Carlos Fara
Consultor político-presidente de Fara Veggetti
¿Se acuerdan de La Mancha de Rolando, el grupo con el que compartía presentación el ex vicepresidente Amado Boudou, cuando cantaba “Arde la ciudad”? Bueno, la ciudad y la Argentina arden finalmente por la cantidad de conflictos sociales que se están produciendo. De repente, el aire se volvió irrespirable: conflicto con el gremio de los neumáticos, se queja el complejo automotriz, acampe piquetero, tomas de escuelas, camioneros entran a los golpes a una fábrica, los hinchas de Talleres hacen el rol de la Gendarmería, los mapuches queman, el gremio lácteo amenaza con parar toda la cadena de su sector, ATE provoca que se suspendan vuelos, balean juzgados federales en Rosario –entre otras cosas- y para colmo, además de las figuritas, escasean las camisetas de la selección argentina. Demasiado para una semana.
En un punto era de esperar que tarde o temprano algo así sucediera si asistimos al combo: inflación alta + programa de ajuste en marcha + puja distributiva desatada + sectores sindicales fragmentados y radicalizados + baja capacidad del ministro de trabajo + política de seguridad descoordinada / ausente + politización de conflictos + falta de liderazgo unificado sobre el conjunto de la administración estatal. En estas condiciones, nada podía salir bien. De las pocas cosas positivas, es que el dólar soja finalmente rindió sus frutos, dejando en caja más divisas de las esperadas. Pero claro, este es un barco tan escorado, que enderezarlo va a llevar una cantidad de tiempo que no se sabe si la sociedad, la política y la economía real podrán otorgarlo.
¿Cristina Fernández le aplicó un tirón de orejas a Sergio Massa porque “la economía concentrada” está abusando de los precios? El ministro habló dos veces con ella al mediodía del miércoles y acordaron que la vicepresidenta enviaría un mensaje para calmar a su público más ideologizado, más que una reprimenda a la política anti inflacionaria. Tras cartón, el cuestionado viceministro Gabriel Rubinstein hizo una serie de consideraciones que ratifican la impronta más ortodoxa con la que llegó al gabinete. ¿Esto termina ahí, o seguirá?
Veamos el contexto. El nuevo ministro de economía casi no había tenido tropiezos políticos, salvo las desavenencias con el presidente del Banco Central; Miguel Pesce, ratificado hace unos días por el propio presidente, quien marcó un gesto de poder en el medio del desierto. Eso trajo las idas y vueltas con la compra de dólares post liquidación de soja. Pero Cristina no había hecho ninguna consideración pública hasta acá, y hasta recibió elogios de Andrés Larroque, vocero oficioso de “la jefa”. Es más, el martes pasado Massa hizo circular un video en donde recriminaba el exceso combativo del gremio del neumático, incluso amenazando con una media bien liberal: abrir importaciones. Parece que esos neumáticos que vengan no serían muy útiles, pero de todos modos vale el gesto para el mercado.
Massa está cumpliendo dos meses de gestión. Está logrando imponerse en un tema particularmente espinoso como es el de la quita progresiva de subsidios a los usuarios de servicios públicos, lo que le había sido negado al profesor Martín Guzmán. Eso tendrá efecto público dentro de unas semanas cuando lleguen las primeras facturas. Cristina y su tropa energética no hizo nada para frenar semejante corrección. Siempre hay que ver la sumatoria de hechos y el balance resultante, por debajo de la superficie de los discursos. Por supuesto que no son buenas noticias para la sociedad. La mayoría del oficialismo –pragmático- cree que es esto o explota todo por descontrol, como ya lo contamos en esta columna.
Un detalle, quizá banal para los analistas, pero no para la calle. Los boletos de colectivo del AMBA y luego el subte en la CABA subieron un 40 % en las últimas semanas. No hubo protesta social ni reclamo opositor. ¿Por qué? Primero, la gran mayoría ya sabía que el valor previo era irrisorio. Segundo, un 40 % es mucho de golpe, pero no sustancial en términos absolutos (casi $ 9 más por día de la tarifa mínima x 22 días hábiles en el mes significan $ 185; si se toman 4 tramos son $ 370, menos que lo que sale una botella de 2,5 litros en una de las grandes cadenas). Es decir, para ver el impacto sobre el bolsillo de la gente hay que referenciarse en el punto de comparación cotidiano. Cualquier receta iba a ser amarga.
Desde otro punto de vista, el diputado del PRO Luciano Laspina, escuchado con respeto por tirios y troyanos, dijo que el presupuesto presentado en el Congreso para 2023 era “realista y consistente”, y que “celebramos el retorno tardío a la racionalidad, pero no alcanza”. ¿Alguna devolución de gentilezas al ex presidente de la Cámara y ahora ministro? Es posible. Quizá creen que es mejor algún presupuesto que ninguno, y que si no el 10 de diciembre del año que viene todo será más difícil de encaminar.
La última medición del Índice de Confianza en el Gobierno (ICG) elaborado por la Universidad Di Tella -bajo la supervisión del prestigioso colega Carlos Gervasoni- muestra que luego de muchos meses hubo un pequeño repunte en el índice, aunque estadísticamente poco significativo. Hasta ahí se podría decir mejor que -por ahora- se frenó la caída. Sin embargo, existen otras variaciones para prestar atención. Donde más se nota la variación positiva es en los menores de 30 años, en el nivel de instrucción primario y en el AMBA. Es decir, en 3 sectores más favorables al oficialismo. “Pero en el resto de la sociedad se mueve poco o nada!”. Claro, si existiese una recuperación, donde primero se deberá registrar es en los estratos afines. Algo como lo que está sucediendo a Juan Domingo Biden en EEUU donde la recuperación de la aprobación de su gobierno se está sintiendo en los demócratas e independientes, porque al voto republicano no le mueve el amperímetro. Al menos, ya no es el peor presidente de la historia a esta altura de su primer mandato. Acaba de superar nada menos que a Ronald Reagan, Bill Clinton y Donald Trump.
La ciudad y el país seguirán ardiendo en una época de sequía… en todos los aspectos.