El cuarto kirchnerismo vive horas espasmódicas. Miguel Pesce presidente del Banco Central, anuncia que el año próximo no habrá sobresaltos económicos; al mismo tiempo que el gremio de camioneros pide la reapertura de paritarias para lograr un aumento por encima del 130%. El ministro de Economía, Sergio Massa, estima una baja de la inflación para la segunda mitad de 2023 (déjà vu del “los brotes verdes se verán en el segundo semestre” del macrismo); mientras suben las tasas de financiación con tarjeta de crédito (245% anual para “plásticos” bancarios) y JP Morgan estima una inflación del 112% para el país durante el año que viene.
Preguntado en términos tucumanos, ¿”le va a salir” a Massa, o no? El “dólar soja” fue un éxito incontrastable: al BCRA le quedaron U$S 5.000 millones para reservas. Del promedio de U$S 3.000 millones por mes, en 25 días de septiembre se liquidaron casi U$S 8.000 millones. ¿La razón? La gran cantidad de soja almacenada. ¿Qué otro commodity de exportación tiene similar stock en Argentina? Ninguno. Entonces, el “dólar soja” es un éxito irrepetible. Por caso, con el “dólar Tech” prevén recaudar U$S 10.000 millones, pero no en un mes, sino en 12.
De la respuesta en torno de sí a Massa “le va a salir”, o no, dependen los comunes casos de toda suerte humana en esta nación. Depende el destino del Frente de Todos en las urnas. Y depende el esquema electoral del oficialismo tucumano.
Masa crítica
Juan Manzur tiene fundadas expectativas de integrar el próximo binomio presidencial oficialista. Tiene el aval de muchos gobernadores, de buena parte de los intendentes del conurbano bonaerense (en la trinchera matancera hizo sus primeras armas políticas y conoce el terreno) y de los principales referentes de la CGT. Suficiente masa crítica para animarse.
La incógnita es el ministro de Economía. Si tiene algún éxito, ello será suficiente masa crítica para Massa. Y todavía no está claro si en el binomio habrá lugar para dos o sólo para uno, en caso de que el kirchnerismo reclame para sí uno de los lugares de la fórmula.
Entonces, no es difícil saber qué quiere el jefe de Gabinete. Lo azaroso, en este cuarto kirchnerismo espasmódico, es siquiera intuir qué rumbo tomará ya no sólo la economía del país sino la propia política del país. Resulta que el kirchnerismo y el massismo quieren eliminar las PASO, pero el presidente, Alberto Fernández, se ha manifestado en favor de mantenerlas.
Esa incerteza repercute de manera directa en la provincia donde el gobernador en uso de licencia viene construyendo poder desde 2003, cuando asumió como ministro de Salud. Si hay una fórmula presidencial en el futuro cercano de Manzur, entonces cederle el lugar de líder del oficialismo a Jaldo es, para el jefe de Gabinete, una opción preferible: ningún otro miembro del Gobierno puede garantizarle la performance electoral del vicegobernador.
La cuestión, sin embargo, presenta un inconveniente: las últimas PASO. En esas internas abiertas de 2019, manzuristas y jaldistas se enfrentaron sin atenuantes. Y ganaron los primeros. Claro está, esa elección le sirvió al tranqueño para mostrar que él es capaz de conseguir el 40% de los votos del justicialismo provincial. Pero, a la vez, los muchos intendentes que debieron enfrentar en sus ciudades a los referentes del jaldismo, reivindican haber salido victoriosos y que las huestes del vicegobernador fueron derrotadas. En términos genuinamente peronistas: ¿desde cuándo el que pierde es el que conduce?
Un intendente que enfrentó al legislativo y lo venció es el taficeño Javier Noguera, en torno de quien, progresivamente se suman , cada vez más intendentes (por media docena), legisladores (por decena), delegados comunales (por treintena) y ediles (a granel). Del Este y del Oeste.
Esto nos deja frente a tres situaciones.
Tres razones
Cuestión Primera: la mentada “unidad” del PJ viene muy fisurada y la única posibilidad -acaso- de sellarla es con Manzur en la fórmula. Es decir, el que perdió la interna conduce porque el ganador de la interna lo legitima secundándolo. Ahora bien, si los intendentes que le ganaron al jaldismo tienen más voluntad de volver a enfrentarlo que de darle el bastón de mariscal, suena cuanto menos remota la posibilidad de que Manzur quiera ser el segundo de aquel que lo desafió. Sobre todo después de las cosas lindas que se dijeron en la campaña de 2021…
Cuestión segunda: suponiendo que Manzur estuviera dispuesto a integrar la fórmula como vicegobernador (ya agotó sus reelecciones como titular del Ejecutivo), esa decisión no depende de su voluntad. La Constitución de Tucumán no prevé que un gobernador pueda, luego de terminados dos períodos consecutivos en el cargo, ser candidato a vice.
“Artículo 90.- El Gobernador y el Vicegobernador duran cuatro años en sus funciones y podrán ser reelectos por un período consecutivo. El Vicegobernador, aun cuando hubiese completado dos períodos consecutivos como tal, podrá presentarse y ser elegido Gobernador y ser reelecto por un período consecutivo. Si el Gobernador ha sido reelecto para un segundo período consecutivo no puede ser elegido nuevamente, sino con el intervalo de un período”.
