Kike tiene 18 años y, mientras se rehabilita en una comunidad terapéutica, escribe. Tiene mucho para contar. Lo ha vivido en carne propia y por ello asegura que fumar porro todos los días no es tan inocuo como muchos creen. Como le hicieron creer a él hace cuatro años, cuando empezaba a vivir sus primeras salidas como adolescente.
El comienzo fue un acto de rebeldía. O para pertenecer a un grupo de amigos. “Siempre había escuchado que la droga mata. Pero yo veía muchos chicos fumar marihuana y ninguno se moría. Se reían, se relajaban y se divertían. No me parecía que fuera algo peligroso”, confiesa.
Lo convencieron con el argumento de que el cigarrillo y el alcohol eran peor. “Lo probé y me gustó. Primero era algo de vez en cuando, solo en reuniones con mi grupo. De a poco necesitaba fumar cada vez más, para pasarla bien, para bajar la ansiedad”, relata. Después empezaron los problemas en su casa y con el estudio. “Estaba irritable, siempre ajeno a todo”, recuerda el joven, el segundo de tres hijos, de una familia a la que él define como tradicional.
Con el paso del tiempo le costaba cada vez más estudiar, no podía concentrarse. Terminó quedando de curso. Había caído en una profunda depresión. Y ahí fue cuando su mamá lo obligó a empezar un tratamiento. “Yo pensaba que lo manejaba, que podía pasar días sin fumar si así lo disponía. Pero no era cierto”, señala. Fumar, según describe, era accesible y se podía hacer en cualquier momento del día. Siempre había alguien que conseguía la sustancia para preparar el porro.
El consumo diario de marihuana lo llevó a entrar en un poco del que aún no logra salir. Ese hábito, cada vez más común entre los adolescentes y que algunos lo ven como recreativo, puede desencadenar graves problemas en la salud tanto física como psicológica de los consumidores, según los especialistas consultados para esta nota. La mayoría de los profesionales subrayan que, a pesar de la opinión cada vez más relajada de la sociedad respecto a la droga, el consumo de cannabis, especialmente en la adolescencia, no es inofensivo.
A propósito de esto, la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) acaba de elaborar un durísimo informe en el cual expresa su preocupación por el aumento del consumo problemático de sustancias como el alcohol, las bebidas energizantes, el tabaco y la marihuana. También marcaron un uso excesivo de las tecnologías de información y comunicaciones (TICs), como celular, videojuegos y pantallas en general.
Aunque muchos de estos consumos están arraigados en nuestra sociedad en todos los grupos etarios, pueden afectar negativamente la salud física y psíquica sobre todo en los niños, niñas y adolescentes, cuyo organismo se encuentra en pleno desarrollo, remarcaron.
Los pediatras mostraron los resultados de la Encuesta Mundial de Salud Escolar del año 2018 (EMSE), según la cual la mitad de los estudiantes de entre 13 y 17 años bebieron alcohol en los últimos 30 días. Uno de cada tres refirió haberse emborrachado alguna vez y dos de cada tres estudiantes se iniciaron en el consumo antes de los 14 años. En promedio uno de cada 10 estudiantes consumieron marihuana alguna vez en su vida y casi 4 de cada 10 adolescentes probó alguna droga ilegal antes de los 14 años. La marihuana aparece como la droga más consumida entre los jóvenes escolarizados.
Los especialistas de la SAP reconocen que en la actualidad los niveles de consumo problemáticos han aumentado luego de la pandemia, y es algo que se ve día a día en los consultorios pediátricos.
“La marihuana, que es una de las drogas más consumidas a nivel mundial. Su aumento se relaciona con la legislación que autoriza el cannabis tanto para el uso medicinal como industrial y con la desinformación respecto de los efectos que puede producir a corto y largo plazo. En niños, niñas y adolescentes pueden aparecer síntomas psicóticos, alteraciones cardiovasculares y alteraciones del neurodesarrollo, alteraciones de la memoria, de la concentración e incluso, cuando se usa en forma crónica, puede producir ‘anhedonia’, que es la incapacidad de poder disfrutar de las actividades o situaciones que en el pasado sí resultaban placenteras”, describe María Eugenia Braschi, miembro del Grupo Nacional de Trabajo de Consumos Problemáticos de la SAP.
Ramiro Hernández, director del Programa Universitario para el Estudio de las Adicciones (PUNA), dio detalles sobre cómo el consumo de marihuana, a largo plazo, genera cambios neurológicos. “Hay varios estudios que se hicieron y que relacionan el consumo crónico de marihuana con trastornos cognitivos. Lo primero que puede causar es un síndrome amotivacional, que afecta la motivación para realizar actividades diarias. También se ha comprobado que tiene un efecto en la memoria a corto plazo y eso trae aparejado cambios en la atención, y trastornos relacionados con el manejo de las emociones. Esto se agrava si el consuno empieza temprano, en la primera adolescencia, cuando todavía el cerebro esta en una etapa de maduración”, apunta.
