-¿Qué hilo misterioso buscan en un nuevo epistolario para evocar, años después de su muerte, la memoria de la gran poeta?
-Quizá no se trate tanto de seguir el recorrido de un hilo misterioso como de la necesidad de completar el inventario de destinatarios de las cartas de Pizarnik, que en esta edición –que reproduce casi totalmente la mexicana de 2012- pasan de 23 a 40. Ciertos aspectos desconocidos se dan a conocer en estas cartas –por ejemplo en las dirigidas a María Eugenia Valentié o a Starobinsky- donde Pizarnik se explaya acerca de aquellos aspectos de su obra que a menudo han sido objeto de reflexión polémica entre sus críticos. Asimismo, permite que tengamos acceso a una Alejandra que no aparece ni en su obra ni en su diario: la amiga atenta a sus amigos, la divertida, la cariñosa, la interesada en el otro, la gran bromista, la tierna e infantil, la alcanzada por la zarpa de la locura. Por cierto que también aparece la doliente y trágica, pero con connotaciones diferentes de las que surgen en el diario, ya que hay un destinatario ante el cual ese dolor se manifiesta.
-¿Qué atracción ejerce sobre ustedes –también poetas– esa existencia angustiada, ese extraño y acuciante deseo –sin esperanzas– de alcanzar la perfección del lenguaje, que las hace volver sobre sus textos?
-Hay algo así como una trayectoria de deseo absoluto hacia la perfección de una palabra que pudiera expresar la totalidad de lo deseable que fascina en ella –su tenacidad en lograrla, la calidad de su tentativa, la suprema concisión expresiva, el descenso abrupto a las cavernas más hondas del silencio que la aguarda. Y también su valentía en no cejar hasta el final en esa busca desesperada, aún cuando ya haya experimentado la vanidad de ese esfuerzo. ”Si digo agua ¿beberé?/ Si digo pan, ¿comeré?/ No, las palabras no hacen el amor / las palabras hacen la ausencia”. Y en esa trayectoria de búsqueda del absoluto literario fascina el simultáneo recorrido por los temas más acuciantes de nuestra condición humana y las preguntas metafísico-existenciales capitales. Porque si el lenguaje lo es todo en Alejandra, lo es en el sentido del reconocimiento de que somos “seres hablantes”- por lo cual la búsqueda de perfección en el lenguaje entraña de manera radical al cuerpo, como en los poetas malditos, de los que es nuestra única versión vernácula.
-Leer sus textos produce vértigo, invitan a los abismos en los que su vida circulaba, hielan la sangre. Trabajarlos, como lo han hecho ustedes, con devoción ¿Ha sido difícil? ¿Cómo sobrellevar tanto dolor del otro?
-Aun cuando motivo de alegría y de deslumbramiento, reencontrar estas cartas, volver a leerlas atenta e intensamente después de tantos años, no ha sido fácil. Hay en la escritura de Pizarnik algo de piedra que cae inevitablemente, infaliblemente en el fondo del abismo. Se diría que su escritura está centrada en la fuerza de la gravedad; todo en ella es necesario y todo es al mismo tiempo irremediable. La literatura de nuestros días nos ha desacostumbrado a esta fuerza de concentración: su aburrida y aborrecible lightness se contrapone como un páramo desolado a la intensidad del verbo Pizarnik. Podría decirse que hay algo paradojal en la experiencia de alguien que como nosotras recoge, como restos de un gran naufragio, estas preciosas señas de otro ser que fue fundamentalmente solitario, junto con otros restos recibidos de amigos que comprendieron el valor de esos signos y los resguardaron de la gran intemperie del olvido, más allá de las protecciones fallidas y los lamentos tardíos.
-La muerte campea en su correspondencia. “Busco algo, es lo único seguro”. Su humor agudo e inteligente no logra opacar esa nítida presencia. ¿Esa lucidez sobre su propia finitud fue positiva en su poesía?
-Es casi imposible responder esta pregunta porque: ¿en qué sentido hablamos de “positividad”? Lo reformularíamos así: la desgarradura metafísico-existencial que se vincula con la experiencia de la muerte –y la locura- es a la vez el motor de esa indagación en la experiencia, el cuerpo y el lenguaje que caracterizan a la poesía de Alejandra y lo que le permite construir/destruir su subjetividad y su vida: “La vida perdida por la literatura a causa de la literatura…”
PERFIL
Ivonne Bordelois es poeta, ensayista y lingüista argentina . Doctora en Lingüística del MIT (Massachusetts Institute of Technology) con una tesis dirigida por Noam Chomsky. Fue profesora de la Universidad de Utrecht.
Cristina Bulacio
© LA GACETA