CUENTOS
SIETE CASAS VACÍAS
SAMANTHA SCHWEBLIN
(Páginas de Espuma – Madrid)
Cuando apareció el libro Siete casas vacías (2015) en una entrevista para Otra trama, Samantha Schweblin decía “sigo teniendo una fascinación por lo extraño y siniestro, siento que Siete casas vacías es un libro realista, en comparación con Pájaros en la boca, que abordaba más el género de lo fantástico. Sin embargo, lo anormal y lo extraño siguen teniendo mucha presencia en mi escritura. Siento que es el mundo que me interesa. Lo anormal que cada vez lo acerco más al día a día. Me parece que hay un momento en el que tomamos la decisión de lo que está bien, mal, y hacemos un recorte de la realidad que deja un mundo enorme afuera. Un mundo con el que seguimos conviviendo, y ese es el mundo que me interesa narrar”.
Tal cual lo plantean sus palabras, los cuentos son testigos del interés que tiene la autora. La precisión de su estilo, la indagación en la rareza y el perverso hábito que anida en sus circundantes relatos, se apoderan del lector desde lo cotidiano, el terror del día a día. Los cuentos se nuclean en la familia, los vínculos, y en las casas en las que moran, que son siete y están vacías. La narradora aparenta ser una científica cuerda que observa cómo la gente medita la idea de volverse loca, porque la cordura, como todos sabemos, puede perderse de un momento al otro. Schweblin incita a sus personajes a explorar pánicos frecuentes, ajenos y propios; y deja al descubierto los prejuicios de una normalidad aparente que, con ironía, se instala en la contemplación al otro y en uno mismo.
Humores claustrofóbicos
Siete casas vacías consta de siete cuentos: Nada de todo esto; Mis padres y mis hijos; Pasa siempre en esta casa; La respiración cavernaria; Cuarenta centímetros cuadrados; Un hombre sin suerte y Salir. Uno de estos cuentos (Un hombre sin suerte) fue galardonado en el año 2012 con el Premio Juan Rulfo.
La capacidad de Schweblin para crear humores intensos y claustrofóbicos a través de una prosa incisiva, hicieron también que este libro sea merecedor del IV Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero.
En La respiración cavernaria, una mujer (Lola) mira desde la ventana de la cocina a sus vecinas, está casada hace medio siglo y tiene la vocación de la muerte, pero le cuesta morirse, cuando regresa el hijo fallecido. Lo amenazante es que nunca llega la muerte.
Mis hijos están perdidos con dos locos ¿están diciendo que hay chicos y adultos desnudos y juntos? en de Mis padres y mis hijos. Un pobre vecino, atormentado por sus hijos, está tocando la puerta de mi casa, en Pasa siempre en esta casa. Ideas disparadoras que conviven en los siete relatos como una unidad. Una comunidad de historias, con identidad propia.
Siete casas vacías es un libro extraordinario donde avanza lo siniestro y lo aterrador es cotidiano, con la sutileza de alguien que maneja el lenguaje como pocas: Samanta Schweblin.
Un hombre sin suerte*
Por Samanta Schweblin
El día que cumplí ocho años, mi hermana -que no soportaba que dejaran de mirarla un solo segundo-, se tomó de un saque una taza entera de lavandina. Abi tenía tres años. Primero sonrió, quizá por el mismo asco, después arrugó la cara en un asustado gesto de dolor. Cuando mamá vio la taza vacía colgando de la mano de Abi se puso más blanca todavía que Abi.
-Abi-mi-dios -eso fue todo lo que dijo mamá- Abi-mi-dios -y todavía tardó unos segundos más en ponerse en movimiento.