El oficialismo se apura a decir que hay una “laguna” del derecho; pero ahí, más bien, rige el principio de no contradicción. La clave está en que todo gobernador reelecto no puede volver a ejercer “sino con el intervalo de un período”. Si Jaldo fuera gobernador y Manzur vice, y a Jaldo lo convocaran para ser jefe de Gabinete, ¿en manos de quién quedaría la provincia? De Manzur. Pero la constitución dice que tal cosa no puede ocurrir sino hasta 2027.
En cuanto a aquello de que “lo que no está prohibido está permitido”, este principio aplica a los derechos individuales, no a los privilegios, para los que toda interpretación es restrictiva. Y no hay mayor privilegio que el que pauta todo régimen de reelecciones.
Si hay intento de anotar a Manzur en una fórmula provincial, la cuestión se judicializará en el acto. Y si bien el oficialismo pueda jactarse de tener allanado el camino en los tribunales provinciales, en materia nacional no tiene certezas. Como no las tuvo el gobernador Gerardo Zamora en 2013. Aunque la Justicia santiagueña lo habilitó para postularse a un tercer mandato consecutivo, mediante una interpretación forzada de la Carta Magna provincial, la Corte Suprema de la Nación declaró su competencia originaria en la materia, tomó una causa presentada por la UCR, y determinó que Zamora estaba inhabilitado para presentarse otra vez.
Aquí en Tucumán, seguramente, no sería la UCR la que judicializaría la medida (las autoridades radicales aceptaron amorosamente el amparo del PJ para anticipar los comicios, mientras otros partidos de Juntos por el Cambio, como el PJS y el PRO, accionaban en la Justicia), pero hacerle decir cualquier cosa a las Constituciones en materia electoral puede ser un bumerán.
En tercer término: Manzur es libre de decidir lo que quiera respecto de su sucesión provincial, pero no está libre de consecuencias. Lo que pondrá en juego el año que viene es, nada menos, la supervivencia del manzurismo en Tucumán.
Dos versiones
Si en el futuro de Manzur no hay una fórmula presidencial, resignar la conducción del oficialismo es una posibilidad que se torna neblinosa, precisamente, para el manzurismo.
Entonces, según el espasmo que experimente el cuarto kirchnerismo, son las versiones locales. Cuando hay distensión, hablan de que “todo está acordado ya” entre los enemigos íntimos. Y repiten que Jaldo va de gobernador, y que si Manzur no es el vice, entonces lo será un hombre de su confianza. O una mujer. Y que habrá “áreas de incumbencia” para cada sector.
Pero cuando viene la contracción, no son los discursos sino los gestos los que dicen otra cosa. Jaldo se hizo cargo de la gobernación a fines de septiembre de 2021 y, menos de un mes después, se producía la primera baja de Casa de Gobierno: Claudio Maley cesaba como ministro de Seguridad. En marzo pasado, Manzur y Aníbal Fernández le daban la bienvenida al ex gendarme en el Gabinete de la Nación. En agosto, el tranqueño echó a Stella Maris Córdoba del IPV. Este mes, asumió en el Banco de la Nación Argentina. Es decir, los muertos que mata el jaldismo gozan de excelente salud gracias al manzurismo.
El fin de semana pasado no fue la excepción. Volvió Manzur a Tucumán y decidió compartir su agenda con Jaldo… en uno de los distritos más antijaldistas de la provincia. El encuentro fue en Burruyacu, el bastión de los Leal. Jorge padre es legislador y Jorge hijo es intendente. La esposa del parlamentario, y madre del jefe municipal, Aída Jiménez, fue legisladora del oficialismo entre 2015 y 2019. A la hora de la reelección, el jaldismo le ofreció el sexto lugar de la lista oficial, que ese año consagró sólo cinco legisladores por el Este. Los Leal, que después de la primera reunión asumieron que iban a marginarlos de la nómina, armaron temprano su propio acople: lograron en 2019 más de 23.000 votos y retuvieron la banca por derecho propio. Pero, como gente del interior que son, no olvidaron la afrenta.
Por estas horas, la comidilla de ese pueblo es que la Municipalidad acaba de aprobar una ordenanza que prohíbe las pintadas políticas. Los Leal no quieren ver una sola pared con el nombre de Jaldo. Por cierto, por estas mismas horas, la comidilla del oficialismo es el obsequio que Jorge Leal padre le hizo a Jaldo el fin de semana. Como anfitrión, le regaló una obra en la que están representadas una mano abierta y otra cerrada. “Vos sabrás cuál vas a usar, Osvaldo”, le dijo el legislador al gobernador interino. No es un rumor: está filmado.
“Hay que dejar de mirar por el espejo retrovisor”, había pedido Jaldo públicamente. Vino Manzur y lo llevó, prácticamente, a Villa Retrovisor.
Si están trabajando por la unidad del PJ, la verdad, qué bien lo disimulan…