El viernes de esta semana, estas páginas cumplieron 60 años de vida. Una cifra insólita si tenemos en cuenta que quien las fundó es el mismo que hoy firma estas líneas y -sobre todo- que está vivo; aparentemente al menos. Desde la remota fundación en 1949 hasta hoy, han pasado por estas columnas decenas de miles de textos pertenecientes a una legión de autores. El año pasado, cuando celebrábamos nuestro aniversario número 59, recordábamos que en este suplemento se publicaron unas 10 millones de palabras que, de ser impresas en el formato de un libro convencional, conformarían más de 200 volúmenes. Para dar una idea de la extensión de la labor de todas estas décadas, añadíamos que si apiláramos todos los ejemplares de LA GACETA Literaria que se imprimieron desde sus orígenes podríamos construir una torre de 25 kilómetros de alto, integrada por 500 millones de páginas. Y, finalmente, que si desplegáramos estas últimas, unidas por sus extremos, conformarían una alfombra de papel que daría ocho vueltas alrededor del planeta. Estas elucubraciones matemáticas prueban la dificultad que implica elaborar un balance que refleje adecuadamente lo que se hizo en este suplemento. En la edición de hoy intentamos ofrecer una muestra, inevitablemente parcial pero representativa, de los textos y los autores que pasaron por aquí dejando su huella.
En toda exhumación suele haber piezas esenciales que no se logra rescatar o que no pueden seleccionarse porque no admiten, por su estructura, una “jibarización” que resulta necesaria para su exhibición dentro de una exposición que pretende ser amplia, plural. En mi incursión por el intrincado archivo de estas columnas y por el de mi falible memoria se escaparon nombres sustanciales. Nombres de poetas como el del premio Nobel griego Odisseas Elytis, los de los españoles Rafael Alberti y María Teresa León, la uruguaya Idea Vilariño, el jujeño Raúl Galán, la tucumana Alba Omil, la pampeana Olga Orozco, el salteño Manuel J. Castilla o el porteño Ricardo Molinari. Filósofos del nivel de Vicente Fatone o Eugenio Pucciarelli. Ensayistas y críticos como Ezequiel Martínez Estrada, Angel Rama, Homero Alsina Thevenet. Novelistas como el norteamericano David Foster Wallace o nuestro Manuel Mujica Láinez. Un jurista reconocido internacionalmente como Werner Goldschmidt o, en ese entonces, un estudiante de arquitectura como César Pelli (también su maestro Eduardo Sacriste). Pilares fundacionales como José Bullaude, nuestro primer colaborador, o el recientemente fallecido Julio Ardiles Gray. Colaboradores que tuvieron notable presencia a través del tiempo; son los casos de Roberto Espinosa, David Lagmanovich, Salvador María Lozada, Federico Peltzer, Beatriz Parolo, Eugenia Flores de Molinillo, Cristina Bulacio, Rodolfo Modern, Coriolano Fernández, Juan Carlos Di Lullo, Horacio Semeraro. O jóvenes valiosos que se sumaron en los últimos años, como Sebastián Dozo Moreno, Guillermo Martínez, Paula Varsavsky o Marcelo Damiani, entre tantos otros que olvido injustamente.
Fue, y sigue siendo, un enorme privilegio dirigir a estas páginas que acompañaron durante más de la mitad de su vida a un diario que se encamina, decidido y vigoroso, a su centenario. Son miles los ladrillos que sostienen a esta obra. Los que colaboraron aquí, domingo tras domingo; pero, fundamentalmente, cada uno de nuestros lectores. Son quienes, en definitiva, le otorgan verdadero sentido.
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*Publicado el 30 de agosto de 2009.