Sería bastante largo el debate si nos pusiéramos a exponer sobre el VAR, sobre si realmente le hace bien al fútbol, o si llegó para quedarse y sumarse a las eternas polémicas del deporte más convocante del planeta.
Es un hecho, quiérase o no, acá en Qatar la media docena de ojos que suele analizar las jugadas polémicas antes de dar su veredicto ya hizo de las suyas. Nos vamos a quejar por el primero de los offsides que le cobraron a Lautaro Martínez o a Leo Messi, frente a Arabia Saudita. En los detalles, nos anularon uno de tres goles lícitos. Eso hubiera significado irnos al descanso 2-0 arriba y quizás lo que finalmente fue una derrota histórica para la Argentina podría haber sido un triunfo más al arcón de los recuerdos mundialistas.
Dio mucha más bronca el penal inventado (a mi entender) que el VAR le concede (no advirtió al juez su piletazo) a Cristiano Ronaldo en lo que fue su día histórico. Después de semejante actuación, “CR7” cambió pena máxima por su octavo gol en Copas del Mundo, de los cuales 5 estuvieron repartidos en los cinco mundiales. Es el único en conseguirlo.
Me fui un poco por la tangente porque la idea era hablar con ustedes sobre el partido entre Bélgica y Marruecos, sobre cómo el VAR pudo haber sido nuevamente decisivo. Y también sobre cómo el VAR resultó innecesario para la ahora llamada Cenicienta de Qatar 2022: Marruecos.
Qué bien juega, qué bien produce fútbol; qué bien bien se repliega y qué bien cargosea a sus hasta hacerle perder el eje a su contrario.
Se sabe, uno de los favoritos a quedarse con el trofeo es Bélgica, un equipo que se conoce de memoria por el proceso que lleva adelante su entrenador, Roberto Martínez, desde 2016. Hasta hace no mucho tiempo, los europeos estuvieron ranqueados por la FIFA como el mejor equipo del mundo (hoy lo es Brasil); de hecho son los subcampeones de la Copa. Pero ayer, frente a un Marruecos que lo aturdió desde las gradas su imagen de potencia se redujo a la nada misma. La precisión de su toque corto fue tan inútil como las gambetas sin fondo ni peligro de su capitán, Eden Hazard.
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Los primeros 20 minutos fueron todos de Bélgica, el dominador del campo pero no del resultado en sí. Si bien parecía que el 0-0 se iba a romper por obra suya, fue el VAR el que le dijo que no a Marruecos en el respiro final del primer tiempo. Hakim Ziyech, el volante de Chelsea, nos obsequió una rosca maravillosa.
¿Vieron esos tiros libres que son casi paralelos al arco? Bueno, la rosca de Ziyech fue tal que Courtois, el mejor arquero del mundo que le había atajado un penal a Canadá en el 1-0 belga, se comió los mocos y perdió de vista la pelota. Lo encontró cuando tuvo que sacarla de la red. La suerte jugó de su lado.
Quedó la impresión de que después de esa cachetada Bélgica iba a proponer algo más que lo que venía haciendo: aferrarse en la soledad De Bruyne y soltarle la mano a la suerte de Dios. Complicado así.
De línea a línea, Marruecos fue superior a su víctima, siendo constantemente laborioso y entendiendo que podía a jugar al fútbol sin contar con lo más importante: el balón. Su estrategia fue sencilla: incomodar hasta recuperar la pelota y salir de contra. Así se gestaron sus dos goles. El primero fue una belleza de tiro libre, devenido de un contragolpe. Abdelahamid Sabiri emuló el mismo tiro libre de Ziyech del primer tiempo. Y lo mismo hizo Courtois, olvidarse que sus manos son para tomar la pelota y no saludarla al verla pasar.
El 1-0 en Al Thumama Satadium ya era una locura, el 90% de los simpatizantes aquí presentes eran de o se sumaron a Marruecos. Mi dios lo que cantaron, lo que aturdieron. Una belleza.
Y ni les cuento después de la última estocada, ya en tiempo de descuento cuando Zakaria Abohkhal mandó a guardar un bochazo al ángulo, tras una gran asistencia de Ziyech, la gran figura de la noche.
Para Marruecos esta victoria tiene título de histórica, le ganó a un gran candidato. Pero ojo, Marruecos es un equipo en serio, de primera. Quizás el nombre del país le suena por Casablanca, la afamada película (1943) protagonizada por Humphrey Bogart e Ingrid Bergman, multipremiada en los premios Oscar.
Marruecos es más que eso. Sus jugadores conquistaron Europa en diferentes clubes, como Ziyech o Hakimi, en PSG. Entonces por qué no creer que los africanos pueden ser La Cenicienta de este Mundial.
Están a un punto de clasificarse a los octavos de final. Están a un punto de hacer historia, como lo hicieron en México 86 cuando avanzaron a los octavos de final… y Argentina se consagró campeona del mundo.
A veces los ciclos se repiten. Las coincidencias pueden ser una señal, ¿no?