La crisis climática ha calado en la Argentina. Y esta afirmación no se basa en percepciones, sino en evidencias científicas. El Servicio Meteorológico Nacional (SMN) acaba de dar a conocer su reporte preliminar del clima, que sirve como insumo para el Plan de Adaptación y Mitigación al Cambio Climático que el Gobierno nacional presentará en la COP27, que por estos días se celebra en la ciudad de Sharm El Sheikh, Egipto.
Una ola de calor tan extensa geográficamente y tan prolongada temporalmente como nunca antes se había visto. Uno de los años más secos jamás registrados desde 1961. Un invierno inusual. Y una temperatura media superior a la normal en seis estaciones de la Antártida. Esos son algunos de los registros más destacados que relevó el organismo desde enero y hasta septiembre de 2022.
Se trata del primer reporte que, de manera oficial, recoge y analiza los eventos climáticos ocurridos este año año. A continuación, las principales conclusiones del informe.
- 2022, en el puesto 21 de entre los años más fríos desde 1961. La temperatura media del país fue levemente inferior a la normal con respecto al período climatológico de referencia. Desde 2007 que no se observaba un tramo de enero a septiembre con anomalías negativas.
- Olas de calor extremas y sin precedentes. En el verano 2021/2022 ocurrieron las tres primeras olas de calor de la temporada, con un evento sin precedentes que afectó a gran parte del país entre el 6 y el 26 de enero. Esta fue una de las olas de calor más extremas debido a su extensión (72 % del territorio nacional) y duración (hasta 14 días). 24 localidades batieron récords históricos de temperaturas extremas.
- Temperaturas más altas en la Antártida. La temperatura media en lo que va de 2022 fue superior a lo normal en las seis estaciones antárticas. Además, las estaciones Belgrano II y Carlini alcanzaron sus máximos absolutos.
- Otoño e invierno con condiciones más frías que las habituales. Hubo eventos de olas de frío intensas entre mayo y julio que afectaron parte del centro y del sur del país. El segundo episodio fue el más extenso e impactó en gran parte de la Patagonia, Buenos Aires y Córdoba. El último, que fue más localizado sobre el sur patagónico, resultó ser de los más intensos y prolongados para la ciudad de El Calafate.
- Sequías. Hasta septiembre, el 2022 se posiciona en el puesto 18 de los años más secos desde 1961. 11 localidades del centro del país tuvieron récords de precipitación acumulada mínima. Entre enero y febrero prevalecieron condiciones de sequía extrema en el norte del Litoral. Y desde mayo se experimenta una sequía moderada a severa en el centro del país.
- La Niña, interminable. Los últimos datos confirman que este patrón climático, que se está viviendo actualmente, persistirá por lo menos hasta fin de año. De ese modo, se convertiría en el primer episodio triple de este siglo, al presentarse por tercera vez consecutiva en la temporada primavera/verano del hemisferio sur. Se trata de un hecho excepcional que hasta el momento solo había ocurrido en dos ocasiones desde 1950.
Pero, ¿en qué consiste este fenómeno? La Niña produce un enfriamiento a gran escala de las aguas superficiales de las partes central y oriental del Pacífico ecuatorial. También incide en la circulación atmosférica tropical de los vientos, en la presión y en las precipitaciones. Esto impacta en el clima de vastas regiones del planeta. En la Argentina, conlleva sequías. En contraposición, El Niño acarrea lluvias.
- CO2 y metano. Los registros de dióxido de carbono y metano muestran un incremento constante en el transcurso de los años. Siguiendo la tendencia mundial, ambos gases aumentaron su concentración a lo largo de 2022. No obstante, los valores medidos por el SMN fueron menores a las concentraciones medias globales registradas por la Oficina Nacional de la Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés). Por otra parte, las mediciones de radiación ultravioleta resultaron muy cercanas al promedio histórico en Buenos Aires y en Ushuaia, y levemente superiores en Mendoza e inferiores en Marambio.
Mientras tanto, la 27ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27) ha arrancado hace unos días en Egipto, y se prolongará hasta fines de este mes. Se trata de la reunión anual más importante de Naciones Unidas. Allí, delegados de casi todos los países negocian los objetivos mundiales de la lucha contra el calentamiento. En concreto, se presentan los planes y se informa sobre los progresos. En la cita de este año, los miembros intentarán poner en la agenda la responsabilidad de las naciones ricas.
