“Buen día, padre, permiso, me voy a asomar a su habitación”, avisó Antonia Palma, la mujer que limpiaba la casa parroquial del padre Oscar Juárez, la mañana del 15 de julio de 2020. La escena que se encontraría momentos después no hubiese cabido nunca en su imaginación: el sacerdote estaba tirado en el piso, muerto y con una cinta pegada en la boca.
La mujer lo recordó ayer cuando declaró como testigo en la primera audiencia del juicio que tiene como acusado a Jorge Leonardo Herrera. Según la investigación que hizo la ex fiscal Adriana Giannoni, este le asestó al sacerdote 14 puñaladas que le produjeron la muerte. Por eso le imputó el delito de homicidio agravado con alevosía, ensañamiento y criminis causae.
Herrera tiene 34 años y está preso desde pocos días después del hecho. Su madre, Norma Velardez, era la secretaria del religioso y una persona de confianza para él. Además, vivían a la vuelta de la parroquia San Martín de Porres, ubicada en la esquina de San Martín y Castro Barros. Ayer el imputado tuvo la oportunidad de declarar en la apertura del juicio, pero prefirió no hacerlo. Durante toda la audiencia se lo vio callado y tranquilo, sentado junto a su abogado defensor, Manuel Pedernera.
La principal hipótesis es que Herrera pretendía robarle al cura U$S 60.000 que este tenía ahorrados. Sin embargo, la noche anterior a su muerte, Juárez había ido hasta la casa de su hermano José Bautista y le pidió que le guardara el dinero. “Tomá, contalo”, le dijo. En el juicio, el hombre recordó que, al día siguiente, cuando lo llamaron para darle la dramática noticia, “automáticamente lo relacioné con la plata”.
“Di un grito que despertó a toda la casa y salí corriendo a la parroquia. Entré a la habitación y lo vi ahí, estaba destrozado”, relató el hermano de la víctima, sin poder contener el llanto.
Pero nadie vinculó el sangriento crimen con esos dólares hasta un día después, cuando José Bautista se presentó en la oficina de Giannoni y le entregó los U$S 60.0000. Entonces comenzó a tomar fuerza la versión del robo.
El arma homicida
Por aquel entonces, los investigadores no habían podido dar con el arma homicida. Hasta que una mujer se presentó en la comisaría 3ª y entregó un puñal, que tenía restos de sangre. Aldana López contó ayer que en ese momento se dedicaba a comprar y a vender metales y que un joven que vive en la calle, al que apodan “Lagrimita”, le ofreció un cuchillo. “Tenía un cabo negro y una funda, era como un puñal”, describió.
López también mencionó que tenía sangre y que “Lagrimita” le comentó que lo había encontrado tirado en el canal, en la zona de Easy, y que seguramente lo habían utilizado para matar a algún animal, por eso las manchas rojas.
Días más tarde, cuando López vio que los policías rastrillaban el canal, les preguntó qué buscaban y estos le explicaron que un arma blanca, entonces fue a traer el cuchillo y lo entregó. Más adelante las pericias confirmarían que la sangre hallada en ese puñal era compatible con la del padre Juárez.
El juicio se reanudará hoy, a las 8.30, para continuar con la declaración de los demás testigos que hay en la causa. Uno de ellos es el arzobispo Carlos Sánchez, quien aportaría su testimonio de manera virtual. También prestará declaración una de las hijas del legislador de Fuerza Republicana, Ricardo Bussi, quien -anteriormente al hecho- había tenido una relación sentimental con el imputado y lo había denunciado por violencia de género.
Además, falta todavía escuchar a los peritos del Equipo Científico de Investigaciones Fiscales (ECIF) y a los policías que intervinieron en la causa, por lo que -se estima- no habría sentencia antes del viernes 11.
El incidente del perro: “Leonardo acusó a mi hija de haberle robado su perrito”
Como parte de su declaración testimonial, Antonia Palma (la mujer que limpiaba la casa parroquial) contó que su hija Celeste trabajaba como empleada doméstica en la casa donde vivían el imputado y su madre, la secretaria del cura. La mujer agregó que allí se produjo un incidente, cuando acusaron a su hija de haberle robado el perro a Leonardo. Afirmó que la situación se puso violenta y que la atormentaban por teléfono. “Su madre me llamaba y me decía que mi hija estaba filmada llevándose al perrito, que ‘Leíto’ la había denunciado en la Policía y que yo iba a tener que vender mi casa para pagarle ese perro”, relató Palma. ¿Cómo terminó esa historia? Según dijo la testigo, un día después, mientras lloraban la muerte de un familiar, Herrera abrazó a su madre y le confesó al oído que el perro estaba enterrado en el patio de la casa.