El juicio por presunta defraudación de derechos fiduciarios contra el empresario Otto Barenbreuker (h) se reanudó ayer con dos testigos de la querella y uno convocado por la defensa. La primera en hablar fue Delina Palomo, correspondiente al fideicomiso de la Córdoba al 300. En esa dirección, debía realizarse un edificio, que nunca fue construido, y allí, la señora Palomo adquirió un departamento. Luego del incumplimiento del contrato, Barenbreuker les ofreció entregarles el terreno. 13 de los 14 fiduciantes lo aceptaron; quien no lo hizo fue la señora Palomo, que reclama la devolución de su dinero.
“Una compañera me comentó que Barenbreuker era hijo de un profesor de la Universidad, que era una persona renombrada. Yo me confié en eso, y caí en una trampa”, expresó Palomo. “Contraté la compra de un departamento, no sabía que había tal fideicomiso, no sabía qué era, ni qué quería decir, me costó mucho poder entenderlo. Dejé de pagar cuando me di cuenta de la estafa”.
Según Palomo, Barenbreuker nunca dio explicaciones claras. “Me decía que los albañiles estaban ocupados terminando otras obras, que el contratista estaba muy ocupado. Él siempre supo lo que iba a hacer. Quiero mi dinero, porque es fruto de mi trabajo”, remarcó Delina, que reveló que los otros fiduciantes le ofrecieron devolverle su dinero, “pero quien tenía que devolvérmelo era Barenbreuker”, apuntó.
A continuación de Palomo dio testimonio María Silvia Acosta, testigo de la defensa, también del fideicomiso de calle Córdoba, que describió el acuerdo que ella y otros 12 fiduciantes habían pactado con Barenbreuker. “Llegamos a un acuerdo en donde nos cedía el terreno, donde íbamos a formar parte del fideicomiso. Cada uno tuvo un acuerdo unilateral, y fuimos a firmar a una escribanía. Me parecía un buen acuerdo para todos, porque era una buena oportunidad para recuperar el terreno y dividirlo, seguir con la construcción, o lo que fuere”. Sin embargo, ese acuerdo nunca se pudo materializar, no solo por la oposición de Delina Palomo, sino porque Barenbreuker ya tenía procesos judiciales en contra. “Nos presentamos en la Defensoría del Pueblo, para ver si podíamos llegar a un acuerdo, y que no por una voluntad se caiga todo, pero no se pudo, porque ya estaba judicializado el tema”. Además, contó que “hubo una carta documento, donde el resto de nosotros ofrecimos pagarle a la señora Palomo lo que consideraba que valía lo que ella tenía ahí (en el fideicomiso), para comprarle su parte”. Palomo rechazó la oferta.
El tercer testimonio fue de Cintia Santillán, perteneciente al fideicomiso de San Lorenzo al 700, que había quedado pendiente días atrás. Santillán, que actualmente reside en Montreal, Canadá, razón por la cual prestó declaración vía Zoom, dio un relato detallado de su situación. “Conocí al señor Barenbreuker, y me inspiró confianza, la mayoría de las personas me decían que su padre era una persona muy prestigiosa, y que la inversión con ellos me iba a dar buenos resultados”, explicó Santillán. Detalló que “el dinero que tenía (aproximadamente $123.500, por una indemnización resarcitoria por la desaparición de su padre) me alcanzaba para un monoambiente, y me ofrecieron comprar el 5° A. El 20 de abril de 2011 firmo la nota de adhesión, y posteriormente le entrego la totalidad del dinero a Barenbreuker, por un departamento de 41m², que debían entregarme a los 2 años de firmado el contrato”.
Sin embargo, pasaba el tiempo, y Cintia no veía que la obra avanzara. “Me contacté con la constructora para pedir reuniones con Barenbreuker. Cada vez que nos reuníamos, daba respuestas evasivas, y culpabilizaba a otras personas por el no comienzo de su obra. Como no había respuestas, decido acudir a la parte legal”.
En una de esas reuniones con sus abogados, Barenbreuker le ofreció a Santillán la permuta de su unidad en la calle San Lorenzo por una en la calle Mendoza 45, otro de los fideicomisos involucrados en el juicio. “Acepté la permuta, en 2015 firmamos un acta de reconocimiento de obligaciones, y el acta de permuta”. Sin embargo, tampoco esto le trajo soluciones, ya que este edificio tampoco se construyó. “Nunca supe dónde está mi dinero”, sentenció Santillán. (Producción periodística: Joel Katz)