Reseña de Elisa Moyano sobre el último libro de Liliana Bellone

Reseña de Elisa Moyano sobre el último libro de Liliana Bellone

Reseña de Elisa Moyano sobre el último libro de Liliana Bellone
06 Noviembre 2022

Por Elisa Moyano

Con la pequeña novela Chivilicoy. Tras los pasos perdidos de Julio Cortázar (2022), Liliana Bellone vuelve a poner a prueba al lector al presentar sus capítulos como  las “partes de un rompecabezas” que, muy cortazarianamente, quien lee tiene que armar en su cabeza para responder a la pregunta ¿cuáles son esos pasos perdidos?

En primer lugar, encontramos un “Prólogo” de Sebastián Jorgi lleno de interesantes hallazgos como cuando habla del “juego de cajas chinas” que se contienen unas a otras como las muñecas rusas. Seguramente impedido de desarrollar la idea en tan pequeño escrito, no aclara a qué se refiere. Creo interpretar que está hablando de los capítulos. Veamos si la cosa puede ir por ahí.

El primero y el último, “I.- Arribo…” y “II.- Retorno”, aluden a dos momentos de un viaje a la ciudad de Chivilicoy, en los que la narradora protagonista, hablando siempre en primera persona del plural pues se encuentra bien acompañada,  se detiene no sólo en la descripción de la propia estadía en esa ciudad bonaerense (cafecitos, encuentro con escritores y editores, disquisiciones varias) sino que, como un nuevo Poirot, busca las huellas de Julio Cortázar, que vivió allí desde 1939 hasta 1944 trabajando en la Escuela Normal, escribiendo y haciendo traducciones. En sentido estricto, la oposición debiera haberse mencionado como “arribo/partida” pero el “retorno” a la gran ciudad implica una salida desde la pequeña.

En dos de los restantes, el segundo y el anteúltimo,  llamados “III.- Conversaciones” y  “V.- Jardines y gatos” respectivamente, pasamos (en los recuerdos de esa narradora protagonista) por la casa de Groppa en San Salvador de Jujuy y por la suya propia, lugar en el que la voz de Julio Cortázar y la aparición de un gato negro (supuestamente el “Teodoro Adorno” de Último Round, novela perteneciente a este autor), que visita a su gata de noche, ponen al narrador y al lector en contacto con percepciones extrasensoriales que implican un contacto con lo extraordinario propio del cuento fantástico  

El tercero y el cuarto no tienen una ubicación espacial determinada. Son capítulos que –según se aclara– fueron realizados anteriormente. En ellos se despliegan los datos bio-bibliográficos de Julio Cortázar y el trabajo textual con algunos de sus cuentos respectivamente. Los rastreos investigativos de estos capítulos, unidos al resto que son de corte más novelesco, permiten al prologuista (en otro de sus hallazgos) hablar de una novela-ensayo.

Nos detengamos en ellos. El III, “Partes de un rompecabezas”, aparecido ya en artículos publicados “en diversos  medios”, tiene un sector genealógico y otro bio-bibliográfico que marca las etapas de la vida y las de la producción cortazariana. Se habla al comienzo del origen salteño de la abuela de Julio ya que su padre Julio José era hijo de un vasco y de una señora salteña de alta cuna, doña Carmen Arias Rengel y Tejada. Dice la novela:

Este linaje fue negado por el escritor argentino por razones que tienen que ver con los recuerdos amargos de la infancia, ya que su padre los había abandonado. Julio tenía seis años y su hermana solamente cuatro, cuando Julio José Cortázar los dejó para irse con otra mujer.

Esta fue la causa de la negación del padre y de un origen que tiene sus raíces en Salta, un origen entroncado en una de las genealogías más tradicionales del país, […] sus ascendientes lo vinculan a los nombres y apellidos de la conquista y colonización, con los virreinatos del Perú y del Río de la Plata, y, en especial, por el lado de los Tejada y los Moldes, con los valerosos guerreros de las campañas libertadoras.

Ambas citas nos permiten decir que el modo de actuar del padre hizo que el escritor “perdiera” la rama paterna de su árbol genealógico, aquella que justamente le permitía contar con ascendentes que entroncaban con familias tradicionales del noroeste argentino cuyo mestizaje (conocido por todos) le hubiera permitido tener sospechas de un hilo de sangre indígena en sus venas y –tal vez– elecciones menos europeizantes en su vida que le costaron, por dar un ejemplo, el gran dolor al que lo condujo el suicidio de José María Arguedas ocurrido tras su polémica con él.

