Actualmente más de 3.000 millones de personas (casi el 40% de la población mundial) no pueden permitirse una alimentación saludable. Y los niños y adolescentes no son ajenos a este escenario. “Al encontrarse en un periodo de crecimiento, durante la infancia los requerimientos nutricionales son mayores. Esto hace que deban incorporarse alimentos de calidad que permitan al organismo hacerse de los nutrientes necesarios. A este panorama se le suma la alta disponibilidad de alimentos procesados hipercalóricos, poco nutritivos, con alto contenido de grasas, azúcares y sal, que enfrenta a los chicos a un patrón alimentario rico en calorías y pobre en micronutrientes, como las vitaminas y los minerales”, explica la licenciada Rosana Maidana, especialista en nutrición pediátrica y miembro del equipo del Módulo de Nutrición Pediátrica de En Casa Córdoba.
En Argentina los datos de la Encuesta Nacional de Nutrición y Salud 2 indican que el 41 % de los chicos de entre 5 y 17 años presenta sobrepeso y obesidad en una proporción de 21% y 20% respectivamente, sin diferencias por nivel socioeconómico. En el caso del indicador de obesidad, arroja mayor prevalencia en varones respecto de las mujeres.
El relevamiento también evidencia que los menores consumen un 40% más de bebidas azucaradas, el doble de productos de pastelería y snacks y el triple de golosinas respecto de los adultos. A su vez, el patrón alimentario es siempre menos saludable en los grupos de bajos ingresos.
“Los datos de consumo confirman que el patrón alimentario se encuentra lejos de las recomendaciones nutricionales saludables según la edad para permitir el óptimo crecimiento y desarrollo durante la infancia. Debemos promover un abordaje nutricional de manera familiar y logrando la incorporación de hábitos que sean sostenibles a lo largo del tiempo a través de la educación alimentaria. Los niños que comen de manera habitual en familia tienden a hacerlo de manera más saludable, incluyendo más frutas, verduras y carbohidratos complejos en su alimentación, y evitando el picoteo entre horas. Pero, sobre todo, lo más importante de comer en familia es el ejemplo. Cuanto más pequeños, los niños sienten una especial admiración por todo lo que los padres hacen, por lo que, si nos ven comer algo, su actitud ante ese alimento será positiva”, comenta la especialista.
“Los cambios de hábito deben involucrar a toda la familia. De esta manera se hace sostenible. El niño no debe asociar que come de tal forma porque está enfermo. Los chicos no solo deben bajar de peso, sino que deben poder expresar todo su potencial de crecimiento y desarrollo a través de una adecuada alimentación. Para lograrlo, tanto ellos como sus familiares, deben conocer e incorporar herramientas y recomendaciones que les permitan elaborar una alimentación variada, equilibrada y personalizada, que respete gustos y costumbres familiares”, agrega la licenciada Maidana.