Si a la mayoría de los pasajeros del vuelo de ITA los invitaran a subir al estrado y hablar sobre cómo fue el viaje de Buenos Aires a Roma, el grueso de los viajeros diría “agotador”. El capitán del “Roberto Baggio “ -así fue bautizada la nave- no le erró ni medio segundo a su predicción. Anticipó 12 horas y 25 minutos y así fue. Lo que el hombre no iba a sumar a su discurso, porque es propio del cruce horario, es el jet lag: de Italia a la Argentina hay cuatro horas más de diferencia. Negativas, por cierto.
Es decir, habiendo pisado el aeropuerto romano de Fiumicino, multipremiado en Europa por sus servicios y categoría, sobre nuestros ojos pesaban unas persianas de concreto de 16 horas y 25 minutos finales. A no dormirse…
Lo normal de todo vuelo internacional continúa después de hacer tierra. Primer paso, migraciones; segundo paso, avanzar hacia el hall central y hacerte piquetes de ojos para no caer en la trampa del sueño. Es verdad que en el avión algo se duerme, pero por nada del mundo hay que caer en la tentación de rendirse ante el llamado de las poltronas de espera al nuevo check in rumbo a Doha. La idea es combatir el nuevo uso horario así la estantería corporal se acomoda de un solo tirón. A la brava.
*
Son las 7 de la mañana en Roma, una Roma que nos recibe recién salida de una ducha sin signos de haber sufrido una tormenta como las nuestras. Para el recuerdo quedarán los tres capítulos de turbulencia que hubo durante el cruce al Atlántico. Dos había anticipado el capitán antes de salir de Ezeiza. El tercero fue algo así como el bonus track, el extra crédito de la película cuyo mensaje marca lo que podría ser la continuidad en una siguiente presentación. En el aire, horas antes de cruzar territorio africano, el movimiento estuvo al borde de la comparación con los baches de la ruta 307 que va a los Valles. Pozo a pozo, el camino hacia Amaicha, por ejemplo, te mantiene con el Jesús en la Boca. Por miedo a romper el auto y por miedo a no saber reaccionar ante una situación límite. A casi siete kilómetros de altura sobre el nivel del mar, la sensación en el aire era similar. Los saltos fueron intensos, como si la meta fuese escalar el Everest sin máscara de oxígeno.
Recién a las 8 de la mañana comenzó a verse movimiento real en el aeropuerto. Las mesas y sillas de los diferentes bares empezaron a poblarse, así como la enorme y eterna grilla de partida de los vuelos a diferentes destinos del planeta. ¿Y el vuelo de Roma a Qatar a qué hora sale? 15.30, amigos.
Si de moda se trata, sobre los laterales del hall central de la estación fluyen marcas tales como Prada, Hermés, Dolce & Gabbana, Omega y la lista continúa. Llama la atención el local de Ferrari. No hay autos, solo ropa cara, zapatillas caras; todo caro. El pibe que atiende es buena onda, hincha de Inter dice ser, y se lamenta que no verá a su “Azzurra” en el Mundial. “De campeones de Europa a…”, baja el pulgar el amigo, y nos despide en un español bastante digno.
*
Se acercan las 10. El sector de fumadores ya es una kermés. Lo curioso es que entrás y no salís con olor a pucho. La filtración es tremenda. La mayoría de los que están en esa pecera son empleados de los locales comerciales. Deben mantener la etiqueta y es sabido que el olor a tabaco es casi un repelente.
Se acercan las 10.05. La lucha entre ojos abiertos y cerrados originó una grieta mental.
Se acercan las 10.10. La lucha entre ojos semiabiertos y casi cerrados es notable.
Se acercan las 10.15. La lucha entre ojos casi abiertos y completamente cerrados es titánica.
Se acercan las… Zzzz.