Si la hipótesis de lectura a la que parecía conducirnos el título de la nouvelle es que “los pasos perdidos de Julio Cortázar” son los de su vida en la ciudad de Chivilicoy, grande es nuestra sorpresa al leerla y darnos cuenta de que lo verdaderamente perdido es, nada más ni nada menos, que una rama de su árbol genealógico.

Esto ya se había insinuado en el capítulo uno y en la pregunta que hace la propia narradora después de la intervención de Sara San Martín en el capítulo “Conversaciones”. Dice Sara:

Pero lo cierto es que Cortázar habló de su padre muy poco, porque Julio José Cortázar no solamente dejó a Herminia y a los pequeños Julio y Ofelia a la que llamaban Memé, sino que se fue con otra mujer a Córdoba. Pero yo conozco a la familia de Julio José Cortázar muy bien. América Latina vive en esa familia. Nadie le dijo eso a José María Arguedas que polemizó con él. Nuestro Julio era tan latinoamericano como el más peruano o colombiano de todos, porque él venía también de viejos conquistadores y mestizos. Los ríos profundos de Arguedas representan los ríos profundos de la sangre, de la herencia y son los ríos profundos de Cortázar también.

- ¿O Los pasos perdidos?- pregunté.

Para cerrar lo dicho acerca del Capítulo III (cuyo contenido había aparecido ya en diversos medios gráficos) digamos que en él se menciona algo perdido: la rama salteña del árbol genealógico de Julio Cortázar. Si la pareja de opuestos que se juega en la mayor de las cajas chinas (los capítulos I y VI) es arribo-retorno, y en la segunda (los capítulos II y V) lo ajeno (la casa de Groppa) y lo propio (la propia), en la caja central (los capítulos III y IV) debía  jugarse perdido-encontrado.

En efecto, en el Capítulo  IV, “Tejidos y bombones” se menciona que la investigación sobre lo femenino en las ficciones de Julio Cortázar tenía (como el Capítulo III) una cierta antigüedad, que entre sus postulados estaba la idea de que las mujeres somos hábiles tejedoras de urdimbres diversas y que, más allá de una tipología posible de sus personajes femeninos (burguesitas aparentemente recatadas o simplemente liberadas),  provocamos rupturas del orden y los cánones. Ese fue el descubrimiento de Cortázar, su encuentro:

Porque aquí Cortázar llega al punto crucial de lo femenino ¿Qué quiere una mujer? ¿Qué desea una mujer? Y ¿Qué cubre con su cuerpo una mujer? ¿Lo real? ¿Qué escribe con su cuerpo una mujer? ¿Maternidad? ¿Placer? ¿Goce? Empuje a la mujer. La literatura lo demuestra. Basta de fórmulas y cánones, de reglas y medidas y previsible orden sintáctico y semántico, de géneros preclaros, relato sin relato, poesía y luces y oscuridades al mismo tiempo como un tejido mal o muy bien hecho, que se pondera o se desecha. Julio Cortázar lo encontró.

La sucesión de preguntas retóricas se cierra con la frase “empuje a la mujer” ¿qué  sentido tiene esa frase? La autora nos aclara que según Freud en la psicosis es " el empuje a la mujer"  lo que provoca la irrupción de lo real. Aquello de lo que el lenguaje nada puede decir. El abismo.

Cerramos con esto la más pequeña de las cajas chinas, aquella en la que se oponía pérdida a encuentro, cuando en las otras se jugaba con ajeno-propio y llegada-retorno.

Ahora bien, los retornos en la obra de Liliana no son sólo físicos (la vuelta desde una ciudad a otra) también fue el retomar estéticas del pasado (como en su libro Retorno -1979- que retomó el neobarroco y cuyo título sirvió para crear un grupo y una editorial).

Que otra cosa retorna en  Chivilicoy…?  

1.- En algún momento de casi todas las novelas anteriores se describen comidas. En este caso, en la casa de Néstor Groppa se sirve una cena en la que los manjares son (entre otras) comidas regionales:

empanadas, pastas, pues Groppa hacía honor a su ascendencia italiana, quesillo con miel y dulce de cuaresmillo, ambrosía y leche planchada, junto al mejor vino malbec de Cafayate.

2.- Se marca de nuevo, como en varias de ellas, la importancia de las fechas, por ejemplo:

Ya había publicado el libro de sonetos Presencia de Julio Cortázar, en el 38, año doloroso para los argentinos pues se suicidaron […] Leopoldo Lugones y Alfonsina Storni. […]

-Fechas… ¡qué extrañas o no tan extrañas coincidencias!- exclamé- En 1874 nació Macedonio Fernández y el coronel Francisco Borges abuelo de Jorge Luis Borges murió luego de la batalla de La Verde. 

