“Fideo” Di María: el Ángel de la bicicleta

“Fideo” Di María: el Ángel de la bicicleta

Cuando parecía decidido a abandonar el fútbol, su madre lo convenció de que lo intentara una vez más: y así, logró construir una brillante carrera que lo llevó a brillar en algunos de los clubes más importantes de Europa y a formar sociedad con Messi

 EL RENACIDO. Di María atravesó momentos muy difíciles en la Selección. La tribuna lo declaró prescindible, pero él se remedió con grandes actuaciones y goles importantes. EL RENACIDO. Di María atravesó momentos muy difíciles en la Selección. La tribuna lo declaró prescindible, pero él se remedió con grandes actuaciones y goles importantes.
14 Noviembre 2022

Daniel Merolla

AFP

Tanto pedaleó su madre para llevarlo en bicicleta a jugar que al pequeño Ángel Di María no le quedó más remedio que ser un astro del fútbol y el gran socio de Lionel Messi en la Selección, otra vez en las puertas de un Mundial, el de Qatar 2022.

“Imaginen a una mujer (Diana) andando en bicicleta por todo Rosario (ciudad natal), con un pibe atrás y una nenita adelante (su hermana Vanesa), más un bolso con los botines, bajo la lluvia, con frío, de día y de noche. Siempre pedaleando”, relata el jugador de 34 años una historia clave de su vida.

Aquel flaquito desgarbado, de apariencia frágil, a quien no podía caberle otro apodo que “Fideo”, terminó construyendo una luminosa carrera en clubes europeos.

Había emigrado desde su querido Rosario Central, semillero rosarino de cracks al igual que su archirrival Newell’s, que tuvo a Messi de niño sin poder conservarlo.

“Fui a Central por mi mamá. Ella fue la que me bancó siempre”, evoca Di María, que en Europa se cansó de meter goles, asistencias y levantar copas de todos los colores.

Pasó por Benfica, Manchester United, Real Madrid, París Saint-Germain y ahora hace sus diabluras en la Juventus.

Su padre, Miguel, era repartidor de carbón. Por allí anduvo Ángel de ayudante, tiznado de negro en la cara, las manos, la ropa. Era un adolescente cuando lo fichó Central.

“Pagaron 25 pelotas por mí a Torito, mi club de barrio”, recuerda con humor. Pero no daba pie con bola, no lograba despegar.

El padre le dio el ultimátum: o trabajaba con él, o terminaba la escuela o probaba con la pelota un año más. La familia necesitaba el dinero. Fue Diana la que dictó sentencia: un año más apostando al fútbol. “Por eso yo al fútbol le debo todo”, afirma.

Goles voladores

Una frase lo define: “me gusta más dar un pase decisivo que marcar un gol. Mi felicidad es poder asistir”.

Pero dos goles suyos entraron en la historia grande de Argentina de emboquillada. Dos exquisitos globos, con un toque de distinción de su botín izquierdo.

Uno fue a Nigeria (1-0) para ganar el oro en los Juegos Olímpicos de Pekín-2008 con la Sub-23. El otro a Brasil (1-0) en el Maracaná para ganar la Copa América 2021 y cortar con la sequía de títulos de 28 años que perseguía a la Albiceleste. “No las pienso. Es más fácil definir a un costado. Pero no sé por qué lo hago”, admite risueño.

Di María está casado con Jorgelina Cardoso, otra mujer influyente en su vida. Ella salía en los medios a defenderlo cuando los hinchas lo defenestraban por las derrotas y su mala suerte con las lesiones. “Ella me banca siempre. Soy tímido, pero en casa, en el vestuario, con los amigos, soy divertido, un poco loco, me gusta disfrutar la vida”, revela.

Su talentosa locura la contaba Diego Maradona, cuando era su DT en el Mundial de Sudáfrica-2010. “¡Vos no sabés lo que es el Fideo! Es un fenómeno con la pelota. Te asombra el manejo, la habilidad”, lo elogiaba.

No era suficiente. Al equipo lo eliminaban o perdía en las finales. Las copas América y las del Mundo quedaban en otras manos. En la Selección le bajaron el pulgar. Ya ni siquiera lo llamaban, tenía la tribuna en contra. Por eso, la noche del gol a Brasil no olvidó los pesares: “mucha gente nos decía que no volviéramos, pero me seguí dando la cabeza contra la pared. Gracias a Dios, se dio”.

Corazón albiceleste

El hombre que celebra el gol con los dedos curvados en forma de corazón armó una sociedad futbolera con Messi. Lo relata “Fideo”: “con todo el tiempo que llevo con él, todavía me pasa eso de ¡uh se la pasé mal! Eso porque es el mejor del mundo. Es raro que te yerre un pase. Pero siento que encontró en mi a un socio”.

Su amor por la Albiceleste es incondicional: para mí es lo único, lo máximo. Lo que hago en un club es para poder estar entre los 11 de la Selección”.

“Cada vez que entro a una cancha se me pone la piel de gallina. Es jugar por la camiseta, jugar por los 47 millones de argentinos”, reafirma el Ángel de la bicicleta.

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