Los chicos juegan en el patio de la cárcel mítica de Barcelona

Los chicos juegan en el patio de la cárcel mítica de Barcelona

Con su panóptico, La Model inaugurada en 1904, en el medio de la capital catalana, encarnó el paradigma de los establecimientos represivos. El centro se hizo célebre por albergar a disidentes del régimen de Franco. Cinco años atrás, el Ayuntamiento cerró la prisión y la convirtió en un lugar de libre acceso: en el predio funciona una escuela, y en unos años albergará espacios verdes, culturales, sociales y deportivos

EL CAMBIO. En el sitio que hasta hace cinco años cumplió la función represiva que le asignaron en 1904 ahora es símbolo de libertad. La Gaceta / fotos de Irene Benito EL CAMBIO. En el sitio que hasta hace cinco años cumplió la función represiva que le asignaron en 1904 ahora es símbolo de libertad. La Gaceta / fotos de Irene Benito

(Desde Barcelona, España).- Un domingo cualquiera está abierta y entran los que pasan por ahí, algunos con aspecto de que acaban de apearse en Sants, la estación de trenes barcelonesa ubicada a 150 metros de allí. Pero más interesante y sorprendente aún es lo que sucede de lunes a viernes, cuando los niños que asisten a la Escuela Xirinacs toman por su cuenta el patio de la Cárcel Modelo (conocida con la denominación catalana La Model) que hasta hace cinco años cumplió la función represiva que le asignaron en 1904. Donde los privados de la libertad antes estiraban las piernas, ahora los chicos corren y se ríen como mandan los recreos.

La Model impacta por su diseño con forma de panóptico: seis pabellones -contienen alrededor de 600 celdas- dispuestos como radios que confluyen en un polígono de vigilancia, que, vistos desde arriba, forman un asterisco o una estrella. Es un ejemplo de adaptación milimétrica a los postulados del jurista y filósofo británico Jeremy Bentham, quien abogaba por una arquitectura penitenciaria que posibilitara el control total a cargo de un “gran hermano” invisible que observa sin restricciones lo que ocurre en el establecimiento. Una estructura de este tipo produce el efecto psicológico de guardia permanente: panóptico viene de Argos Panoptes, que en la mitología griega simboliza al monstruo de los cien ojos.

La cárcel recibió el nombre de Modelo porque debía ser ejemplar, pero al menos tres hechos pusieron en entredicho aquel destino. Primero, pensadores de la talla de Michel Foucault y de George Orwell alertaron sobre la deshumanización y la tortura implícitos en el panóptico. Por otro lado, la ubicación del presidio en lo que a comienzos del siglo XX eran las afueras de Barcelona, dos manzanas del distrito de El Eixample, terminó siendo, por designios del desarrollo urbano, el medio justo de la ciudad. Por último, la dictadura de Francisco Franco se valió de este espacio de cautiverio para encerrar a quienes consideraba sus enemigos políticos o representantes de una cultura desagradable para el régimen, como el líder catalanista y republicano Lluís Companys (luego fusilado en el castillo de Montjuic en 1940); el anarquista antifascista Salvador Puig Antich y “La Gilda”, un mozo detenido en 1955 por su condición de homosexual.

Huelga de hambre

Ni la circunstancia de que La Model haya quedado como una especie de ombligo anómalo de Barcelona, ni su diseño controvertido, ni su historial de persecuciones injustas y violaciones de derechos humanos impidieron que la cárcel siguiera funcionando como tal hasta junio de 2017. En ese momento, el Ayuntamiento cerró la institución penitenciaria para abrirla con un cometido opuesto al que desempeñó siempre: ser visitada por los que circulan libremente por la ciudad, algunos de los cuales la miraron con la intriga que generan las cárceles durante parte de los 113 años en los que aquella prestó sus servicios penitenciarios míticos. Tres meses después, nació la Escuela Xirinacs, que ocupa un conjunto de módulos prefabricados (del estilo de los contenedores que cargan los barcos) instalados en un lateral del predio. Comenzaba así una nueva vida para La Model.

Al inicio, la escuela pública se llamaba Eixample 1. Al poco tiempo, los padres de los primeros alumnos se organizaron para rebautizarla, y eligieron el primer apellido del senador de la Transición, Lluís Maria Xirinacs i Damians, quien, mientras cumplía una prisión preventiva en 1973, hizo una huelga de hambre para exigir la amnistía de los reos encarcelados por la represalia de Franco. El proceso de elección del nombre demuestra hasta qué punto la escuela y sus asistentes reivindican la memoria de una prisión en la que abundan los episodios de fugas y de rebeldías. También la intención de que sus usos actuales no borren a los anteriores, como corrobora la incorporación de mobiliario y de una pequeña biblioteca infantiles en el sector que antiguamente usaban los familiares para visitar a los presos.

“Garrote vil”

El edificio concebido según los lineamientos del utilitarista Bentham por los arquitectos Salvador Vinyals Sabaté y Josep Domènech Estapà conserva todavía la impronta del encierro. Al atravesar los muros gruesos y altos que separan a La Model del resto del vecindario aparecen pasillos lúgubres, barrotes, cerraduras reforzadas y dependencias que revelan cuán seriamente se tomaban la labor de castigar (cada habitación dispone de letreros ilustrativos). En ese entorno no sólo se privaba de la libertad, sino que también se mataba: acontecieron allí por lo menos 24 ejecuciones “a garrote vil”.

El polígono central que da paso a las celdas diminutas es un exponente de la simetría extrema: su monotonía proyecta la percepción de que todos los pasos desembocan en el mismo lugar. Hoy ese espacio icónico del control estatal es usado para exposiciones y actividades culturales que, por lo visto, tienen como hilo conductor el rechazo a la violencia.

La posibilidad de conocer una cárcel común y real por dentro -y de imaginar a ciencia cierta su dinámica- forma parte del propósito de salvar de la especulación inmobiliaria el patrimonio edilicio e histórico que contiene La Model. Se trata de un debate que crispó durante años a los vecinos de El Exaimple que, en defensa de su perfil de barrio de clases populares, se oponían al fenómeno de gentrificación ligado a nómades digitales y turistas que cambió por completo la fisonomía de otras áreas de Barcelona, como El Gótico y El Borne.

El paseo por el centro de detención es, de alguna forma, un viaje al pasado. El futuro se parece más a la Escuela Xirinacs. Es que de aquí a tres o cuatro años, el Ayuntamiento que hoy dirige la intendenta Ada Colau proyecta inaugurar un espacio verde equipado con dispositivos sociales, educativos y deportivos sin demoler la estructura carcelaria. El plan aprobado en noviembre de 2019 se llama “Model, batega!” (“¡La Modelo late!”), y propone un desahogo para la comunidad forzada por la economía y la demografía -incluido el envejecimiento de la población- a vivir en casas cada vez más pequeñas, auténticas cárceles durante la pandemia que golpeó de una manera impiadosa a España. Si se mantiene el proyecto, La Model será un remanso de aire y de luz que transforme para siempre un lugar opresivo identificado con el punitivismo y el estigma del delito.

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