A veces la palabra exacta tiene tanta importancia como en los conjuros mágicos, en las leyes o en los fallos judiciales. Si el “abracadabra” de una fórmula mágica fuera mal dicho pueden llegar a causar efectos rarísimos y hasta contrarios al augurado.
Hay otros casos que son más curiosos, pero no menos sagrado, por ejemplo: las leyes. Las leyes tienen fórmulas precisas, interpretables no equívocas. Si ellas provocan una contradicción se puede llegar también a destinos no deseados. Generalmente, esos vacíos legales terminan derivando en profundísimos agujeros negros a los que no les queda otro lugar de llegada que la Justicia.
En este ineluctable espacio de poder se deciden las controversias a través de los fallos. ¡Qué curioso e impactante nombre le dan a sus decisiones! Fallar además de decidir o sentenciar, también significa o implica equivocarse. Los fallos, entonces, no sólo se deben ajustar a un texto, sino que van convirtiéndose en el sedimento una conducta legal, una extraordinaria maquinaria de redes de acuerdos y normas. Por eso cualquier fallo debe ser una elaboración minuciosa factura minuciosa, especialmente aquellos que son efectuados por las cortes. Son ellas las que traccionan hacia un lugar determinado no sólo las conductas sino también las posibilidades futuras.
El poder político es quién decide quiénes serán los elegidos para que las personas que “fallen fallen” (es importante la redundancia) lo menos posible. Ellos eligen a los magos. Si deciden poner a un mago inútil o inidóneo el fracaso estaría asegurado.
En el caso de la Corte ellos no pueden entender ni descifrar todas las fórmulas mágicas y para eso tienen a su alrededor a quiénes puedan relatar correctamente las ideas o decisiones que los vocales tomen.
En estos días que ya no volverán a vivirse nunca más, los inquilinos y los fantasmas que habitan los pasillos más altos de los Tribunales han empezado a volverse monotemáticos o bitemáticos para ser más precisos. De lo único que se hablaba era cuándo y cómo se trasladaría el acuerdo salarial del poder Ejecutivo al Judicial y obviamente del planteo de Juan Manzur –y de Antonio Raed- a la Corte.
En estas aguas procelosas navegan muchos estudiosos que rodean a la Corte. No va ser la primera vez que ingresan a estos incómodos laboratorios en busca de justificar cuestiones que en verdad no merecerían el más mínimo análisis porque precisamente no se ha producido ningún hecho jurídico: ni Manzur es aún candidato ni nadie ha dicho que el jefe de Gabinete no puede postularse a vicegobernador. Sin embargo, deberán encontrar razones, jurisprudencias para justificar este planteo.
Por eso no hay dos frases que golpearon fuerte a algunos interlocutores que suelen caminar con asiduidad los pasillos. Una es la más preocupante pero la menos difícil. “Nadie se va a animar a pegarle una cachetada a Manzur”. Eso implicaría subordinar las ideas y los valores jurídicos al poder omnímodo de una persona. No importa lo que se estudie o se diga o se analice bajo el prisma del derecho. Ya lo hicieron en otros tiempos cuando el alperovichismo no era mala palabra.
La otra frase que se escuchó aunque tampoco es la primera vez, es, en realidad, una queja: “nos piden que hagamos helado de pollo”. Dicho esto en boca en de un maestro heladero suena a una investigación desafiante que puede terminar en un éxito o en un grave fracaso comercial.
Pero, aquellas palabras expresadas por un jurista o cuasi jurista se convierte en la confirmación de que tienen que hacer algo asqueroso, sin sentido y lo que es peor: se trata de encarar algo de lo que nadie pretende presumir. Una sentencia tiene la ambición de ser justa pero también de acercarse al arte. Es un trabajo que no sólo pueda ser admirado sino también convertirse en una referencia a la que todos citen. El helado de pollo está lejos de llegar a eso.
La receta
El helado de pollo en este caso se parece más a un conjuro mágico. En primer lugar se debe realizar con algunos ingredientes imaginarios. No hay hecho o caso jurídico al no haber candidato y al no existir quién se oponga a la postulación de Manzur. Al mismo tiempo, uno de los ingredientes concretos huele a acción de amparo, pero tiene gusto a acción declarativa de certeza. ¡Tamaño desafío para los relatores! Sería como hacer que un helado huela a limón pero tenga gusto a frutilla.
Para realizar un buen helado de pollo los cocineros deberían buscar las distintas recetas que andan dando vueltas. A partir de allí elegir la mejor o tal vez la más adecuada para los tiempos y para esta geografía. Una de esas recetas podría ser el fallo de la Corte Suprema de la Nación cuando la vicepresidenta Cristina Fernández presentó una acción declarativa de certeza para saber si podía sesionar virtualmente en tiempos de pandemia. Al igual que en este caso, no había un hecho ni alguien había planteado la controversia. Por eso motivo, Carlos Rosenkratz ni opinó. Dijo que no había caso y por lo tanto se rechazaba la acción. Los otros ministros de la Corte manifestaron que si bien no había un hecho judicial ni una controversia, estaba claro que se podía sesionar o hacer lo que la autoridad del Senado disponga. Tal vez esa sea la mejor receta de helado de pollo que podrían hacer en Tucumán ante el deseo de Manzur –y de Raed- de que les digan algo al respecto.
