compañía. Perdieron por paliza con Francia en el debut, era previsible, pero después hicieron la tarea contra tunecinos y daneses, cerrándose bien atrás y aprovechando las oportunidades. Contra Polonia, la Selección hizo el gasto para avasallar al rival. Eso requiere un nivel de prestaciones físicas difíciles de reiterar con tan pocas horas de descanso. Y si hay que jugar un alargue… No es un escenario que resulte grato y, por todos los medios, conviene evitarlo.
Australia es una formación utilitaria y su técnico, un personaje llamado Graham Arnold, abre el juego para que sus jugadores disfruten alguna cervecita en plena competencia y en su discurso no se excede en elogios para Messi. “Es humano”, lo definió. Habrá que ver cómo decide tomarlo. El viernes será el día de los entrenadores, con la última práctica en marcha y los detalles tácticos en el anotador.
En el campamento argentino se vivió una de las mejores jornadas desde la llegada a Qatar, sólo comparable a la del pospartido con México. Lógico; el entrenamiento sólo exigió a quienes no habían jugado el miércoles o ingresaron apenas durante unos minutos. El resto trotó, elongó y aflojó el cuerpo tras el esfuerzo del día anterior. Para los jugadores, lo mejor llegó a la tarde-noche, con la visita de los familiares y el asado, ya un clásico en la Universidad de Qatar. Como es habitual, hubo fotos grupales y selfies para nutrir las redes sociales.
Lo que no parece generar dudas es la formación que enfrentará a los australianos, no sólo por lo de “equipo que gana no se toca”, sino por la forma en la que Argentina arrolló a los polacos. Si Scaloni buscaba un funcionamiento colectivo a la altura de un Mundial, los 11 que ingresaron a la cancha lo alcanzaron con nota sobresaliente. Por eso no se esperan cambios, con la salvedad de lo que ocurra con Di María (se informa por aparte). Para satisfacción del DT, las modificaciones que hizo le funcionaron a la perfección el miércoles. Lo del trío Enzo Fernández-Mac Allister-Julián Álvarez, sobre todo.
Todo lo que se dice sobre Enzo Fernández fronteras afuera de Qatar no es exagerado. Es uno de los jugadores que mayor impacto produjo en lo que va del Mundial. Para los hinchas argentinos que ya corean su nombre y lo elevan en el aplausómetro partido a partido; para los neutrales, sorprendidos por su nivel de juego; para los rivales, que suman otro motivo de preocupación al analizar a la Selección; y para el periodismo, que ve en él una figura de máximo nivel europeo ni bien termine el Mundial. Habrá que ver cómo decodifica toda esta información un chico de 21 años, proyectado a una categoría top a toda velocidad. “Ni Brasil ni Francia tienen un jugador como Enzo Fernández”, coincidían varios cronistas en el centro de prensa, comparándolo con Lucas Paquetá y con Tchouameni, titulares en selecciones candidatas al título.
Pero el tiempo vuela en Qatar y el partido con Australia ya está encima. Scaloni volverá a dar una conferencia de prensa el viernes a las 13.30 (las 7.30 en la Argentina) -junto a un futbolista a designar- y por la tarde el entrenamiento será abierto a las cámaras durante los 15 minutos iniciales. El sábado será cuestión de aguardar hasta las 22 (las 16 en nuestro país) para salir a la cancha. Así de intensa es la vida en Doha en estos momentos, cuando el verdadero Mundial está a punto de comenzar. Esos duelos mata mata en los que se terminan las palabras.