El consumo privado se sostiene, pese a la inflación

El consumo privado se sostiene, pese a la inflación

Algunos indicadores exhiben una suerte de estancamiento y anticipa una desaceleración de la economía al cierre de este año

MENORES VENTAS. Los supermercados sintieron el impacto en las ventas por la menor disponibilidad de recursos por parte de la sociedad.

En la Argentina, la economía actual está caracterizada por tener un nivel de actividad real y un consumo privado que se mantienen en terreno positivo, combinado con una inflación alta y persistente. De aquí se desprenden algunos interrogantes: ¿cuál es el vínculo entre el consumo privado y la suba de precios? ¿una aceleración inflacionaria golpea a la demanda interna, o por el contrario puede estimularla? ¿qué esperamos para el año electoral: será posible que la economía real y el consumo sigan creciendo en un contexto de elevada nominalidad?

Según Ecolatina, el “veranito” del consumo que se inició con la salida de la pandemia en la segunda parte de 2021 se extendió más tiempo de lo esperado, impactando también en buena parte del año actual. Las cifras positivas del consumo de los hogares pueden verse explicadas por varios factores. En primer lugar, la continuidad de un consumo rezagado luego de las restricciones sanitarias del año anterior, donde prima la mayor demanda de servicios asociados a la recreación y esparcimiento producto de cierto “consumo de revancha” que se extiende en el tiempo por las huellas psicológicas que dejó la pandemia. En esta línea, cabe resaltar que, por ejemplo, sólo restaurantes ponderan alrededor del 7-8% en la totalidad del consumo privado.

A su vez, la fuerte aceleración inflacionaria a lo largo del primer semestre pudo tener un impacto positivo sobre la demanda determinados bienes de consumo (principalmente durables, pero también esenciales) y de servicios, dinamizando los efectos “los Pesos queman” y “ahorrar consumiendo”, en un escenario de fuerte tasa de interés real negativa durante la mayor parte del semestre y restricciones al ahorro en dólares.

Pero, ¿qué sucedió en el segundo semestre? Un panorama algo más conservador comenzó a vislumbrarse hacia la última parte del primer semestre. advierte la consultora. Varios sucesos golpearon a la economía local, dejando como resultado una economía con elevada incertidumbre y una nueva fuerte aceleración inflacionaria. Como parte de su giro pragmático, el Gobierno ratificó el rumbo acordado con el FMI y llevó a cabo medidas más concretas para frenar la acumulación de desequilibrios macroeconómicos; ofreció mayores señales de austeridad fiscal; aplicó fuertes alzas en las tasas de interés, implementó nuevas restricciones a las importaciones y puso en marcha nuevas regulaciones, como el “dólar soja”.

En este contexto de mayor inflación es que algunos de los indicadores sectoriales de consumo empezaron a exhibir un estancamiento, o incluso caídas: las ventas en supermercados se estancaron en el último dato disponible (-0,2% interanual en agosto); las ventas minoristas de PyME exhibieron tres caídas interanuales consecutivas (mermaron 3,5%, 2,1% y 3,5% en julio, agosto y septiembre, respectivamente) y según Scentia, el consumo masivo retrocedió en septiembre (-0,8% interanual) por primera vez en 15 meses.

Sin embargo, estos datos más desfavorables no tienen un claro correlato al compararlos con el consumo privado y la actividad económica en términos agregados. ¿Cómo podría explicarse este aparente contraste? La estimación de consumo privado pondera con un peso importante a muchos servicios inelásticos -como salud privada, propiedad de la vivienda, telecomunicaciones, transporte por carretera, educación- que en conjunto pesan casi 25% y Ecolatina estima que se mantengan estables en el corto plazo. A diferencia, los indicadores sectoriales utilizados como termómetros del consumo privado, como los asociados a consumo masivo (que mostraron datos menos favorables en los últimos meses), pesan alrededor del 20%, por lo que tendrían un impacto relativo menor en términos agregados.

En síntesis, en el segundo semestre la actividad económica desaceleraría su ritmo de mejora, pero los impactos de las medidas del Gobierno (por caso, mayores restricciones a las importaciones y alza de tasas de interés) están teniendo un efecto negativo menor al esperado sobre la economía en general.

¿Qué pasará en 2023?

Para el año entrante Ecolatina estima un estancamiento de la actividad económica en conjunto con una inflación en niveles altos. Sin embargo, el consumo de las familias en términos agregados podría seguir creciendo y volver a ubicarse por encima de la evolución del PBI, aunque desacelerando la mejora respecto del año anterior. En este sentido, la consultora proyecta que los factores predominantes en la segunda parte de 2022 sigan presentes, por lo que la actividad económica crecería en torno del 1%, en conjunto con un consumo privado que treparía más de 2%.

Detrás de esta proyección se esconden varios factores. El incentivo al consumo podría seguir presente -aunque desacelerándose-; vía un sostenimiento de la demanda de servicios (tanto los esenciales, que son más inelásticos, como los asociados al esparcimiento) y que en conjunto pesan más de la mitad del consumo privado, y en menor medida de bienes durables.

Con paritarias holgadas en el año electoral, Ecolatina estima que el salario real, al menos de los trabajadores registrados, se mantenga estable, lo que favorece a los sectores que tienen una mayor propensión al ahorro. Si bien en un escenario de elevada inflación durante varios meses este efecto se puede ir diluyendo lentamente, este factor seguirá presente y los Pesos que sobren irán a parar a estos consumos “no esenciales”, que tienen importante peso sobre el consumo agregado. Además, esto dará margen a aumentos significativos de precios de algunos servicios, que quizás no son tan relevantes en el nivel general del IPC, pero alimentan la percepción general de una mayor inflación.

En lo que respecta al consumo de bienes durables, una política monetaria más restrictiva podría empezar a ser un condicionante para el financiamiento, en conjunto con determinados problemas de provisión de insumos y bienes (en un contexto de fuertes trabas a la importación) y pérdida de peso del efecto “consumo de estos bienes como alternativa de ahorro”.

El año electoral: los efectos expansivos en el gasto

Según el reporte de Ecolatina, durante el año electoral no será posible contar con un “push” fiscal. En un contexto de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la necesidad de cumplir con las metas fiscales, será difícil realizar políticas expansivas (como transferencias holgadas a los sectores más vulnerables), mientras que se combinará con nuevos ajustes en tarifas de servicios públicos, que terminarán por golpear más el ingreso disponible de los hogares, puntualiza.

De todas maneras, este “driver” suele estar orientado a dinamizar el ingreso disponible de los hogares de menores ingresos, por lo que esta “merma” en el consumo privado, vía una menor demanda de bienes esenciales, podría no ser tan grande en términos de consumo agregado, completa la consultora privada. Los años electorales suelen ser expansivos en materia de gasto público. La Casa Rosada ha realizado una previsión de cobertura para que las erogaciones que implican asistencia social se sostengan y, de esta manera, mitigar los efectos de la inflación para evitar un ascenso de la pobreza.

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