Todavía no empezó y Qatar 2022 ya es el Mundial de Lionel Messi. Figura excluyente del universo fútbol, reinando mientras Neymar, Mbappé y Cristiano anhelan un trono que -hasta aquí- se mira y no se toca, Messi absorbe la presión con una naturalidad que todo lo explica. Él es así. Pero a diferencia de Mundiales anteriores, incluyendo la pesadilla rusa, este es un Messi liviano. Sabedor de que todas las miradas lo enfocan, claro, pero con miles de kilos menos sobre los hombros desde que la final de la Copa América lo hizo definitivamente feliz. Desde Tucumán a Bangladesh el ritual de la pasión mundialista se seguirá a rajatabla, pero con un aire casi místico cada vez que Messi pise la cancha. La figura de Messi se multiplica alrededor del globo y las camisetas con su nombre se pasean desde el Tibet hasta Canadá, del corazón de África hasta la gélida Escandinavia. En toda pretensión de análisis futbolero, Messi y sus prestaciones condicionan lo que vaya a suceder en Qatar. Esa es la realidad de la Selección.
Dice Messi que siente una energía similar a la de Brasil 2014. Ojalá. La messidependencia no es la marca de fábrica de la Scaloneta, más bien hay una estructura en la que Messi se inserta con extrema libertad. Punto a favor del cuerpo técnico. Y si bien Argentina no cuenta con cerebros a la altura de Iniesta y de Xavi, sí presenta un grupo de muy buenos jugadores, capaces de conseguir lo que tanto se necesita: proporcionarle a Messi un sistema que le permita explotar y a la vez descansar. Ese sistema viene evolucionando y alcanzó su punto máximo contra dos rivales top: Brasil e Italia. Y en ambos casos en partidos definitorios, con copas en juego.
Esa liviandad -entendida como paz espiritual y gesto zen- que Messi disfruta en la Selección se alimenta también de un clima positivo. Argentina, milagro contemporáneo, aterriza en Qatar sin grietas ni polémicas. Se sabe que antes del Mundial de México el plantel estaba fisurado y que los jugadores armaron un cónclave en Barranquilla donde dejaron explotar la bomba para acordar luego una tregua. Así tejieron el proceso que los llevó a dar la vuelta olímpica en el estadio Azteca. No es este el caso; no hay subgrupos ni incendios en ciernes en la previa, una rareza si reconocemos lo mucho que nos gusta sufrir haciéndonos fuertes en la adversidad. Será que también puede construirse una épica desde la armonía. En Qatar, Messi y los suyos tienen la posibilidad de demostrarlo.
FORTALEZAS
1- EL AS DE ESPADAS. Argentina juega la carta por quinta vez. En Alemania apenas debutaba en el mazo; en Sudáfrica se diluyó, por más que Diego empujara desde el banco; en Rusia ni siquiera pasó del envido; en Brasil estuvo a punto de cantar victoria. Todo esto forma parte de ese “método Messi” tan determinante en el devenir del fútbol argentino de los últimos 15 años. Messi y la Copa del Mundo mantienen una cuenta pendiente. ¿Cuándo podrá saldarse? Es ahora. Ambos lo saben.
2- CHAU MOCHILA. Aquel “Maracanazo II” destrabó el nudo más grande y engorroso al que se mantenía atada la Selección. Sequía de títulos multicausal, suerte de maldición gitana que ni el propio Messi parecía capaz de conjurar. Hasta que el gol de Di María y la vuelta olímpica en Brasil cambiaron las energías y las sensaciones. Con la cabeza despejada, sin cadenas históricas que arrastrar, Argentina se da el gusto de ir al Mundial con la frescura de un nuevo comienzo.
3- HAY EQUIPO. Este es el punto clave. Hay una formación que en un 90% sale de memoria, con una idea de juego capaz de trascender las fluctuaciones propias de un partido. Hay una columna vertebral (Dibu Martínez-Cuti Romero-Otamendi-Paredes-De Paul-Messi-Di María-Lautaro Martínez) y piezas valiosas que la complementan y la potencian. Eso es porque detrás del equipo asoma la fortaleza del plantel. El invicto interminable es consecuencia, no causa de este hallazgo.
