Patear el tablero y hacer un cambio de vida, un fenómeno que se acentuó con la pandemia

Patear el tablero y hacer un cambio de vida, un fenómeno que se acentuó con la pandemia

Historias de personas que tuvieron que dejar la actividad para la que se habían preparado.

Antonella Marchionni (32 años) se recibió de arquitecta en 2015. Antonella Marchionni (32 años) se recibió de arquitecta en 2015.

No es fácil patear el tablero. Las dudas que invaden. Los miedos. Sentir que uno puede perder todo lo que ha logrado con años de esfuerzo. Sin embargo, cada vez más personas se animan a hacerlo. Desde hace un tiempo se puso de moda la idea de que hay que abrazar los cambios, salir de la zona de confort. A esto se sumó la pandemia. La crisis sanitaria marcó un antes y un después en la cabeza de muchos trabajadores, que hoy se preguntan qué es lo más importante en sus vidas y cómo dedicar más tiempo a concentrarse en lo que les apasiona.

Antonella Marchionni (32 años) se recibió de arquitecta en 2015. Después de trabajar siete años en distintos estudios de arquitectura y de haber obtenido un puesto en la oficina técnica del poder judicial, decidió que se jugaría por su otra pasión: ser estilista de moda. Esa vocación había comenzado a nacer en 2017. Entonces, mientras hacía planos de viviendas ocho horas por día, a ella le daba vueltas en la cabeza armar un espacio de moda sustentable y lo hizo. Abrió un showroom en su departamento céntrico, adonde recibía público una o dos veces por semana. Lo llamó “Vecchia Vintage”, un espacio para darle una segunda oportunidad a la ropa usada. En el medio también se le ocurrió rendir para ingresar al poder judicial, un cargo que le saldría asignado cuatro años después.

“En 2020, en medio de la pandemia, tuve una crisis muy importante. Me empecé a cuestionar muchas cosas. Quería estar en lugares donde me sentía feliz. Me separé de mi pareja y empecé a  plantearme; por ejemplo, que no quería pasar tantas horas en una oficina, frente a una computadora.  En eso, me salió el trabajo en el poder judicial, donde me desempeñaba como arquitecta en la dirección técnica. Pero veía ese empleo como un buen lugar para estabilizarme y ahorrar plata. Ya tenía claro que quería dedicarme a la moda”, cuenta la joven.

Admite que tenía un gran conflicto interno: “estaba en el medio mi profesión, me pesaba la opinión de la gente que me decía que era una pena haber estudiado semejante carrera para no dedicarme. Pero en el fondo no me veía con mi propio estudio de arquitectura. No nací para la oficina”, apunta.

El año pasado, Antonella armó un plan. Puso las cosas en la balanza: no quería estar más encerrada, con un jefe, frente a una computadora dibujando planos que le ordenaban. Dejó su empleo y se jugó por su el estilismo que tanto la apasiona. “Quería trabajar de lo que me gusta; esto es lo que siento que me eleva. En el medio estoy haciendo un autodescubrimiento de nuevas cosas que me gustan, como por jemplo la actuación. He empezado a estudiar teatro”, cuenta y confiesa que acaba de grabar su primer comercial en los Valles Calchaquíes.

Patear el tablero y hacer un cambio de vida, un fenómeno que se acentuó con la pandemia

“¿Tuve miedos? Sí por supuesto. Y entiendo que muchas personas priorizan la estabilidad económica en la situación que está el país. Sin embargo, la vida es hoy, lo que haces día a día, ese lugar donde te sentís feliz. Yo me di cuenta que vivia muy estresada, me autoexigía en una profesión que no era para mí, todo el día afuera, trabajando mucho por poco dinero, sin momentos de calidad para compartir con mis seres queridos.

Empecé a tener muchos problemas de salud, especialmente gastrointestinales”, describe. Para ella, el problema es que nos educan para estudiar una carrera, formar una familia, tener el perro, la casa, el auto. Parece que no hay posibilidades de cambio. Y a veces uno no se siente a gusto en lo que eligió en un primer momento. Está bien ir descubriendo en el camino, aunque haya que colgar un título universitario. No hay que conformarse, siempre podemos estar mejor”, confiesa la profesional, que –por las dudas- se acaba de hacer un test vocacional. “Tengo muchos proyectos. Además de que sigue en pie este espacio de moda que es VecciaVintage, me veo trabajando en algo relacionado a la moda y el arte. Me gusta mucho el cine. Pronto habrá más novedades”, anticipa, convencida de que las personas no tenemos una sola vocación, sino varias. Y no tenemos por qué dedicar toda la vida solo a una de ellas.

La gran renuncia

Antonella no es la única. La pandemia ha hecho que muchos trabajadores de todo el mundo piensen profundamente qué es lo más importante en sus vidas. The New York Times tituló “La gran renuncia” para hablar de un fenómeno que está llevando a millones de trabajadores, de distintos estratos, a repensar su presente laboral. En EEUU hubo renuncias masivas de personas que decidieron abandonar tareas ingratas y mal pagas. Y también de profesionales con muchos años de experiencia que empezaron a preguntarse si tenía sentido seguir por el mismo camino. Por estos lares, ¿qué estará pasando?, le consultamos a María Laura Colque, gerenta de Escencial Consultora y presidenta de la Fundación para el Desarrollo Profesional.

La especialista admite que en muchas empresas hay una preocupación creciente. Se lo ve en los llamados “talentos”, que hoy tienen mucha rotación. De hecho, en este fenómeno también se inscribe el gran éxodo de jóvenes profesionales que quieren buscar un futuro laboral en otros países.