La sacudió por los hombros, pero Abi no respondió. Le gritó, pero Abi tampoco respondió. Corrió hasta el teléfono y llamó a papá, y cuando volvió corriendo Abi todavía seguía de pie, con la taza colgándole de la mano. Mamá le sacó la taza y la tiró en la pileta. Abrió la heladera, sacó la leche y la sirvió en un vaso. Se quedó mirando el vaso, luego a Abi, luego el vaso, y finalmente tiró también el vaso a la pileta. Papá, que trabajaba muy cerca de casa, llegó casi de inmediato, pero todavía le dio tiempo a mamá a hacer todo el show del vaso de leche una vez más, antes de que él empezara a tocar la bocina y a gritar.
Cuando me asomé al living vi que la puerta de entrada, la reja y las puertas del coche ya estaban abiertas. Papá volvió a tocar bocina y mamá pasó como un rayo cargando a Abi contra su pecho. Sonaron más bocinas y mamá, que ya estaba sentada en el auto, empezó a llorar. Papá tuvo que gritarme dos veces para que yo entendiera que era a mí a quien le tocaba cerrar. Hicimos las diez primeras cuadras en menos tiempo de lo que me llevó cerrar la puerta del coche y ponerme el cinturón. Pero cuando llegamos a la avenida el tráfico estaba prácticamente parado. Papá tocaba bocina y gritaba ¡Voy al hospital! ¡Voy al hospital! Los coches que nos rodeaban maniobraban un rato y milagrosamente lograban dejarnos pasar, pero entonces, un par de autos más adelante, todo empezaba de nuevo. Papá frenó detrás de otro coche, dejó de tocar bocina y se golpeó la cabeza contra el volante. Nunca lo vi hacer una cosa así. Hubo un momento de silencio y entonces se incorporó y me miró por el espejo retrovisor. Se dio vuelta y me dijo:
-Sacate la bombacha.
Tenía puesto mi Jumper del colegio. Todas mis bombachas eran blancas, pero eso era algo en lo que yo no estaba pensando en ese momento y no podía entender el pedido de papá. Apoyé las manos sobre el asiento para sostenerme mejor. Miré a mamá y entonces ella gritó:
-¡Sacate la puta bombacha!
Y yo me la saqué. Papá me la quitó de las manos. Bajó la ventanilla, volvió a tocar bocina y sacó afuera mi bombacha. La levantó bien alto mientras gritaba y tocaba bocina, y toda la avenida se dio vuelta para mirarla.
La bombacha era chica, pero también era muy blanca.
*Incluido en Siete casas vacías.
PERFIL
Samanta Schweblin (Buenos Aires, 1978). En 2001, ganó el primer premio del Fondo Nacional de las Artes por su libro de cuentos El núcleo del disturbio. Su segundo libro de cuentos, Pájaros en la boca (2009), obtuvo el Premio Casa de las Américas. En 2010, Schweblin fue elegida por la revista británica Granta como una de las 22 mejores escritoras en español menores de 35 años. Su cuento Un hombre sin suerte obtuvo el Premio Juan Rulfo. Fue distinguida con el Premio Konex, Diploma al Mérito, por su trayectoria como cuentista durante el período 2009-2013, y publicó su primera novela, Distancia de rescate. En 2015, publicó Siete casas vacías, premio de Narrativa Breve Ribera del Duero. La versión inglesa de la novela, que fue traducida por Megan McDowell, publicada bajo el título de Fever Dream por la editorial Oneworld, fue finalista del Premio Booker Internacional 2017. En 2018, la novela obtuvo el Premio Tournament of Books como mejor libro del año publicado en los Estados Unidos y el Premio Shirley Jackson. En 2020, su segunda novela, Kentukis, obtuvo el Premio Mandarache, y en 2021 el IILA-Literatura. Ese mismo año, la adaptación cinematográfica de Distancia de rescate fue estrenada en Netflix. En 2022, Schweblin ganó el Premio O. Henry de ficción corta por su cuento Un hombre sin suerte y el Premio José Donoso. En noviembre 2022, Siete casas vacías gana el National Book Award en la categoría “literatura traducida”.
© LA GACETA
Mónica Juárez Robles