4- EL LIDERAZGO ENCONTRADO. Lionel Scaloni estuvo en el lugar indicado y en el momento justo. Le ofrecieron el cargo y dijo sí. Dijo sí a una Selección que era un hierro candente y a la que muchos DT prestigiosos le estaban dando la espalda. La decisión -contratar a un entrenador novato- podía ser un pleno o una catástrofe para la AFA. Salió bien. Scaloni, sagaz para rodearse con la gente apropiada (Aimar-Samuel-Ayala), se reveló como un líder. Nada menos.
5- MIRANDO EL PANORAMA. La montaña rusa como metáfora de lo que es un Mundial lo explica todo. Es tan amplio el margen de imprevisibilidad que tanta conjetura se va al tacho por culpa de un penal mal pateado. Pero la cuestión es que no hay cucos rumbo a Qatar. Hay, eso sí, poderosos rivales, como siempre. Ninguno con aura de invencible. Ni siquiera Brasil y su constelación de delanteros. ¿Por qué no, entonces, esta Argentina?
ATENTOS A ESTO
1- EL HOMBRE Y SU CIRCUNSTANCIA. Messi llegó a Rusia con la edad justa, en su plenitud futbolera. Y la historia, que pintaba virtuosa, se torció hasta desbarrancar feo. Desde que erró el penal contra Islandia, Messi sólo emergió de la sombra para marcarle un golazo a Nigeria. El resto -antes, durante y después de los partidos- transitó como un fantasma por el Mundial. Estamos viendo a un Messi feliz y motivado en la previa de Qatar. Hay que cuidarlo. No tropezar otra vez con aquella horrible piedra.
2- LA CURVA DE RENDIMIENTO. Mil veces se contó la saga de la Selección de Bielsa y de su naufragio japonés en 2002. Uno de los motivos de esa debacle fue la certeza de que el pico de rendimiento del equipo se había alcanzado antes y que al Mundial el plantel llegó lejos de sus mejores prestaciones físicas y mentales. Cuidado con este punto; que la Copa América y la “finalissima” con Italia no hayan sido el límite, sino etapas cumplidas como parte del camino para hacer cumbre en Qatar.
3- EL PESO DEL DEBUT. Son muchos -mayoría- los que juegan un Mundial por primera vez. Y en puestos claves, como el arco (Dibu Martínez), el corazón de la defensa (Cuti Romero), el eje de la media cancha (Paredes-De Paul) y el centro del ataque (Lautaro Martínez). Todos titulares y portadores del ADN de la Scaloneta. Será fundamental que la vieja guardia, con Messi a la cabeza, los apuntale dentro y fuera de la cancha para que la responsabilidad no los desborde.
4- EL FACTOR FÍSICO. Hay varios “tocados” en la lista, esperable teniendo en cuenta el pleno fragor de la temporada europea. Es además una ley pareja para todas las selecciones (aunque “mal de muchos...”). De todos modos, Di María, Paredes, Cuti Romero y -sobre todo- Paulo Dybala llegan a Qatar sin el anhelado 100%. Hasta Messi anduvo cuidándose por una inflamación en un tendón. Y en un Mundial no hay margen para guardarse algo. Aquí radica, en gran medida, la posibilidad del éxito.
5- HAY QUE GANAR EL PRIMER PARTIDO. No es una perogrullada, esos puntos son determinantes para la tabla y para el espíritu y con nuestra tendencia a subestimar al resto del mundo los lamentos quedan a la vuelta del fixture. Desde la derrota a manos de Bélgica en el debut de 1982 al empate con Islandia hace cuatro años, quedó claro que un mal resultado en el debut terminó condicionando a la Selección. Por eso, contra Arabia Saudita, debe ser palo y a la bolsa.