3.- La presencia del psicoanálisis. Además del “empuje a la mujer”, en el capítulo IV al hablar de un cuento de Leopoldo Lugones se menciona la “neurosis obsesiva” de sus personajes. Sólo un narrador con conocimientos de psicología o de psicoanálisis puede dar un diagnóstico de esa naturaleza. También están cargadas de esos conocimientos las intervenciones acerca de los personajes de la primera etapa de la producción cortazariana hechas por “Antonio” en el capítulo “Conversaciones”.

4.-  La hibridación verso-prosa había sido notoria en varias de sus novelas, ya que las protagonistas son muchas veces escritoras o amantes de la literatura que transcriben versos. Este recurso es fundamental en Eva Perón Alumna de Nervo  y aquí. Se citan poemas, se habla de los grandes poetas y se comenta que Cortázar había reflexionado “sobre la mixtura verso y prosa”.

Aparecen desde el comienzo textos tomados del poemario primigenio de Julio Cortázar, Presencia. Por ejemplo “Plaza España, contigo” (16) en el que según la narradora está presente el “Carpe Diem de los poetas españoles del Siglo de Oro”. También el poema “Distraída” (17) del mismo libro.

En la larga charla del capítulo “Conversaciones”, Zerpa hace alusión a otros poetas (Baudelaire, Poe) y poemas como “El cuervo” (25) amados por el autor de Rayuela.  Más adelante, alude al célebre escrito cortazariano sobre Rimbaud. “Amaba a Rimbaud y a los románticos como Shelley y Keats [...[ la “Oda a Psique” […] la literatura griega. Homero, Hesíodo, Píndaro y Teócrito” (28) dice. La “Oda a Psique” vuelve a aparecer después junto a la “Oda a una urna griega” y a la “Oda a un ruiseñor” (55) todas de Keats. Son mencionadas junto a los nombres de autores (europeos y latinoamericanos) cuyos textos sirvieron a Julio como epígrafes en su libro Salvo el crepúsculo.

En “Conversaciones” se mencionan también El libro de los paisajes y Poemas solariegos (32) de Lugones y las operas primas de Julio, Presencia, y de Domingo Zerpa Erques y cajas, versos de un indio (32) que había sido prologada por aquél (32). En la misma página se hace alusión a Puya-Puyas. Cuando en la reunión Sara San Martín recita “Cazando vicuñas” (35) de Juan Carlos Dávalos, Zerpa hace lo propio con “Malhaya” (35) y “¡Juira Juira” (36), poemas del último poemario mencionado. Una parte de cada uno se transcribe en el capítulo.

En “Tejidos y bombones” que tiene un epígrafe de Poemas solariegos (45), se citan versos de Verlaine (46) y vuelven a copiarse poemas de Lugones pero esta vez tomados del Lunario sentimental (46-47) y “Las tejedoras” de Salvo el crepúsculo de Julio Cortázar. De este libro, cuyo nombre es un verso de un haiku del poeta japonés del siglo XVI Matsuo Basho que se copia entero, son los versos citados en el capítulo “Retorno” (53-54) a los que se suma un soneto de Domingo Zerpa (56).

5.-  Intertextualidad. Cada libro de Liliana Bellone contiene tantas citas de libros ajenos que llega a parecerse a una biblioteca. Lo decíamos a propósito de “La biblioteca de Lima” (capítulo de la novela Rosa de Guayaquil 2022) que habiéndonos retrotraído a otras bibliotecas de su obra -la del abuelo de Sylvia en Fragmentos de siglo (1999), la de Perón en Eva Perón, alumna de Nervo (2010)- nos sirvió para afirmar que la biblioteca puede ser una excelente metáfora de la narrativa de esta autora porque en un ceñido espacio están casi todos los libros. Si un conjunto de novelas puede ser una biblioteca, también un escritor puede serlo “Él era una biblioteca de libros europeos” (22) dice Zerpa.

En efecto. Además de los textos líricos ya mencionadas, desde las primeras líneas se alude a novelas y cuentos de variadas épocas y lugares:

De Jorge Luis Borges se menciona en la primera página la  “Historia del guerrero y la cautiva” (13) por su paisaje cercano al de Chivilicoy. Más adelante, en el mismo capítulo I, se trazan paralelismos entre las brujas de los cuentos cortazarianos, el rabino del “Golem” y los sacerdotes de “Las ruinas circulares” (19). Los textos de  Borges vuelven a aparecer en el capitulo “Conversaciones”. Por ejemplo “La noche de los dones” y “El Aleph” (31-32)

Algún  personaje femenino es comparado con la ilustre señora Trinidad Arias (15) de Salta, antepasada de Alejandra Vida Olmos, la protagonista de Sobre héroes y tumbas de Ernesto Sábato. Y Esteban con Esteban Dédalus (19), alter ego de James Joyce en algunas de sus obras.

