Salir de la decadencia implica sacrificios. Y el próximo presidente debe estar dispuesto a pagar los costos políticos que sean necesarios para que la Argentina vuelva a ser un país serio. Su reputación internacional está por el piso debido a tantos incumplimientos como también por los reiterados desequilibrios macroeconómicos. Pese a este diagnóstico, el economista Miguel Ángel Broda es optimista de que hay una luz al final del túnel para encarrilar el rumbo de una Argentina rica que se convirtió en un país pobre. Broda llegó a esta ciudad para dictar una conferencia magistral en el marco del 75 aniversario de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNT y dio una entrevista a LA GACETA.
-El viceministro de Economía Gabriel Rubinstein dice que estamos coqueteando con la hiperinflación. ¿Cree que esto es así?
-Sergio Massa (el ministro) llegó a Economía tras una aceleración de la crisis. Él intentó remendar una macro con muchos problemas de financiamiento, de reservas y de nominalización. En ese contexto, probablemente podríamos pensar que la aceleración de la crisis preMassa nos llevaba a la híper. Hoy estamos de 6% a 7% por mes. Si no hay plan “Platita III” será difícil que nos vayamos a la híper. Pero igual estamos en una situación en la que la inflación es el principal problema para el corto plazo. Y es un problema que afecta a las chances del oficialismo. No creo que estemos a la vera de la hiperinflación, pero claramente veo un año muy complicado por delante y dificultades crecientes, donde los parches duran cada vez menos. Uno remienda la camisa y de pronto se abre otro agujero. Los efectos colaterales de muchas de las cosas que se hicieron hasta ahora como el dólar soja, empiezan a tener efectos de equilibrio general negativos. Pensamos que el nivel de actividad languidece y que la tasa de inflación se mantiene en los niveles actuales. Uno puede hacer un escenario de riesgo hiperinflacionario, pero no es el más probable.
-Con los desequilibrios que hay, ¿qué sucederá con los precios relativos que en algún momento tendrán que dar algún tipo de señal?
-Se ha demorado dos veces el ajuste de las tarifas. Creo que a partir de febrero se irá ajustando el tamaño de la inflación mensual. Veremos. El tipo de cambio está atrasado, pero tocarlo sin programa, como tiene el ministro, es un atentado a la razón. Así que el oficialismo intentará mantener una devaluación mensual de 6, 6,5 o 7, parecida a la inflación, pero tratará de evitar una devaluación brusca. Probablemente sean sectoriales, con algún mineral o soja. Pero no vamos a corregir la superapreciación del peso hasta que no haya un nuevo gobierno. Tiendo a pensar que el nuevo gobierno va a recibir un campo minado más peligroso que el que recibió Mauricio Macri.
-Pero suena difícil que haya una corrección de precios relativos durante un año electoral como el que se viene…
-No creo que la haya. Probablemente en subsidios haya un poco menos de gastos, pero el próximo gobierno, además de desfases importantes en precios relativos claves, heredará muchos problemas, sobre todo el financiamiento del Estado y la deuda en pesos. En la charla que di sobre la decadencia y cómo salir de ella en 20 años, para empezar a ser un país normal, la tarea que se le viene al próximo gobierno es el del inicio de una etapa que demandará varios períodos de gestión. Para estimular la productividad y el empleo hay que crecer y son cosas que pisan muchos callos de las élites que han conseguido artículos e incisos. Tenemos élites empresariales, sindicales y políticas que la mejor demostración que están activas ha sido la discusión en Diputados del Presupuesto. Entraron 42 artículos, de los cuales 38 aumentan el gasto y los restantes cuatro lo disminuyen. Es un país fallido, en un estado de desesperación. Los asalariados que más ganan, que son los camioneros introdujeron un artículo por el cual pagan menos impuesto a las Ganancias. Tenemos una tarea enorme para constituirnos en un país normal, como lo hicieron otros de la región. Si no explicita un programa de dos décadas hacia dónde se quiere ir, el próximo gobierno no sólo tendrá que estabilizar la macro, sino aplicar reformas para que la gente produzca e invierta.
