La falta de ética entre los abogados y el descreimiento general que tienen los ciudadanos del Poder Judicial (PJ) es algo que alarma. Así lo considera Martín Böhmer, profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad Nacional de Río Negro e Investigador Principal del Centro para la Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec), quien disertó el viernes en el Aula Magna de la Facultad de Derecho de la UNT bajo el lema “Ser y parecer. La construcción de la legitimidad del Poder Judicial”. Böhmer llegó a Tucumán invitado por la Escuela Judicial del Consejo Asesor de la Magistratura que dirige Adela Seguí y mantuvo esta charla con LA GACETA:
En Tucumán, en pocos días, tendremos dos nuevos Códigos Procesales, de Familia y Civil, y en la redacción se incluyeron algunas herramientas para tratar de evitar lo que se conoce como “chicana judicial”. ¿Es necesario llegar a ese extremo cuando hablamos de la ética de los abogados?
Si hay que poner artículos contra la chicana es porque perdimos una batalla. Perdimos la batalla de la aplicación de los Códigos de Ética. Las chicanas están prohibidas por los Códigos de Ética que los abogados juran. La metáfora que hago es cuando se pone un semáforo en una esquina es una derrota, porque debería pasar que con un cartel de “Pare” el que llega a la esquina para, y sale el que llegó primero, y el otro después y así. Y no hay luz que se gaste, ni tiempo al divino botón esperando. Bueno, esto es parecido. Dado que los Códigos de Ética no funcionan, muchos Códigos Procesales están incorporando cuestiones de ética profesional, y peor aún, el proyecto de Código Penal que anda dando vueltas incluso había una propuesta de castigar penalmente la mentira en Tribunales. Si no funciona el Código de Ética, no funcionan los Códigos Procesales. El Código Procesal dice que los plazos son tantos, pero si los abogados chicanean los plazos se estiran, dice que hay que afirmar la verdad y negar la falsedad. Si el Código de Ética no se cumple prohibiendo a los abogados mentir, no se cumple el Código de Procedimientos. Si no se cumplen los Códigos de Procedimientos, los Códigos de fondo, las leyes, si no se implementan como la Democracia Constitucional exige no se cumple con la Constitución. En última instancia ¿para qué vota uno? para que haya leyes que se cumplan. Entonces la ética profesional es fundamental, que es como la base de la resolución de los conflictos judiciales.
-¿Y por qué no se cumplen entonces los Códigos de Ética?
-En general porque no se enseña Ética profesional, algo que por suerte está cambiando ahora. No hay cursos obligatorios. Pasa este fenómeno de que los abogados tienen que jurar un Código sobre el que no conocen su contenido, ni lo leyeron. Es un problemón. Hay un deterioro regulatorio en la profesión,y hay determinadas cosas que se dicen como si fueran verdades, que andan dando vueltas. En la ética profesional hay una visión que en la literatura sería la concepción estándar de la ética profesional, que es que los abogados son parciales a favor de sus clientes, que no juzgan el interés del cliente y hacen cualquier cosa y no son responsables de lo que pase cuando se defiende al cliente. Esa concepción por un lado se da de patadas con los Códigos de Ética y además filosóficamente no funciona. Un cliente me trae una propuesta de defenderlo ocultando o mintiendo o tratando de lograr una cosa que es ilegal yo tengo que decirle que no. Pero cuando uno no discute esas cosas esa concepción estándar queda como una cultura informal, en donde todos se forman. En las facultades tenemos abogados y jueces que dan clases, y no tienen tiempo de preparar las clases; no hay profesores full time que puedan criticar la profesión, o desde afuera la práctica del Derecho, entonces la ética que hay en la calle permea en la Facultad de Derecho y los abogados cuentan sus historias de guerra, se hacen los piolas ante los chicos y queda como si estuviera bien. Y otro problema que tenemos es que los colegios de Abogados, como quienes en general los dirigen necesitan los votos de los abogados, no les es muy simpático que en las propuestas que los que quieren ser dirigentes muestran a sus colegas consideren apretar las clavijas en la cuestión de la ética profesional y en el tribunal de Disciplina. Es un tema piantavotos. Y hoy que los Colegios de Abogados tienen importancia política porque envían representantes de los Consejos de la Magistratura, se juegan muchas cosas en esas elecciones. Entonces, no por nada los tribunales de disciplina en muchos colegios de abogados del país no publican las sentencias o las publican sin nombres, así la gente no sabe quién o qué tipo de faltas se cometieron. Tenemos ahí una oscuridad.
-Si va a dar una clase, ¿cómo les habla a ellos de esto que me está diciendo?