En el capítulo “Conversaciones” (22) y por tratarse de una reunión de escritores se concentra la mención a una bibliografía extensa. Se menciona al grupo “La carpa” (21) que tiene cierta preponderancia en la saga Cerio. Cuando Zerpa toma la palabra para hablar de Julio Cortázar dice “Allá lejos y hace tiempo” citando el texto de Enrique Hudson sin mencionar el nombre de su autor. Menciona las lecturas de su amigo, entre otras los libros de Freud como el que trata el caso Schreber (23).

Se coloca como una excepción dentro de la producción del grupo presente en la casa de Groppa a Héctor Tizón que escribió Fuego en Casabindo… (28) ya que en ese texto hay un adentrarse en la América Profunda.  

Fidalgo, lector “empedernido”, menciona las traducciones de Aurora Bernárdez, la primera esposa de Julio Cortázar. Dice:

Tradujo Las moscas de Sartre. También a François Mauriac, De Pascal a Graham Greene. Tengo ese libro de EMECÉ. Le debemos traducciones de Flaubert, de Camus, de Simone de Beauvoir, de Faulkner, de Nabokov, de Ítalo Calvino. El cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell.

Otros asistentes acotan que “a Cortázar le debemos Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar” y mencionan Los ríos profundos de Arguedas y Los pasos perdidos de Carpentier que, dicho sea de paso es una parte del título de la nouvelle.

Después de aludir a la revista “Tarja” y sus publicaciones de cielo y viento en canto a esa América profunda” se menciona que varios asistentes leen cuentos, capítulos o poemas:    

Libertad Demitrópulos leyó fragmentos de Un piano en Bahía Desolación recientemente publicada, Joaquín Giannuzzi algunos nuevos poema, lo mismo que Sara, Dora, Susana, Fidalgo, Groppa y Calvetti, Antonio un cuento de La casa del boulevard Guzmán y yo me animé a leer un breve fragmento de Augustus que se había editado hacía muy poco tiempo en Cuba.

Estas últimas palabras ayudan a ubicar temporalmente esa reunión en el año 1993, fecha en que esta novela fue premiada por Casa de las Américas.

Todos comienzan a oír el sonido de erques y cajas que ya había sido escuchado anteriormente en la reunión (26) como en otras ocasiones les había ocurrido a Zerpa y su esposa al hablar sobre Julio (38). Además de la alusión al poemario de Zerpa, se hace presente lo extraño, reminiscencia de la literatura fantástica.

En “Tejidos y bombones”, aparece la mención a obras de Marechal, García Márquez, Leopoldo Lugones; a Edgar Alan Poe narrador, a Oscar Wilde, a Borges, a Conrad y a Cervantes. También se hacen presentes (como en otras novelas) los personajes mitológicos y los de las literaturas clásicas (las Moiras, Aracne, Penélope y Ariadna) . Y en “Jardines y gatos”, el “carpe diem” romano pero dicho en español, “Atrapa el día”.

Para terminar mi apartado sobre la intertextualidad sólo me queda decir que, al tratarse de un libro que gira sobre la vida y los libros de Julio Cortázar en todas las páginas hay alguna mención a ellos, sobre todo en “Partes de un rompecabezas” en que se los menciona a todos, incluidos los póstumos que editó Aurora Bernárdez. Creo que sólo quedó afuera Papeles inesperados que tuve oportunidad de leer justamente en Cuba, lugar en el cual, como en Nicaragua, Julio Cortázar se reencontró con la América Latina que ya había encontrado en ese cuento extraordinario que es “La noche boca arriba” y en Chivilicoy que etimológicamente puede querer decir en mapuche “gente donde hay agua importante”; ciudad en la que su amistad con Domingo Zerpa lo hizo desear conocer la Puna, Casabindo, Yavi, es decir, la región andina de su país con sus lagunas como Runtuyoc vecina del pueblo natal de Zerpa, Abra Pampa. Esta conjunción de percepciones de lo americano, en una unión con lo clásico que nos hizo recordar la novela Las viñas del amor (Bellone, 2008), está expresado en la novela así:

Es la literatura. Esos trazos milenarios. Y también la laguna de Runtuyoc, donde habitan dioses y semidioses con formas de alfareros y duendes andinos y a donde desciende de tanto en tanto, Pan y Coquena, el mismo Orfeo con poncho de llama y con su flauta de caña, mientras el arco iris ilumina la montaña. Rutuyoc. Rutoyoc.

