Puede que el estadio 974 sea el más llamativo de los que Qatar construyó, con su original diseño de containers superpuestos y el destino que lo aguarda: será desmontado una vez que termine el torneo para convertirse en itinerante. Ya lo pidió Uruguay, con la intención de que sea una de las potenciales sedes del Mundial 2030. Pero que sea el más llamativo está lejos de convertirlo en el más apropiado, al menos con miras al partido Argentina-Polonia. El 974 cuenta con el peor campo de juego de la Copa, sufrido y denunciado por Brasil el domingo. Es un condimento más para este plato que deberá degustar la Selección. No jugará en una de las acostumbradas mesas de billar que todo Mundial presenta, sino en una cancha indigna de lo que una Copa representa.
Ese será el escenario de la segunda final que le toca disputar al equipo de Scaloni. A la primera la superó el sábado de la mano de Messi, a esta se encomienda con la convicción de que la tendencia es ascendente, de que el equipo puede ir de menor a mayor a partir del liberador gol que abrió el partido con los mexicanos. Disputar dos finales cuando los octavos de final ni siquiera han comenzado lo dice todo sobre el nivel de presión que generó la impensada derrota del debut. No era lo planificado; tocó así por errores propios y lo que queda es sacarle provecho a la situación empleándola como motivación. El plantel se hizo fuerte en la adversidad y se juramentó sacar el barco a flote. Ese es el andamiaje espiritual que sostiene al equipo.
A la distancia se percibe una expectativa desbordante, como si los corazones argentinos latieran tan fuerte que, unidos, se hicieran escuchar hasta Doha. Aquí la ansiedad es la misma, puertas adentro y afuera del plantel. El Argentina-Polonia de esta noche -la tarde en nuestro país- es el partido más esperado por los propios y por los neutrales. Se nota en los comentarios, en las preguntas, en la masiva presencia que tuvieron la conferencia de prensa de Scaloni y la práctica vespertina del equipo. Todos quieren saber cómo formará la Selección, cómo están los jugadores… Y qué es de la vida de Messi por estas horas.
El gol a los mexicanos fue, hasta aquí, el “momento Messi” del Mundial. El público pide muchos más. De esa definición de zurda, rasante, a lo Messi, se habló más que de cualquier otro tema. Ni las conquistas de Mbappé, ni la lesión de Neymar, ni el show de Cristiano Ronaldo, nada se compara en Qatar con la trascendencia que provoca todo lo que Messi haga o diga. Las imágenes de su festejo pospartido se multiplicaron hasta el infinito. Todos los ojos estarán puestos en él y todo se lo pedirán a él, una vez más, una faena a la que Messi está acostumbrado. El partido también tiene ese componente ineludible, por más antipático que resulte mencionarlo. Una derrota también puede significar el adiós de Messi a los Mundiales. Y no de la mejor manera. Mejor no pensar en esas cosas; sí en un Messi pletórico y protagonista.
La victoria deja a la Selección en octavos de final y permite evitar a Francia, al menos por ahora. Para un equipo que precisa recuperar su mejor versión siempre convendrá ir de a poco; en ese sentido es mucho mejor enfrentar a Dinamarca o a Australia que al campeón del mundo. Después se verá.
El empate con los polacos implica abrevar, una vez más, en la pasión nacional por el sufrimiento, las cuentas y el milagro. En ese escenario todo dependerá del partido que jugarán, en forma simultánea, Arabia Saudita y México. Y allí se abren tres posibilidades:
1) Gana Arabia. Significa la automática eliminación de Argentina.
2) Empatan. Se clasifica Argentina, porque en ese caso sumaría 4 puntos, al igual que Arabia, pero tiene mejor diferencia de gol (+1 contra -1 de los asiáticos).
3) Gana México. Sumaría 4 puntos, al igual que Argentina, pero como su diferencia de gol es -2 debería superar a los árabes por tres goles de diferencia para sacar a la Selección de la competencia.
El choque con los polacos implica un punto de quiebre para este ciclo, que acumula tres momentos netamente positivos, mérito del cuerpo técnico de Scaloni y de los jugadores que eligió: la conquista de la Copa América, el tránsito sin sobresaltos por las eliminatorias y la satisfacción de haberle ganado la “finalissima” a Italia. Se suma la renovación del plantel, con la aparición de una nueva camada de futbolistas potenciados cada vez que se calzaron la celeste y blanca. Todo eso figura en la columna del haber. Y todo eso puede quedar oscurecido si las cosas no salen contra los polacos. Son las reglas del juego y todos las aceptan, lo que no quiere decir que estén felices con ellas.
Se viene uno de esos días al límite, vividos con toda la adrenalina que se descarga sobre la argentinidad en las jornadas mundialistas. La Polonia de Robert Lewandowski es el obstáculo que separa a la Selección de la “verdadera” Copa, esa que se inicia en los partidos mata mata y en la que no deben faltar los equipos grandes. A la Argentina, con Messi a la cabeza, al cabo de un camino mucho más complicado de lo previsto, no le queda otra que sacar lo mejor. Es ahora, no hay más vueltas.