-¿Qué necesitamos para volver a ser un país normal?
-A todo el mundo le digo que voten al presidente que piensen que lleve más en la sangre la manera de salir de la decadencia, sea quien sea. Pero la verdad es que la Argentina es un país excepcional. El único que era rico y se hizo pobre. Venezuela está como nosotros. Argentina tiene desequilibrios macro y sociales del tamaño de países precarios, como Irak o Siria. Cuando estudié nos comparábamos con Australia o Canadá. Hace 20 años con el resto de Latinoamérica, que es la región que menos crece y más desigualdad tiene. Ahora ni eso. Perdemos el partido contra la mayoría de los vecinos en tasa de crecimiento o de pobreza. Se acelera la decadencia, sin ninguna duda. Al principio de Siglo 20 , el ingreso per cápita se asemejaba al de los países ricos (EEUU, Australia, Reino Unido, Noruega o Suecia) y hoy tenemos menos de un tercio de aquel ingreso per cápita. No sólo no convergemos hacia los ingresos mayores, sino que divergimos en velocidad creciente. El resto de la región como Colombia, Perú, Chile, Paraguay, Uruguay, Bolivia y Brasil se hicieron normales y muchos de los ministros que hicieron eso están dispuestos a ayudar, porque nadie entiende cómo nos estamos haciendo pomada.
-¿Qué medidas se necesitan?
-Para ser un país normal, hay que ser estables macroeconómicamente. Ahora la estabilidad macro per se hoy no resuelve la decadencia. Es una condición necesaria, pero no suficiente. Necesitamos hacer reformas que aumenten la productividad y la competitividad de la Argentina. Y esas tienen costos políticos muy grandes por los derechos adquiridos de una sociedad especialista en lobby y en artículos y en incisos que hagan cambiar la historia. Tenemos un montón de pícaros y los inteligentes se van. Claramente hay que revertir eso. Ahora la secuencia es muy difícil porque hay que hacer reformas laborales y previsionales, abrir la economía, acelerar más competencia y, sobre todo, educar a la gente. Y esas son tareas difíciles. Más allá de esto, tengo una visión optimista de la Argentina, en el sentido de que hoy hay más gente que tiene conciencia de la decadencia. Piensa que no podemos repetir las políticas fallidas de los últimos 50 o 70 años. Mucha más gente está preocupada de la decadencia que de cómo estará el dólar mañana o la inflación la semana que viene. Veo un cambio de la sociedad. Creo que el próximo presidente tiene que tener un coraje y un patriotismo, porque seguramente tendrá que irse a vivir a Montevideo después de los cuatro años (sonrisas). Pero tiene que iniciar un cambio de rumbo dramático, pero también es cierto que hubo países que, con menos recursos que nosotros, lo han podido hacer, un país más normal. Hay que generar esperanza en un país que la perdió, además de sus recursos humanos. Uno encuentra tucumanos exitosos en todas partes del mundo. Eso tiene que cambiar y recrear las condiciones para que se queden. Somos una máquina de tener ideas exitosas y unicornios, pero todos se van. Tenemos todavía un bono demográfico importante para uno o dos lustros más, gente en edad de trabajar que tiene ganas de hacerlo
-Pero, ¿cómo se le cambia la manera de pensar a alguien que cobra un plan social y se conforma con eso?
-La decadencia genera pobreza. Y la pobreza se intenta compensarla con planes sociales. Eso está erosionando la disposición a trabajar. Mi padre era rotisero y yo me eduqué en un escenario en el que la meritocracia te permitía que, si estudiabas y te rompías el alma, subías en la vida. Hoy la meritocracia parece que ha desaparecido y vale más aquello de hacerte amigo de fulano para obtener beneficios. Por eso digo que la tarea que se viene por delante es gigantesca, aunque cada vez hay más gente preocupada por salir de la decadencia. Ojalá tengamos suerte y el próximo presidente nos ayude a salir de esa decadencia.