Chvilcoy y Runtuyoc. Runtuyoc y Chivilcoy. ¿Lo precolombino? Mapuche. Quechua. Cielos y lunas en quebradas y valles, sobre la arena y los talares. Los ríos profundos, de José María Arguedas, tan querido por su América o Los pasos perdidos de Alejo Carpentier, allá vamos, a veces con capas y pañuelos, otras con atuendos de tiento o yute o chaguar, vamos con ponchos o botas o tacones por los ríos y las peñas, por el altiplano y por las selvas, por pueblos taciturnos y ciudades inmensas, por las islas del Caribe, vamos Runtuyoc, por las montañas, la niebla y los cóndores; vamos, Chivilcoy cuando avanzaban en la llanura tus hijos y tus hijas que hablaban otra lengua. Allá vamos. Ya Cortázar nos enseñó a irnos y a volver. El volvió, desde París volvió a su patria que lo aguarda siempre porque hay un estrecho velo que cubre eso que somos y está fuera del tiempo, es eterno, viene de un punto inapresable…

El uso de la segunda persona y la exhortación a Runtuyoc y a Chivilicoy nos retrotrajo a una invocación hecha a Domingo Zerpa al comienzo del libro.

En los otros capítulos, sobre todo en el I y el VI, se habla sobre todo de aquellos textos que Julio había escrito en Chivilicoy.  “Llama el teléfono, Delia”, “Bruja”, “Distante espejo” y el más famoso: “Casa tomada”. Se vuelve a hablar de ellos y de otros, por ejemplo Presencia,  Rayuela, “los venenos”, “Cartas de mamá”, “Carta a una señorita en París” “La noche boca arriba”.

6.- Finalmente, la auto intertextualidad. Sin mencionar el nombre de las novelas anteriores de Liliana (salvo Augustus ya mencionada) y sin forzar nada, al llegar el narrador a Chivilicoy y conversar con un taxista, éste les habla del padre de Evita y esa es una alusión a Eva Perón, alumna de Nervo (Bellone: 2010):

nombres ilustres que habitan la historia chivilcoyana: Juan Duarte, el padre de Evita que se mató en su automóvil en enero de 1926 en una de las avenidas que transitamos, y los Grisolía, la familia de Estela Grisolía, la mujer legal de Juan Duarte quien tenía una familia paralela en Los Toldos, familia formada por Juana Ibarguren y sus cinco hijos: Blanca, Erminda, Elisa, Juancito y María Eva, la futura Eva Perón. 

En la reunión en la casa de Groppa en San Salvador de Jujuy, inquirida su esposa Nelly acerca del paso de Michele Puccini por esa ciudad, ella proporciona datos sobre la estadía del hermano de Giacomo. De nuevo se alude, sin nombrarla a la novela Puccini, una biografía americana (Bellone, 2019)

Michele Puccini, el hermano de Giacomo, músico y compositor también y que vivió en Jujuy. Acerca del tema, le preguntamos y repreguntamos a Nelly efectivamente Michele había vivido en la ciudad de San Salvador de Jujuy y había dado clases en la Escuela Normal. Destino. Extrañas cartas del Libro del Mundo…

Para concluir, en la caja china central de Chivilicoy. Tras los pasos perdidos de Julio Cortázar se juega como ya dijimos el binomio perder-encontrar y, al analizarlo, vimos que los verdaderos pasos perdidos de Cortázar no estaban en Chivilicoy, en esa ciudad del oeste de Buenos Aires, sino en el norte de la Argentina, concretamente en Salta, lugar de origen de cierta rama del árbol genealógico que él pierde por el abandono de su padre.

Pero, hay algo de la vida del autor de Último Round que realmente podemos inscribir tanto en el binomio arribo /retorno de la más grande de las cajas chinas como en perder /encontrar de la más pequeña. Recordemos que hacia el final de la novela se invierte la primera dicotomía “Ya Cortázar nos enseñó a irnos y a volver” (57). Él, que había huido de sus raíces latinoamericanas y al irse las perdió, al volver con cada revolución caribeña o centroamericana que apoyaba o con la democracia argentina acaba retornando a ellas, reencontrándolas.  

En palabras de Tizón: “su cercanía con Cuba le mostró lo que significa América Latina. Y luego sus viajes a Nicaragua.”

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