“Estamos viviendo un cambio de época”, señala. La pandemia para muchas personas fue un click. Porque una de las consecuencias fue que las personas tuvieron más tiempo de pensar, reflexionar y conectar con su propósito. Muchos se dieron cuenta de que tenían pasiones ocultas o relegadas, o de que el trabajo que hacían no les gustaba. Hoy, en la pospandemia, no son pocos los que luchan con el desequilibrio que se percibe entre la satisfacción laboral y personal, remarca.

“La pandemia significó para muchas personas un despertar, un darnos cuenta de que se puede tener un cambio de vida. Ese propósito que mucha gente tenía en una vida corporativa se cayó al abismo al no ir a trabajar. Cuando muchos volvieron a las oficinas, retornaron empoderados; el propósito de la gente de un día para el otro fue modificado por una perspepctiva propia, que plantea: ¿esto me sirve esto, me llena?? Anteriormente, hace cinco o seis años, hablábamos de conciliar  el trabajo con la vida particular; hoy ya es una urgencia. La nueva filosofía de los jóvenes que se insertan en las organizaciones hacen que nosotros tengamos que mirar y preparar a los nuevos líderes, que vivieron esta jerarquía de la oficina con silla de cuero y con mucha gente a cargo. Esto ya no existe. Va desapareciendo el mito del cuco: esos miedos que antes tenía un empleado de perder el trabajo si no hace algo que le piden. En las empresas hoy hablamos de propósito, de honestidad, somos más conscientes de cuál es nuestro arnés espiritual, hacia dónde queremos ir, que queremos para nuestros hijos”, evalúa la especialista.

Ese es el camino, según Colque. “Las conversaciones sobre nuestras vidas son más francas y más humanas en las empresas. Se debe sí o sí valorar más el ser humano. Empezamos a hablar sobre qué es negociable y qué no lo es. Se pone sobre la mesa qué querés para vos. Se desmitificó esa idea de que uno entraba a una firma y hacía toda una carrera en ella. Hoy la gente quiere ser feliz con su vida, y la empresa es la que también debe acompañar en ese propósito a los empleados porque muchos de ellos –en gran parte los más talentosos- se están dando cuenta que no es el trabajo lo que llena, y que pueden tomar decisiones, estar en una empresa que tenga un propósito parecido al de ellos”, evalúa. Y concluye: “hoy la gente quiere trabajar para disfrutar y ser feliz, por su propio propósito; esa es la gran diferencia”.

La psicóloga Stella Acosta, que dirige el taller “Rediseñar el mapa de tu vida” ve cómo las consultas se multiplicaron en este último año. Mucha más gente quiere rearmar su vida, cuenta. ¿Y esto por qué? Según la experta, si bien antes había personas que querían patear el tablero, no había mucho margen; era difícil salir de la zona de confort. Sin embargo, hoy ese paradigma (estudiar para ser alguien, estudiar una profesión y dedicarse a eso toda la vida) está caduco. “Ahora cada vez avanza más en nuestra generación de 40 o 50 años, y en los jóvenes que ya lo tienen totalmente incorporado, la posibilidad de pensar que uno puede dejar la profesión que estudió y en la que le está yendo bien. Hoy se permiten mucho más renunciar a un trabajo y emprender algo distinto, estudiar otra carrera, tomar un camino alternativo, vivir de otra cosa, transformarse. Rediseñar la vida es una búsqueda que se ve con mucha más frecuencia y naturalidad: gente que quiere cambiar su profesión y dedicarse a un emprendimiento, o que ya no tiene la idea de contar con una sola fuente de ingreso”, describe.

Cambió la balanza por el inglés

Priscila Morcos tiene 37 años y un título de Licencia en Nutrición que decidió guardar en un cajón. Cuando estudió la carrera sentía que enseñar hábitos alimentarios era su sueño. Pero pronto descubrió que la nutrición no era valorada en ese momento en Tucumán: “no podíamos entrar a las obras sociales y había muchos prejuicios. Además, la gente tiene poca constancia. Empecé a trabajar a domicilio, y hacía un gran esfuerzo preparando planes y atendiendo a mis pacientes, pero la ganancia era muy poca. Me frustré”.

Patear el tablero y hacer un cambio de vida, un fenómeno que se acentuó con la pandemia

Por suerte, Priscila tenía otro as en la manga. Como había estudiado en un colegio bilingüe, sabía mucho inglés y daba clases particulares. “Era un espacio donde me sentía cada vez mejor, muy valorada; descubrí que era mi pasión. Pensaba en jugarme a estudiar inglés, aunque tenía en mi interior una lucha psicológica porque nutrición me costó muchos años de esfuerzo y estudio y me dolía tener que abandonarla y empezar una carrera nuevo de cero”, remarca. No fue nada fácil: “más que nada por mis hijos que eran chiquitos y tenía que dejarlos muchas horas con una niñera. Pero el deseo de llegar a la meta era más grande y mostrarles a ellos que la determinación y la constancia es muy importante en la vida para lograr los sueños”, apunta. Está feliz por el cambio que hizo. Se recibió en plena pandemia, en diciembre de 2020. Y tiene algo para agradecerle a ese año de confinamientos: porque valora mucho más el tiempo que pasa con sus hijos y porque está nueva profesión que emprendió le permite flexibilidad laboral, poder trabajar desde su casa (dicta clases on line) y disfrutar más a sus seres queridos.

“¿Por qué estudié nutrición? Me arrepiento de no haberme informado mejor. Pero ya está. Me sentía incómoda e insatisfecha con esa vida y por suerte me anime a cambiar”, concluye.

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