E profesional advierte que bajo ningún punto de vista es positivo normalizar el consumo de esta sustancia. Otro de los grandes riesgos es que puede profundizar un cuadro depresivo.
Empiezan más chicos
“Todos los profesionales de salud mental que trabajamos en adicciones coincidimos en que hay una aumento en el consumo de sustancias y también de las adicciones sin sustancias. El consumo de alcohol y de marihuana se está viendo a muy temprana edad”, señala el psicólogo Lucas Haurigot Posse, quien coordina la red provincial de prevención de adicciones.
Según el experto, el consumo de marihuana con es tan inocuo como a veces se muestra. “Los que tenemos la posibilidad de trabajar con pacientes con distintas adicciones vemos que el uso y abuso continuado de esta sustancia produce diversos cuadros: genera síndrome amotivacional, por el cual la persona no encuentra motivación ni energía para llevar adelante ningún objetivo de vida ni proyecto. La vida le va pasando sin motivación; tiene poca visibilidad de futuro, pocas ganas para seguir adelante. Encontramos pacientes muy apático, nada les llama la atención ni los motiva”, describe.
El consumo prolongado de marihuana además, según el profesional, genera en algunas personas -con cierta predisposición a nivel de aparo psíquico- manifestaciones e ideas delirantes o alucinaciones. Por último, se ve un deterioro a nivel cognitivo: por ejemplo, la persona no puede armar un rompecabezas que fácilmente armaría un niño de cinco o seis años.
Hablemos de drogas: cuáles son las mejores formas de encarar el tema con los hijos
En un contexto donde los adolescentes escuchan historias de consumo sobre todo tipo de sustancias, ¿cómo los padres hablamos del tema drogas con los hijos y desde qué edad? ¿qué pueden hacer los programas de prevención?
El psicólogo Lucas Haurigot Posse, quien coordina la red provincial de prevención de adicciones, sostiene que hoy lamentablemente hay mucha información sobre sustancias dando vueltas. “Por eso es muy importante poner el tema sobre la mesa, que ellos cuenten lo que ven, qué es lo que opinan, qué es lo que se enteraron. En función de eso, escucharlos. Lo peor que podemos hacer es no tocar teste tema con los chicos, no deben ser temas tabúes. Tienen que ser conversados en la familia, debe haber intercambio de miradas y llegar a la conclusión de que sea la sustancia que sea, siempre va en contra de la salud mental y de la salud en física general de la persona que consume. Muchas veces como papás tenemos temor de hablar estos temas; pero lo peor es ignorarlos o dejarlo para otro momento”, aconseja.
¿La edad más adecuada para empezar a preguntarles qué opinan? “En los últimos años de la primaria porque hoy la adolescencia se adelantó y se inicia alrededor de los 10 años”, opino.
Sobre las campañas de prevención, para Haurigot Posse, las mejores son aquellas que apuntan a las personas en cuestiones de autoestima, autoconocimiento, en el manejo de las emociones y de poder vincularse satisfactoriamente con el otro, poder afrontar los desafíos que la vida nos va planteando, enseñar a tener mucha tolerancia a la frustración.
“Lo ideal es fortalecer las habilidades sicológicas y sociales de las personas para que se sientan bien a gusto con ellas mismas y no deban recurrir a ninguna sustancia para sentirse mejor. A lo largo de los años se hicieron muchas campañas o programas preventivos que hablaban o se dirigían a demonizar las sustancias para que la población tenga miedo, y la verdad que muchos resultados a nivel de salud pública no dieron. Por eso las mejores herramientas de prevención ante una juventud que sabe de historias de consumo, que sabe mucho de sustancias, es fortalecer a las personas personas que, ante las dificultades de la vida, puedan resolver de la mejor manera sus problemas, aceptando sus cosas buenas y malas, y que no necesiten ninguna sustancia para ser feliz”, concluyó.
Artilugios que hacen daño: qué dicen los aparentes valores positivos de las sustancias
Fabio Bastide, prosecretario del Comité Nacional de Adolescencia de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), remarca que es interesante destacar la manera en que se contextualiza el consumo colectivo de una determinada sustancia o adicción a la tecnología, resaltando sus aparentes valores positivos. “Así se afirma erróneamente: ‘una copa de vino es buena para el corazón’ o ‘la marihuana es natural y se utiliza con fines medicinales, por lo que es menos dañina que el tabaco’. Son todos artilugios con el objetivo de encubrir y olvidar los efectos negativos”., sostuvo. A su vez, Disanto advierte que el consumo está comenzando a una edad más temprana y eso se debe, fundamentalmente, a que hay un mayor acceso a las sustancias.