Por más que el equipo del “Vasco” Arruabarrena haya quedado a minutos de un repechaje mundialista, la sensación instalada en Abu Dhabi fue la de un entrenamiento con público. Pero de las prácticas también se sacan conclusiones. Y en las prácticas también hay belleza futbolera. En ese sentido la Selección aprendió a no defraudar y eso se debe a Messi, claro, pero también a Di María. El estado de gracia adquirido por Di María en el Maracaná se sostiene con la celeste y blanca y Emiratos Árabes Unidos (EAU) fue en parte víctima y en parte testigo privilegiado. Golazos, asistencia, enganches, cambios de frente… Y -al parecer- sin rastros de la lesión que lo venía complicando.
Puede que Arabia Saudita, rival el martes en el debut, guarde varios parecidos con EAU. Sería una buena noticia, un guiño del fixture que ayude a comenzar con el pie derecho, lejos de la frustración que hace cuatro años generó Islandia. “Hay que ganar el primer partido”, repiten desde el cuerpo técnico a los utileros, como un mantra. Será cuestión de provocarles a los saudíes lo mismo que padeció EAU: imposibilidad de soportar la presión argentina, impotencia para frenar los ataques y para seguirle el ritmo a un equipo que cuando encuentra precisión en velocidad se muestra letal.
Y eso que Messi le hizo un favor a EAU y jugó, para sus estándares, lo que puede llamarse “un partido normal”. Un Messi furioso y desatado habría hecho un desastre. Pero quedó claro en muchísimas acciones que no exigió a fondo la máquina, sobre todo cuando le doblaron la marca o lo anticiparon. En fin, haga lo que haga, Messi es el centro del espectáculo y Abu Dhabi fue una parada más del circo itinerante que comanda. No un circo de pueblo, sino el Cirque du Soleil en todo su esplendor. Apenas se aproximaba a un lateral la tribuna se venía abajo, ni hablar cuando recibía la pelota. Los organizadores ya saben que hay trabajo extra cuando está Messi, porque la tentación de meterse en la cancha para robarle un saludo es demasiado grande y -era previsible- volvió a suceder. El amor por Messi, sentimiento universal, nunca deja de conmover y mucho hablaremos de esto durante los próximos días.
A Scaloni, como a todos, debe dolerle en el alma que Lisandro Martínez sea suplente. Porque dejar en el banco a semejante jugador puede leerse como una muestra de poderío y de variantes, pero a la vez supone resignar una pieza con atributos de crack. El Martínez tiempista, heredero de aquella clase que portaban Hugo Villaverde y Juan Simón, cohabita con el Martínez capaz de armar juego. Asegura un primer pase vertical y al pie que rompe líneas y lanza al equipo. Será por esto que Scaloni le da vueltas a la línea de cinco, cuestión de alinear a Cuti Romero, Otamendi y Lisandro en el centro de la defensa. Otra opción -ya probada- es ubicar a Lisandro en el lateral izquierdo, la menos probable, máxime con lo bien que jugó Acuña (¿no es tan grave la pubalgia que padece entonces?). Y también puede ser volante central si el DT corre a Paredes a l lugar que dejó vacante Lo Celso. Hay mucho por analizar en este apartado.
EUA fue un sparring aplicado que le complicó la vida a Foyth -el más flojo del equipo- y exigió dos atajadones de Dibu Martínez. No mucho más. El pisotón a Messi fue la única mueca de fastidio que generó el anfitrión y seguramente le costará a Arruabarrena un berrinche de sus hijos. Tenía que cuidar a Messi, tal la exigencia familiar, y uno de sus hombres no le hizo caso. La salud de Messi es una preocupación nacional en estos momentos, y si los jugadores están engripándose por culpa del aire acondicionado es tiempo de subirle un par de grados. Messi se puso de pie rápido, sin darle tiempo a las arritmias colectivas. Pero el corazón argentino sigue latiendo al compás que va marcando. Y si contra EAU Messi jugó los 90 minutos, decisión propia, es para celebrar.
Pero regresemos a los “momentos Di María”, que ya pasaron a nutrir los top ten de noticieros y recopilaciones. El primero fue la definición del segundo gol, una exquisitez que en los pies de cualquier hijo de vecino termina con la pelota en la tribuna. Cuando Di María arquea el cuerpo y alcanza un balance perfecto el remate se transforma en caricia. El siguiente fue un pase de baile digno de futsal, gambeteando en milímetros. Como si no le costara, un poco flotando, otro poco en puntas de pie. No hay arquero que pueda descifrar ese movimiento digno del Bolshoi. Y después queda la pared con Messi para el cuarto gol, ejecutada a velocidad supersónica y en plena congestión del área. La ejecución de Messi, de derecha y cruzado arriba, no asombra porque es Messi. En los pies de cualquier otro sería conmocionante.
Scaloni anunció lo que venía diciéndose en susurros o puesto en boca de terceros. El peso de la temporada europea se nota en algunos de sus jugadores y está abierta la puerta para hacer cambios en la lista, movimientos que tienen el lunes como fecha tope. Acuña figuraba en esta nómina, pero contra EAU lo desmintió a puro rendimiento. De Tagliafico se dice que ya está mejor, superada una sobrecarga muscular. Lo mismo de Cuti Romero, cuidado al máximo para que llegue óptimo al martes. Lo mismo con Lautaro Martínez ¿Y entonces? Los “tocados” siguen siendo Nico González, “Papu” Gómez y Dybala, excluidos en Abu Dhabi hasta del banco de suplentes.
Contrariando esta necesaria táctica de medir y preservar fuerzas, De Paul arremete sin distinción de prácticas ni de amistosos. Llega al Mundial con demasiada farándula encima y marcado por el fracaso de su equipo -Atlético de Madrid- en la primera mitad de la temporada europea. En el club De Paul está viviendo una experiencia inédita para él: lo silbaron y es resistido. Contra EAU no se notó nada de eso. Fue el De Paul de siempre, ese que recogió la posta de Mascherano para convertirse en el corazón del equipo. Hay que ver la manera en la que cobijó a Julián Álvarez y a Joaquín Correa, quienes abrieron y cerraron la goleada respectivamente. En los brazos de De Paul ambos encontraron el reconocimiento. El saludo de Messi, recibido con respeto reverencial, es otra cosa. Una especie de unción.
El técnico casi no dio indicaciones. Fue un Scaloni contenido, flanqueado por sus escuderos Aimar y Samuel en la comodidad del banco. Mirando mucho y hablando poco. Probó la línea de cinco en el segundo tiempo, movimiento que debe tomarse con pinzas quirúrgicas porque Molina debió ocupar la banda izquierda con el perfil cambiado y al trío central (Foyth-Pezzella-Lisandro) difícilmente lo veremos en el Mundial. Rindió mucho mejor el equipo con su esquema clásico. Pero vino bien el ensayo; a fin de cuentas, si no era contra EAU en Abu Dhabi… ¿cuándo?
El plantel ya partió para instalarse en el búnker único y definitivo, el de la Universidad de Qatar. Le quedan cinco días de entrenamientos, un lindo margen para seguir aceitando el motor y definir, de una vez por todas, quién se queda y si alguien, víctima de alguna lesión, deberá marcharse. Difícil imaginar una noticia más amarga para un jugador. Mejor pensar en la felicidad que transmite Messi, magnético por donde sea que transite. Y en la belleza, por supuesto. Belleza como la que conjuró Di María, con más pinta de hechicero que de clon de Kafka, para recordarnos en la noche de Abu Dhabi por qué nos gusta tanto el fútbol.