¿Es cierto aquello de mal de muchos-consuelo de tontos? En materia futbolera suena exagerado. Que Alemania haya perdido con Japón no tiene por qué influir en la realidad de la Selección nacional, porque cada batacazo tiene su propia historia. Pero un poquito de distensión en el ambiente provoca, al menos para que ese poderoso foco de la atención que apuntaba a Argentina haya cambiado de dirección. “Desastre Mundial”, dijo la prensa internacional tras el triunfo de los árabes. Acto seguido, en Alemania se habló de “deshonra” para referirse a la caída de su equipo. Así de cambiante y de veloz es la dinámica de la Copa.
Pasaron más de 24 horas desde la debacle en Lusail, momentos para vendar las heridas, porque curarlas llevará mucho más tiempo. El plantel apeló, a partir de la primera charla mantenida en el vestuario y con la derrota todavía bajo la piel, una de las prácticas habituales: el juramento de hacerse fuertes en la adversidad. De eso vienen hablando en la concentración de la Universidad de Qatar apenas bajaron del ómnibus que los llevó desde el estadio. El resultado en contra puede galvanizar el espíritu de grupo y trasladarse a la cancha. Al menos esa es la intención. Forma parte también de la épica.
El pospartido generó un clima lúgubre puertas adentro. Muchos jugadores ni siquiera merendaron el martes. Prefirieron el refugio en las habitaciones y el intercambio de mensajes con sus seres queridos. Las risas y las bromas que habían predominado desde el arribo a Qatar se convirtieron en pesar y caras largas. Esa es una de las grandes misiones que el cuerpo técnico afronta en estos momentos: levantar los ánimos, cambiar el chip, recuperar el buen humor. Para eso son claves los movimientos de Walter Samuel, de Pablo Aimar, de Roberto Ayala y del “Profe” Luis Martín. Mientras, Lionel Scaloni cavila acerca de las movidas que propondrá.
El DT sabe que perdió el duelo personal con su colega francés Hervé Renard. El “achique” ensayado por los árabes fue una trampa que no sólo generó numerosos off-sides; también frustró a los jugadores argentinos a medida que no le encontraban la vuelta a ese planteo. Scaloni sabe que el “Tata” Martino prepara otra cosa; no quiere tropezar dos veces con la piedra de la desventaja estratégica. Pero al mismo tiempo que planifica movimientos piensa en los nombres. Y esa es otra de las cuestiones que se resolverán en las próximas horas.
La práctica de ayer fue liviana, más para recuperar a los titulares que otra cosa. El ensayo de jueves es clave: a puertas cerradas y destinado a definir los 11 que jugarán el sábado. Todos dan por hecha la salida de Cristian Romero y el ingreso de Lisandro Martínez en el centro de la defensa. Lo que no está claro es qué sucederá en los laterales, sobre todo en el izquierdo, eterna pugna entre Tagliafico y Acuña. También se esperan modificaciones en la media cancha, por el lado de “Papu” Gómez. ¿Jugará Mac Allister? ¿Y si se corre Paredes a esa posición e ingresa Enzo Fernández? Conjeturas que pronto tomarán otro cuerpo.
Los jugadores recibieron por la tarde la visita de sus familiares, una inyección anímica imprescindible en medio de las pálidas que generó la derrota. Hay esposas, padres, hermanos, tíos y primos desparramados por Doha. Ninguno quiso hablar tras el partido. Eso sí: los futbolistas están plenamente al tanto de lo que sucede puertas afuera, de lo que se dice y del incesante tránsito de posteos y memes en las redes sociales. Aceptan que jugaron mal y las críticas, pero no comparten varios conceptos que circularon. No sienten que Arabia haya sido mejor o que hay superado a la Selección. Lo sintetizó Di María: “tendríamos que haber ganado 5 a 0”. No cayó bien la declaración de Mario Kempes, quien habló de subestimación al rival. Y sorprendió lo del Kun Agüero cuando afirmó que el partido “no era” (tal sus palabras) para Lautaro Martínez. Pero en estos casos se lo toma con pinzas; a fin de cuentas Agüero es un ex compañero y fue campeón con el grupo en Brasil.
A todo esto, ¿cómo se siente Messi? La sensación de que no estaba en plenitud sobrevoló el mediodía qatarí del jueves, en especial en el segundo tiempo. Desde el seno del cuerpo técnico resaltan que no padece ningún problema físico serio, sólo el cansancio propio de la exigencia del juego. Messi no se sacó en ningún momento la cinta de capitán y pasó las últimas horas charlando con sus compañeros, en especial con los más jóvenes. Es uno de los promotores del juramento que se hizo el plantel: clasificarse sí o sí para los octavos de final.
Así están las cosas en la intimidad de la Selección, a pocas horas de la derrota más impensada y con la primera final mundialista por delante. Está claro que de aquí en adelante todos los partidos son decisivos, la única diferencia es que contra mexicanos y polacos no habrá penales. La alquimia que se ensaya por estas horas, el cálculo de puntajes y las variables rumbo a los octavos de final no forman parte de la agenda de la Selección. Saben que hay que ganar si o sí, sin ponerse a pensar que hace cuatro años, en Rusia, Argentina pasó con cuatro puntos. Mejor no acordarse de los fatídicos días finales de la era Sampaoli.
El Mundial sigue, el equipo está vivo, enojado consigo mismo, decidido a olvidar lo que pasó, sin pensar más en el bendito invicto resignado. Lo que viene determinará, a fin de cuentas, la historia Argentina en Qatar.