Lavando platos se ganó el derecho de estar en Qatar

Lavando platos se ganó el derecho de estar en Qatar

Emiliano Correa es tucumano, tiene 18 años y para poder ver a la Selección trabaja en un restaurante de un hotel 5 estrellas

ESTÁ FELIZ. “Quería estar en el Mundial y como no tenía recursos para hacerlo sabía que la única forma era venir con un contrato laboral”, contó Emiliano.  ESTÁ FELIZ. “Quería estar en el Mundial y como no tenía recursos para hacerlo sabía que la única forma era venir con un contrato laboral”, contó Emiliano.

Para quien adora el fútbol como a los de su propia especie, no hay nada más seductor que una Copa del Mundo. El Mundial viene a ser la sirena de los marineros perdidos en altamar, y a su vez es un espejismo con licencia autorizada para abandonar el metaverso de los deseos token y construirse hasta palparse como una realidad movida por la pasión.

Esta edición de Qatar 2022 es aún más especial que las anteriores. Lo es por la fecha extraña de su agenda competitiva; lo es porque es el primer torneo en un país de mayoría musulmana y creencias hasta extremas en algunos casos puntuales; y lo es porque Lionel Messi avisó que era el último con la Selección. Y si la pelota ya lo extraña a cuenta, imagínense los argentinos.

Entonces, ¿cómo hacer para pelearle a la inflación, al dólar blue, a la imposibilidad de tarjetear los aéreos y juntar una moneda para gastos cuando ni pelusa encontramos en los bolsillos? Para esta ocasión puntual, el remedio a nuestra crónica enfermedad de vaivenes económicos era, según quienes “se ganaron la lotería”, aplicar por un trabajo en el Emirato mientras se lleve adelante el campeonato.

Entre los suertudos hay un tucumano. No es el único, pero la diferencia entre Emiliano Correa y el resto de sus coterráneos es la edad. Emiliano transita los 18 años y su curriculum pasó de mesa en mesa sin siquiera asomarse por la entrada de alguna gerencia de recursos humanos.

“Ese era mi mayor problema, conseguir una entrevista y después ganarme el puesto en la conversación. La mayoría me dijo que era muy joven, que el perfil era para mayores de 21 años, sin importar el puesto ni rubro”, me cuenta Emi mientras tomamos un café en una cafetería de bandera estadounidense… en Qatar. ¿Qué tal?

Su historia contempló misterio incluso hasta un puñado de días previos al inicio de la Copa. “Yo quería estar en el Mundial y como no tenía recursos para hacerlo sabía que la única forma era venir con un contrato laboral. Todos me decían que no, hasta que a través de un conocido conecté con una chica de La Plata que me re bancó y entregó mi currículum al gerente del hotel donde ella trabaja”, lo curioso es que la bala de plata sirvió a medias porque en ese hotel ya no había vacantes, pero sí buena onda.

El mismo gerente acercó los datos de Emiliano a un colega de otro hotel 5 estrellas y éste, al constatar la edad de Emiliano entró en modo melancólico y lo escuchó. “Me dijo que él había comenzado a mi edad a trabajar en el hotel, y que todos merecemos una oportunidad”, menos mal, amigo.

En agosto pasado aplicó, aunque recién le mandaron los pasajes a menos de dos semanas de que inicie la Copa del Mundo. “Yo pensé que se habían arrepentido”.

Estudiante de psicología en suspenso, las preguntas en la cabeza de Correa se agruparon estando acá. “Tengo ganas de quedarme después del Mundial, está buena la experiencia”.

El gancho motivacional de quienes contratan personal es la promesa de un rápido crecimiento. Emiliano hoy está al nivel de un bachero, que es quien lava los platos sucios de quienes cenaron en el restaurante italiano del hotel 5 estrellas donde trabaja. Es ayudante de cocina y lustraplatos.

“Lo que me dijo el gerente es que si uno hace bien su trabajo, los ascensos se dan rápido. Así te retienen en Qatar, ja”.

El contrato laboral de Emiliano es por tiempo indeterminado, aunque tiene visa de residencia por dos años. Cumplido ese lapso de tiempo, el hotel solicitará su renovación y lo premiará con “unas vacaciones pagas a Tucumán”. El contrato, además, incluye casa, traslados y comida. “Vivimos a una hora del centro de Doha, en un lugar residencial onda barrio cerrado que tiene pileta y gimnasio. En la casa somos seis argentinos. Estábamos cómodos hasta que sumaron a un Indio y a un turco. Ellos están en el living y como que es medio incómodo para ellos y para nosotros, porque no tienen privacidad y nosotros nos quedamos sin living, ja”.

La paga es acorde a su posición. No son muchos dólares pero le alcanza para ahorrar alguito.

El Mundial es una realidad en Qatar y “Emi”, pese a la derrota histórica con Arabia Saudita, se dio el gusto de ver por primera vez a la Selección en una Copa del Mundo. “Era lo que quería”, para eso tuvo que coordinar los turnos y pedir permiso.

Pasados los días de su estadía en el emirato, Correa todavía debate cuál será su destino luego del 18 de diciembre cuando se juegue la final. “Creo que lo de estudiar psicología, que venía muy bien, quedará de lado por un tiempo. Están las ganas de quedarme y también las ganas de irme a probar suerte a otro lado. Veremos”, reconoce quién nadaba en la pileta de Azucena, en Yerba Buena.

La última consulta antes de la despedida con Emi fue monetaria. En la tierra donde el petróleo sale por la canilla del jardín de cada casa, cómo se portan los clientes. “La propina no es obligación, no hay un mandato como puede haber en otras partes del mundo. Acá, si te dejan, bien, y si no también. En las dos semanas que llevo trabajando, me tocaron 80 riales en el reparto igualitario”, una miseria si nos percatamos que los petrodólares ganan acá por goleada. Y bueno, nadie es profeta en su tierra.

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