175 es más que 90
A veces también depende de la calidad de los ingredientes para elaborar el producto y para que salga bien. En Río Negro por ejemplo el artículo 175 de la Constitución dice: “El gobernador y el vicegobernador pueden ser reelectos o sucederse recíprocamente por un nuevo período y por una sola vez. Si han sido reelectos o se han sucedido recíprocamente, no pueden ser elegidos para ninguno de ambos cargos sino con un período de intervalo”. Si se lee literalmente, en Río Negro hicieron mejor las cosas. Es más claro que el artículo 90 de la Constitución tucumana: “El gobernador y el vicegobernador duran cuatro años en sus funciones y podrán ser reelectos por un período consecutivo. El vicegobernador, aún cuando hubiese completado dos períodos consecutivos como tal, podrá presentarse y ser elegido gobernador y ser reelecto por un período consecutivo”. Según Raed –y por lo tanto Manzur- la Constitución es clara y no dice nada que le impida a Manzur ser candidato a vice. Entonces, ¿para qué hizo la presentación? Pero más grave aún es que Raed confesó que muchas cosas en la constitución se hicieron pensando en José Alperovich, gobernador de aquel momento. Raed y compañía eran los hechiceros que hacían magia para José no para todos los tucumanos. Tal vez por eso su “abracadabra” necesite pócimas de helado de pollo para que puedan validarse.
Apareció el copiloto
Ayer, último 12 de noviembre de 2022 de la historia, la siesta tucumana se había puesto insoportable. Las nubes empezaron cruzar el cielo hasta dejarlo apagado. No sirvió de alivio para la tórrida jornada. Los dos protagonistas sudaban la gota gorda. Uno, mucho más alto que el otro, estrujaba el mate. El otro tomaba sorbitos de café. Una casa de Yerba Buena era testigo de una decisión que se venía charlando aunque entre los silencios de uno y los dialogados encuentros del otro no había puntos de encuentro. Uno dudaba y el otro empujaba.
Finalmente, cuando el agua del termo se había enfriado y la borra de café no era capaz de predecir el futuro inmediato, quedó claro que Juntos por el Cambio que hasta ese momento tenía tres candidatos a gobernador podía quedarse con dos. Sebastián Murga, referente de Creo, acaba de darle la mano a Roberto Sánchez acordando ser el candidato a vice de una fórmula para competir en las internas.
El radical apenas selló la decisión tenía llamados de todos lados sugiriéndole que mañana lance su precandidatura a gobernador sin decir quién lo acompañaría. Sin embargo, la respuesta esta vez no fue el silencio sino la confirmación de que Sebastián Murga iba a ser el copiloto para esta carrera.
Cuando ambos corredores se presenten en sociedad seguramente dirán que aceptaron el desafío del intendente de la Capital Germán Alfaro y que están dispuestos a ir a internas. Pero la palabra interna ha dejado de ser un vocablo autónomo. Necesita de un adjetivo que lo defina y ese complemento es: abiertas o cerradas. La ley indica que deben ser cerradas. Sin embargo, la preocupación de Sánchez y su equipo de boxes siempre fue la necesidad de que fueran abiertas. Ese será el primer punto de discusión que puede darse con Alfaro. Si bien el intendente aceptó esa opción dejó en claro que la norma dice lo contrario y que haría falta un gran acuerdo para aceptar las internas abiertas. El binomio Sánchez-Murga argumentará que la propuesta fue de Alfaro y buscará algún artilugio jurídico para esquivar la palabra de la ley.
Tanto unos como los otros saben que la única forma de triunfar es agrandando la base de Juntos por el Cambio. Por eso, a los partidos que ya están en la coalición buscarán sumar a Fuerza Republicana e incluso a la estructura de Federico Masso. Sería todo un desafío para la química lograr unir el agua con el aceite.
El acuerdo de la fórmula Sánchez-Murga para competir en las internas no puede quedarse en quiénes manejarán el auto. Los bastiones ahora serán la capital, fuerte que ante esta embestida Alfaro nunca cederá y que sus ahora rivales podrían ofrecerle a Ricardo Bussi. Para el legislador mileista puede ser tentadora la oferta, aunque ya les ha perdido confianza a algunos interlocutores del radicalismo. Pero si esta hipótesis avanzara, Sánchez ya debe estar viendo algunas filtraciones en el cárter de su vehículo. Tanto José María Canelada como su madrina Silvia Elías de Pérez van a poner el grito en el cielo al ver que se esfuma la posibilidad de que el legislador se convierta en aspirante a lord mayor.
Seguramente, sobre estas cuestiones, Sánchez se llamará a silencio. Hasta ahora le viene dando resultado esa estrategia que aunque debilita su capacidad de decisión pone demasiado nerviosos a quienes esperan sus respuestas. Cuestiones parecidas caerán como un juego de dominó con los demás distritos.
La cercanía de acontecimientos distractivos como el mundial de fútbol y del mismísimo fin de año ha acelerado no sólo el pulso de la política sino también de las decisiones. Como en la magia, o en las leyes, o en las sentencias las palabras exigirán precisiones para que nada falle.








