¿Por qué planteó Diego Alonso el partido pensando más en el arco propio que en el rival, si Uruguay tiene con qué? Es la pregunta del millón por estas horas, tras una derrota que deja a su equipo muy complicado de cara al pase a octavos de final. Se jugará todo en la última fecha contra Ghana, obligado a ganar porque un empate no le sirve. Portugal acertó un centro de Bruno Fernandes que terminó en gol, suficiente para avanzar a la próxima fase con dos triunfos seguidos. Después, ya en el descuento, el propio Bruno estiró las cifras de penal. Pero la historia del partido se divide en antes y después de la primera conquista, una crónica de lo que pudo ser para la “Celeste” si en lugar de la cautela su DT hubiera optado por la ambición. Cuando cambió no era tarde, pero estando en desventaja todo se hace cuesta arriba.
Antes: Uruguay salió con una línea de cinco defensores, congestionando la medialuna con el trío Coates-Godín-“Josema” Giménez. Por delante se movieron Vecino, Valverde (lejos de su mejor versión) y Betancur, el mejor de todos. Con semejante predisposición defensiva, Darwin Núñez y Cavani quedaban aislados arriba. Era una formación para aguantar más que para atacar, un regalo para que Portugal llevara la iniciativa. En estos casos el gol cae por decantación y así llegó, en el amanecer del segundo tiempo.
Después. Uruguay hizo lo que se esperaba: desarmó la línea de cinco con la salida de Godín e incorporó dos volantes creativos como Pellistri y De Arrascaeta. Se paró varios metros más arriba, presionó y generó situaciones para igualar, incluyendo un precioso disparo de Matías Olivera al palo. Ya “Maxi” Gómez había ingresado por Núñez y Alonso también mandó al campo a Suárez, por el agotado Cavani. Suárez encontró una pelota en el área chica y tiró apenas desviado. Eran los mejores momentos de la “Celeste”, cuando la igualdad parecía al caer. Estuvo cerca, no le alcanzó. De nuevo la pregunta: ¿por qué no mostró esa disposición táctica y esa actitud de movida? ¿Tanto respeto le generaba Portugal?
Los europeos tienen numerosos jugadores de elite, con Cristiano Ronaldo a la cabeza. CR7 hizo su show de entrada, con un lindísimo pase de pecho a Carvalho. Después tiró varias pinceladas y hasta fue protagonista del primer gol, porque fue a cabecear el centro de Fernandes y la pelota le pasó a milímetros. Celebró la conquista como si hubiera sido suya y cuando las pantallas del estadio informaron que el gol había sido de su compañero soltó una risotada. Lo reemplazaron y cosechó la previsible ovación.
Lo mejor del partido se vio en el segundo tiempo, una vez que los portugueses se pusieron en ventaja. Antes, en la primera parte, Uruguay había generado una oportunidad clarísima para marcar en los pies de Betancur, fruto de una corajeada que le permitió romper la defensa y desairar al veterano Pepe. Diego Costa salvó con lo justo. Luego, en el complemento, el arquero le tapó un mano a mano a De Arrascaeta. Así se afirmó como una de las figuras de la noche. Pero el primer lugar del podio en esa carrera fue para Bruno Fernandes, quien después de marcar el segundo gol con una ejecución del penal “a lo Pulguita Rodríguez” estuvo cerca del hat-trick. El palo se lo negó. Fue, vale apuntarlo, otro penal de VAR, detectado por una mano de Giménez, que estaba en el piso. Todo muy fino.
Uruguay terminó sufriendo por los contragolpes portugueses, tanto que orilló una goleada en contra que le hubiera complicado aún más las cosas. Lo salvaron Rochet, el palo y la imprecisión de los portugueses para rematar las jugadas. Los “celestes” terminaron aplaudidos por su gente y retribuyeron el gesto acercándose a una de las cabeceras. Saben que les queda una bala en el cargador, pero el duelo con los africanos promete ser de una intensidad digna de un Mundial. ¿Cambiará Diego Alonso de idea y mandará a Uruguay al frente, como lo atestigua la historia?