A fines de la década de 1980, los científicos, afligidos por los cambios climáticos que comenzaban a producirse, alertaron sobre la necesidad de tomar medidas que evitaran desastres ecológicos. En 1997, la mayoría de las naciones firmó el Protocolo de Kioto, por el cual los países industrializados se comprometían a reducir las emisiones de algunos gases de efecto invernadero, responsables del calentamiento global. A más de dos décadas, varias cumbres mediante sobre este asunto, lejos de mejorar esta realidad ha empeorado y los llamados de atención son cada vez más alarmantes.
Hace unos días, se divulgó un informe de especialistas de la Organización de las Naciones Unidas y de la Cruz Roja, que señala que regiones enteras del planeta se volverán inhabitables en las próximas décadas a causa de las olas de calor extremo y asegura que las altas temperaturas serán cada vez más frecuentes e intensas. A pocas semanas de la conferencia sobre el cambio climático “COP27”, que tendrá lugar en noviembre en Egipto, los dos organismos recordaron que, dada la actual evolución del clima, las olas de calor podrían alcanzar y superar los límites fisiológicos y sociales de los humanos en las próximas décadas, sobre todo en regiones como el Sahel (África) y el sur y el suroeste de Asia.
La ola de calor que azotó Europa en 2003, dejó más de 70.000 muertos, y que la que vivió Rusia en 2010 mató a más de 55.000 personas. Los expertos prevén que las tasas de mortalidad vinculadas con el calor extremo sean muy altas, comparables, en magnitud, a la de todos los cánceres, para finales de siglo. La ONU y la Cruz Roja llamaron a hacer importantes inversiones, en forma urgente, sostenidas en el tiempo, para atenuar el impacto del cambio climático y contribuir a la adaptación a largo plazo de las poblaciones de los países más vulnerables.
Como si esto fuera poco, la Organización Mundial de la Salud emitió un informe advirtiendo sobre el resurgimiento del cólera a nivel global, y con un alto impacto de la letalidad, en parte como consecuencia del cambio climático. En los nueve primeros meses del año, al menos 30 países han informado de brotes de cólera. “El cólera se nutre de la pobreza y los conflictos, pero ahora se está viendo potenciado por el cambio climático. Los fenómenos climáticos extremos, como las inundaciones, los ciclones y las sequías, reducen aún más el acceso al agua potable y crean el entorno ideal para la propagación del cólera”, dijo el director de la agencia de la ONU.
Tucumán no es ajeno a esta realidad, desde hace mucho hace sus contribuciones a esta alteración del ambiente: cursos de agua contaminados con basura o desechos industriales, la depredación del piedemonte, las urbanizaciones sin planificación, entre otras acciones dañinas, reflejan una lasitud en la aplicación de las leyes, así como un analfabetismo ambiental preocupante. El lanzamiento del primer Bosque de la Poesía, una iniciativa surgida de un grupo de poetas, encabezado por Leopoldo “Teuco” Castilla, y motorizado por el municipio de Tafí Viejo, es un pequeño aporte para defender el medio ambiente, una acción que podría ser imitada por otros municipios provinciales. Pensar que el calentamiento global está lejos de Tucumán sería un error porque estamos viviendo ya sus efectos.
Es necesaria la implementación de políticas ambientales que combatan verdaderamente las transgresiones, aplicando sanciones ejemplificadoras. Es absurdo seguir tirando tierra bajo la alfombra en la creencia de que la destrucción de los ecosistemas afectará a los otros y a nosotros, no. Ya se sabe que cuando la naturaleza reacciona ante tanta agresión, no hay poder económico o político capaz de detener su furia. Alguien dijo que el planeta puede vivir sin nosotros, pero no podemos vivir sin planeta.