Un joven que habría sufrido el sábado un brote psicótico intentó matar a sus padres, asesinó a un octogenario arrojándolo desde un puente y, cuando ya estaba aprehendido, le mordió el rostro a un detenido en la seccional 4ª, provocándole serías heridas. Su defensor, Javier Lobo Aragón, gestionaba su internación en un centro asistencial especializado en personas con problemas de salud mental.
En la tarde sabatina, Raúl Mariano Amaya, de 36 años, que padece de retraso madurativo y trastornos de personalidad, dejó su casa de Ranchillos para visitar a sus familiares que viven en Los Vallistos. El joven comenzó a decir incoherencias y después aseguró que era Jesucristo. Le pidió a su madre que se arrodillara para que la salvara de todos los pecados. La mujer aceptó, pero un momento dado, se dio cuenta de que la estaba intentando asfixiar. Logró incorporarse y, junto a su esposo y otros allegados, lograron frenarlo, pero el joven se escapó de la vivienda.
Amaya, según confirmaron fuentes judiciales, se dirigió hacia el puente de Los Vallistos. Allí se topó con Fernando Borda (80) quien intentó calmarlo porque lo veía muy exaltado y estaba gritando frases religiosas. “El joven por un momento se tranquilizó, pero después lo empujó al viejito al vacío. Luego escapó del lugar gritando cosas de Dios”, explicó la vecina Juana Herrera.
Los automovilistas que pasaban por el lugar llamaron al servicio 911 para denunciar lo que había ocurrido. Los uniformados lograron sacar a la víctima de las contaminadas aguas del río Salí. En una ambulancia Borda fue trasladado hasta el hospital Padilla, a donde llegó sin vida.
Los hombres del 911 y de Homicidios, al mando de los comisarios Ramón Moreno, Diego Bernachi y Jorge Dib, ubicaron a Amaya en la zona. Estaba de rodillas rezando y pidiendo perdón. “Cuando lo estábamos reduciendo, nos pedía que no le hiciéramos nada porque él era Jesucristo y que había venido a salvar a Tucumán”, relató uno de los agentes.
Amaya fue trasladado hasta la seccional 4ª. Allí se presentaron sus familiares con el certificado de discapacidad en el que constaban los problemas de salud mental. El auxiliar Lucas Maggio, por instrucciones del fiscal Diego López Bustos, ordenó que fuese revisado por el médico de la Policía, quien debería definir si era alojado allí o trasladado a un centro asistencial. El profesional habría decidido que siguiera allí.
A las pocas horas, unos gritos que provenían de los arrestos alertaron a los guardias. Descubrieron que Amaya le había mordido la cara a un compañero de encierro provocándole una grave lesión. El herido, cuyo nombre no trascendió, fue trasladado hasta el Centro de Salud donde le aplicaron varios puntos de sutura.
“En la audiencia vamos a demostrar que es una persona que tuvo un brote psicótico. Sus familiares están destrozados por lo que sucedió”, explicó Lobo Aragón. “También tenemos pruebas de que sus parientes estaban muy asustados por lo que estaba pasando. Escondieron todos los cuchillos que había para evitar que le hicieran daño. Nunca se imaginaron que podría hacer algo así. No pudieron detenerlo y se les escapó. Cuando lo buscaban, recibieron la noticia de que había hecho algo malo”, añadió el profesional.
Hoy se realizará una audiencia donde se definirá su situación procesal. Hasta aquí, será imputado por el homicidio, aunque no se descarta que antes sea evaluado por los médicos forenses.