-Yo doy en la UBA una materia optativa que se llama Ética profesional y el chiste es que la ética para los abogados es optativa. Lo que tengo que lograr, cuando uno cuenta lo que dice el Código de Ética, que no podemos mentir, que no podemos chicanear, que tenemos que actuar de buena fe, que tenemos que ser leales a nuestro cliente, a la contraparte y al juez, que nuestra profesión es sin fines de lucro, lo primero que tengo que hacer es acallar las risas. Y entonces trato de mostrarles lo poco que la gente confía en nosotros y lo grave que es eso para la Democracia constitucional. Y entonces cuando trato de ponerles grávitas, cuando les muestro que la gente dice cosas por fuera del Poder Judicial, que sólo el 16% confía en la Justicia, todo lo que está pasando en la política nacional de ambos lados de la grieta con respecto al Poder Judicial, ahí las risas paran. Entonces les digo que gran parte está deteriorado el ethos (la autoridad, la credibilidad) judicial, lo que lesiona el Derecho. Y eso es la ética, no una moralina. Tenemos un rol que ocupar en la Democracia Constitucional y no lo estamos cumpliendo. Y ese rol requiere acciones no solo en tribunales o en nuestro estudio jurídico sino también en nuestra vida personal. Con quién hablamos, dónde, cómo nos vestimos, a qué cumpleaños vamos, dónde tomamos alcohol y dónde no, y eso porque necesitamos de la confianza de la gente. ¿Cómo hace el ciudadano común para cerrar Tribunales?, dejando de lado penal. Lo único que tiene que hacer es no venir a nosotros. Actuamos a instancia de parte, y si la parte no insta no hay Poder Judicial. ¿Cómo hacemos para sacar el conflicto de la calle y que la gente venga a nosotros? Ofreciendo legitimidad, una forma de resolver el conflicto imparcial, independiente, letrada, rápida, efectiva, todo eso. Es una forma de vivir, y eso es la ética profesional.
-Me deja pensando en esa cifra de que sólo el 16% de la gente confía en la Justicia...
-Se viene midiendo y el 84% de la gente en Argentina cuando se le pregunta dice que no confía en el Poder Judicial. La sociedad puede tener un enorme deterioro moral, pero justamente para eso estamos nosotros. Si hay mucha violación de la ley en la sociedad, bueno, para aplicarla y para tratar de bajar esa cantidad de violaciones estamos nosotros. No podemos decir que los argentinos son inmorales, y por lo tanto nosotros también. O los argentinos mienten, por lo tanto nosotros también. No. Los argentinos pueden mentir todo lo que quieran, pero usted está en una profesión en la que tiene prohibido mentir. Al juez en un procedimiento judicial no se le puede mentir, tenemos que tomar una decisión pública por los mejores argumentos, no por el que miente mejor. El que tiene que ganar en tribunales es el que tiene razón, no el que tiene más plata, el que chicanea más, el que tiene mejor abogado. No es así. Hay que defender un caso con argumentos jurídicos, no con chicanas o con falacias.
-¿Cómo se reconstruye esa confianza?
-Está la teoría de la Justicia procedimental, que inició un profesor que se llama Tom Tyler en Estados Unidos, que prueba empíricamente que la gente obedece más a la autoridad de la ley por percepción de legitimidad que por temor al castigo. La percepción de legitimidad es más barata y dura más. ¿Qué significa esto? Que la gente sienta que cuando le hable a la autoridad, la escuchen, ante un juez o lo que sea. La persona debe ve que sus argumentos fueron tomados en cuenta. Después, el respeto. Llego tarde y pido disculpas, tengo condiciones humanas para recibir al que viene a hacer una denuncia. Luego, imparcialidad. Las personas tienen que sentir que lo trato igual que a cualquier otro. No hay conflicto de interés y no discrimino. Y por último, claridad. Debo asegurarme que entienden lo que digo u ordeno. Si se hacen esas cuatro cosas aumenta la legitimidad.
-La imagen del hombre arriba de un monolito respondiendo “soy doctor” cuando el padre de Mafalda pregunta por su profesión sigue estando muy presente...
-Esa imagen sigue siendo trágica, pero creo que debe quedar en claro que tampoco somos iguales. Cuando viene un cliente, el abogado u abogada debe estar vestida de cierta manera, tiene que tener un estudio. No soy el amigo de mi cliente, soy su más celoso defensor, pero además soy autoridad pública. Tengo una matrícula que me dio el Estado Nacional para aplicar la ley, no para ser cómplice. Debo asegurarle que voy a ser su mejor campeón, su mejor defensor, pero advertirle que no defiendo cualquier cosa de cualquier manera. Yo soy auxiliar de la Justicia. Es decir, no estoy arriba de un pedestal, pero tampoco soy el amigo cómplice. Y lo mismo un juez. Ni en el pedestal, que no se entiende qué dice, o que uno le tiene temor, pero con la firmeza de tener que decidir que usted tiene que ir preso porque vio todas las pruebas, por la contundencia de los argumentos…
-Con tanta desigualdad social, ¿cómo se toma el tema del acercamiento de la Justicia al ciudadano?
-Es un problemón. Todas las estructuras, Colegio de Abogados, consultorios jurídicos gratuitos, casas de Justicia, nacieron y fueron pensadas para un país con 5% de pobreza. Con 50% de pobreza el sistema está estallado. Deberíamos tener políticas públicas de acceso a la Justicia, con alfabetización jurídica de la gente, pasando por mediaciones individuales, arbitrajes, trabajadores sociales que les permitan navegar a la gente en la burocracia pública, abogados que los ayuden con contratos y hasta la cuestión judicial. Hacen falta recursos públicos pero también de la profesión, que como ya le dije, es sin fines de lucro. Les digo a mis alumnos, el que se quiera hacer rico no está en el lugar adecuado. Una parte de nuestro tiempo debería estar dedicada a gente que no puede pagar