Todos los mensajes enviados durante los días posteriores al partido con Arabia atemperaron lo que realmente vivía la Selección. Lo confesó “Dibu” Martínez tras el desahogo del sábado. Habló de lo personal, de sus charlas con el psicólogo (“que me pateen dos veces y me hagan dos goles me golpeó”), y también de lo grupal. De lo mucho que sufrieron, de las presiones y del latente temor a sufrir una eliminación histórica. La pasó mal el plantel en el búnker de la Universidad de Qatar. Se entiende entonces el por qué de semejante festejo en el vestuario, como si el equipo hubiera conquistado el título. Lo que ganó, al menos por unas horas, es paz.
El cuerpo técnico y los jugadores sienten que el Mundial empezó el sábado. Prefieren mirar de lejos la pesadilla árabe, casi como si se tratara de otra historia, ajena. Cuando Messi sacó a Argentina del pantano que habían tejido los mexicanos la Selección se dio cuenta de que estaba en Qatar y remató la faena con la gema de Enzo Fernández, el jugador de moda. En Doha se habla mucho de él, del futuro que lo espera. La dirigencia de Benfica se relame pensando en la caja que hará con Enzo, cuyo pase puede alcanzar cifras estratosféricas. Los representantes que pululan por el Mundial sostienen: “es un futbolista de 100 millones de euros”.
Esa distensión provocada por la victoria derivó en una trasnoche feliz. Tras perder con Arabia, los jugadores ni siquiera merendaron por la bronca que los invadía. Tras vencer a Polonia la cena fue con ambiente de cumpleaños. Se acostaron tardísimo -el grupo se había marchado del estadio Lusail a la 1.30- y a la práctica matutina asistieron quienes no habían visto acción. Los titulares aprovecharon para descansar, a la espera de un trabajo regenerativo vespertino. Pero fue el momento de emitir un nuevo mensaje hacia afuera: mientras sus compañeros se movían enfocados por cámaras de todos los tamaños, aparecieron Messi y De Paul y se sentaron a un costado. Por supuesto, el foco cambió de dirección.
De Paul afronta dos frentes. Uno tiene que ver con su propio rendimiento, lejano a lo mejor que se le vio en la Selección. Es más; si conserva la titularidad con este nivel se debe exclusivamente a lo que representa para el equipo, a su ascendiente espiritual en la cancha y a la historia que escribió en la Scaloneta. En lo que respecta al juego, casi no le sale nada. Erra pases, pierde la pelota y desacomoda a sus compañeros, no influye en ofensiva. El otro frente es el externo y tiene que ver con todo lo que se dice de él en las redes sociales. A este De Paul, heredero del corazón del plantel que portaba Mascherano, Messi lo cobijó y abrazó en público, para las fotos, para los comentarios.
El horizonte ya está aquí y tiene la forma de Robert Lewandowski. Comanda un equipo polaco respetable pero no temible, al menos por lo demostrado en los primeros partidos. Los polacos son duros y ordenados, y cuentan con un jugador de elite como su centrodelantero. Lucen lejos de los años dorados (1974-1982), aquellos de Deyna, Lato, Tomaszewski y Boniek, tiempos de absoluto protagonismo mundialista. Argentina jugará su destino frente a un rival complejo que sabe hacerse fuerte en la pelea de la media cancha y cuenta con la ventaja de que un empate lo clasifica a octavos de final. Ese resultado, la igualdad, dejaría a la Selección haciendo cuentas, con el oído puesto en el relato de México-Arabia. No es negocio, tiene que ganar.
¿Qué fluye por la cabeza de Scaloni en estos momentos ¿Equipo que gana no se toca? ¿Cuál? ¿El del primer tiempo, que jugó mal? ¿O el del segundo, revivido desde el golazo de Messi? Se da por hecha la titularidad de Enzo Fernández, aunque no está claro en qué posición. Tal vez por la izquierda, abriendo un juego de variantes en lo que respecta al volante central. Si Guido Rodríguez se mantiene puede deberse, en buena medida, a su aporte en el juego aéreo, rubro en el que los polacos se hacen fuertes. Habrá que ver cómo está Paredes, más lesionado que “tocado”. Otra opción es armar el medio con De Paul-Enzo-Mac Allister. Movidas que el cuerpo técnico terminará de definir durante las próximas 48 horas.
Lo de Montiel es decepcionante, pero no sorpresivo. Había perdido el puesto en Sevilla y hasta se habló de una venta al fútbol brasileño. La llegada de Sampaoli al equipo andaluz le brindó otra chance, pero este Montiel está a años luz del que Gallardo pulió y aprovechó en River. Por eso es muy posible que Molina vuelva a jugar de entrada. Se trata, de todos modos, de un ida y vuelta entre dos jugadores que nunca terminaron de adueñarse de la posición. Quedó demostrado lo útil que es “Cuti” Romero ingresando para armar la línea de cinco en el fondo. Tampoco está al cien por ciento en lo físico, Scaloni lo utilizó como una carta de recambio contra los mexicanos y funcionó. En síntesis: difícil que se modifique el tándem Otamendi-Lisandro Martínez.
Otra pregunta que ronda por estas horas es: ¿y si Julián reemplaza a Lautaro? No parece una jugada propia de Scaloni. Polonia puede ser una buena medida para aprovechar mejor las prestaciones de Lautaro, sobre todo si la Selección encuentra precisión en velocidad al momento de atacar. El camino lo marcó Enzo Fernández, se necesitan volantes que rompan líneas para quebrar la monotonía. Argentina necesita dinámica si pretende avanzar en esta Copa; el juego cansino y lateral la condena al fracaso.
La práctica de hoy, a puertas cerradas, será la más importante, sobre todo para medir estados físicos varios y ensayar algunos trucos tácticos. También para ensayar la marca sobre Lewandowski, al que buscarán por arriba y por abajo. El martes hablará Scaloni y por la tarde-noche, el último entrenamiento terminará de definir las cosas. Así de rápido transcurren las cosas en un Mundial. Mientras Francia gana y gusta, Inglaterra retrocedió buena parte de lo demostrado en el debut. Y se espera la segunda presentación del Brasil ultracandidato, sin Neymar pero con jugadores de sobra para reemplazarlo. Ese es el pulso de Qatar 2022, una Copa que extrañó a la Argentina en la primera fecha y la encontró el sábado. Todo va y viene, vertiginoso y apasionante.