No se puede comprender la vida en Qatar ni la idiosincrasia de su gente sin adentrarse en el terreno de la religiosidad. Las estrictas normas que rigen la conducta aquí emanan de la interpretación del Corán, el libro sagrado del Islam, que siguen a rajatabla los creyentes. Todo lo relacionado con sus hábitos (vestimenta, comidas, relaciones, trabajo, parejas) está orientado por lo que el Corán dispone para hombres y mujeres. Así lo entiende y lo ordena el Gobierno, una autocracia imbricada con la religión, a la que Occidente observa como potente disciplinadora social. No es lo que piensan los qataríes, para quienes todo es una cuestión de fe.
Por todo esto es tan recomendable la visita al Centro Cultural Sheikh Abdulla Bin Zaid Al Mahmoud, instalado en un imponente edificio que también alberga una mezquita y que está rematado por una impresionante almena. Desde allí, cinco veces al día se propagan las plegarias que los musulmanes acompañan con unción, siempre arrodillados y orientados en dirección a La Meca (ubicada en Arabia Saudita). A pocos metros se escucha el bullicio del mercado de Souq Waqif, pero dentro el silencio invita a la introspección y a abrirse al conocimiento.
“Si quieren aprender sobre el Islam estaremos felices de responder todas sus preguntas. Siéntanse cómodos y pidan un típico café qatarí antes de iniciar el recorrido”, son las palabras de bienvenida. La recepción se completa, justamente, con un pocillo en el que humea el cafecito, al que agregan cardamomo y una pizca de azufre. De allí, los visitantes son agasajados con un obsequio: una mochila verde con la palabra “respeto” estampada, que guarda una remera y otros regalitos tan lindos como útiles. Es que en el centro cultural tienen claro que el Mundial es una puerta abierta a la difusión del Islam; no puede decirse que la estrategia de seducción no haya sido bien pensada. Todo es gratis allí y la amabilidad es la norma.
En una galería, guías preparados para llevar el recorrido en distintos idiomas aguardan a los visitantes. Es curioso ver mezclados los colores de tantas camisetas en un ámbito que tiene más de museo que de fútbol. Pero es la clase de magia que genera un Mundial, esa fusión entre deporte y cultura que lo hace un fenómeno único. Es un camino de 13 pasos, con 13 paneles, cada uno con su explicación: 1) qué es el Islam (significa sumisión a Dios, paz y seguridad); 2) la creación del mundo según la cosmogonía musulmana; 3) la vida después de la muerte; 4) la unicidad de Dios y sus nombres (y por qué los musulmanes no creen en los santos); 5) los propósitos de los profetas (Noé, Abraham, Moisés, Jesús y Mahoma); 6) los pilares del Islam (rezar, ayunar, ser caritativos, peregrinar); 7) los libros del Islam; 8) los valores del Islam (políticos, económicos, sociales y humanos); 9) el conocimiento del Corán; 10) la importancia del medio ambiente; 11) el rol de las mujeres, de los niños y de las minorías; 12) la contribución del Islam a la historia de la civilización: y 13) todo sobre Mahoma.
El Sheikh Abdulla Bin Zaid Al Mahmoud funciona como el principal Centro Islámico de Qatar, ya que allí se enseña el Corán tanto a musulmanes como a no creyentes. La impresionante biblioteca, abierta a todo público, lo ratifica. La primera lección es entender qué significa el saludo Salam Alaikom, recibido en forma permanente por quienes visitante el mundo árabe: “la paz sea contigo”. Luego se explica el por qué de las cinco oraciones que los musulmanes realizan a diario, cuánto duran (no más de seis minutos) y cuál es la función del imán, no un sacerdote como pueden verlo los cristianos, sino un guía que conduce las plegarias. En el segundo piso se puede ingresar a la mezquita -siempre descalzos, en señal de respeto al pisar ese suelo sagrado- y acompañar en silencio a quienes están rezando.
En otro sector la invitación es a acomodarse en los sillones para acceder a una experiencia de realidad virtual, que permite adentrarse en las imponentes peregrinaciones a La Meca. El uso de la tecnología se complementa con los tesoros de la tradición, ya que a pocos metros se puede contemplar un fragmento del paño que hace tiempo cubrió la Kaaba, la piedra sacra hacia la que se dirigen los musulmanes para orar. Está bordado en oro y plata, lo tejieron en el año 1396 y se exhibe protegido por una vitrina. A su lado se conservan distintas copias manuscritas del Corán. Se calcula que la más antigua, la primera del recorrido, es una de las primeras, ya que data del siglo VII.
La despedida es con otro obsequio. En un escritorio, junto a una colección de pinturas que remiten a distintos temas de la vida religiosa, un calígrafo escribe el nombre de los visitantes en grafía árabe. Pero no lo hace leyendo; necesita que le susurren las palabras al oído. Entonces, con mucho cuidado, completa los trazos en una postal de un blanco inmaculado.