Este encuentro se celebra en una ciudad diferente cada vez para demostrar la importancia de la coordinación mundial. El año pasado el convite tuvo lugar en Glasgow, Escocia. Allí se fijaron nuevos objetivos; ahora, dialogarán sobre qué harán para cumplirlos.
Básicamente, el levit motiv consiste en disminuir la emisión de gases de efecto invernadero en pos de que el calentamiento no siga su curso hacia arriba. Para ello, el único camino es la conversión de las energías fósiles a energías renovables. Un último informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) destaca la distancia que hay entre las aspiraciones y la realidad climática. Y advierte que, de no adoptarse medidas ambiciosas, las consecuencias físicas y socieconómicas del calentamiento global serán devastadoras.
En concreto, el estudio titulado Unidos en la Ciencia plantea que las concentraciones de gases de efecto invernadero continúan creciendo. Y han alcanzado nuevos máximos. "El descenso temporal de las mediciones de combustibles fósiles que se produjo durante los confinamientos de 2020 fue un espejismo. Actualmente, se superan los niveles previos a la pandemia de coronavirus", se lee en un texto de la ONU dado a conocer cuando se presentó la investigación de la OMM, en la antesala de la cumbre de Egipto.
En estos momentos, el calentamiento está en unos 1,1° y el objetivo del Acuerdo de París, firmado en 2015, es que el incremento se quede este siglo por debajo de los 2°. En este último informe también se indica que la ambición necesaria para alcanzar los compromisos de reducción de emisiones para 2030 debe ser siete veces mayor a lo que se ha señalado hasta ahora
El año más caluroso registrado desde 1850 fue 2016, cuando se superaron los 1,2°. Los responsables del calentamiento presente y del que afrontarán nuestros hijos y nietos son los gases de efecto invernadero, que permanecen en la atmósfera durante décadas o siglos. El dióxido de carbono, por ejemplo, resiste cientos de años; el metano se degrada en un par de décadas.
El último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, el panel internacional de científicos climáticos que trabajan bajo el paraguas de la Organización de las Naciones Unidas) pronostica que la barrera de los 1,5° se superará de forma estable en la década de los años cuarenta de este siglo, debido a los gases que ya se han emitido. El escenario que algunos investigadores consideran óptimo es que se sobrepase temporalmente la marca de 1,5° para luego bajar un 75 % hasta 2050.
Ya se están observando cambios en todas las regiones de la Tierra. Muchos no tienen precedentes en miles de miles de años. Y algunos, como la suba continua del nivel del mar, no podrán revertirse hasta dentro de varios siglos o milenios.
En ese informe del IPCC, 234 investigadores de 66 países coincidieron en que hemos llegado a un punto de no retorno: hagamos lo que hagamos, será inevitable quedarnos en ese 1,1°. Y a menos que las emisiones de gases de efecto invernadero se reduzcan de manera inmediata, rápida y a gran escala, limitar el calentamiento incluso a 2° centígrados será un objetivo inalcanzable. Los cálculos indican que con un calentamiento global de 1,5° centígrado aumentarán las olas de calor; se alargarán las estaciones cálidas y se acortarán las estaciones frías; mientras que con un calentamiento de 2° centígrados esos episodios de calor extremo alcanzarían umbrales de tolerancia críticos para la salud.
Así las cosas, la COP27 tendrá lugar en un contexto complejo y desafiante. Y no sólo por la realidad climática (además de lo que hemos vivido los argentinos, en los últimos meses un tercio de Pakistán ha quedado bajo el agua; Europa ha tenido su verano más caluroso en 500 años; las sequías han devastado el Cuerno de Africa y California ha estado sumida en incendios), sino por la guerra de Putin contra Ucrania, que ha dejado a millones de personas enfrentándose al hambre y ha puesto de manifiesto la fuerte dependencia de las fuentes de energía rusas.
Llegado este punto, ¿cuáles son los objetivos de máxima de esta cumbre? Se espera, básicamente, financiación. En 2009, las naciones ricas (que son las principales responsables de la crisis climática) se comprometieron a movilizar 100.000 millones de dólares anuales en financiación climática para 2020 con el fin de apoyar a las naciones vulnerables en la mitigación y en la adaptación. Ese dinero no se ha visto aún.