Juan Manzur quedó al borde de dar un paso en falso, cuyo impacto puede ser determinante para su futuro político. En su afán de volver nuevamente al centro de la escena nacional, el jefe de Gabinete ofreció a Tucumán como sede de un masivo acto federal peronista para el próximo 17 de octubre. Sin embargo, la idea comenzó a desmoronarse poco antes de tomar forma.
Está claro que no son tiempos de bonanza política los que viene atravesando el gobernador en uso de licencia. Devaluado políticamente por la irrupción de Sergio Massa como ministro de Economía, el tucumano intenta una última jugada para recuperar centralidad antes del decisorio 2023. Sin embargo, la suerte parece no estar de su lado en estas últimas semanas. Una prueba del infortunio tuvo lugar el miércoles, cuando Manzur convocó a una reunión de gabinete después de casi un mes. Sin embargo, contó con una bajísima asistencia: sólo siete de los 19 ministros que acompañan al presidente Alberto Fernández acudieron a la cita.
Es cierto que en mucho influyó la coyuntura, ya que seis ministros se encontraban en el exterior y dos en el encuentro de capitales alternas en San Luis. En cambio, el poderoso Massa optó por quedarse a ultimar la presentación que daría por la tarde en Diputados sobre el proyecto de presupuesto para el año entrante. El titular de Trabajo, Claudio Moroni, tampoco estuvo presente, abocado de lleno al conflicto que mantuvo hasta ayer paralizada la producción de neumáticos en el país. Así, la postal que ofreció el Salón Eva Perón de Casa Rosada con Manzur como anfitrión resultó bastante pobre. Al menos desde lo político y para su álbum personal, no fue la mejor imagen la que ofreció.
Asado en Olivos
Manzur llegaba a ese encuentro con el impulso de la cena que había ofrecido Alberto Fernández a los líderes de la Confederación General del Trabajo Héctor Daer y Carlos Acuña. El lunes, en la quinta de Olivos, hablaron de política junto a los popes sindicales (sin Pablo Moyano) y allí surgió la idea de organizar un acto por el 17 de octubre en el interior, puntualmente en Tucumán, que permitiera relanzar la relación entre el Presidente, Cristina Fernández de Kirchner y la militancia peronista en una fecha tan simbólica para el Partido Justicialista.
Seguramente el jefe de Gabinete habrá imaginado al escuchar esa propuesta que se le avecinaba un éxito comparable al de aquel Día de Lealtad de 2018. Esta tarde en el hipódromo, rodeado por el propio Fernández y por los principales sindicalistas y dirigentes justicialistas del país, convocó a la unidad del peronismo. Un año después, el Frente de Todos había sellado la unidad detrás de la alianza entre Cristina Fernández de Kirchner, Alberto Fernández y Sergio Massa.
Claro, aquel evento se había dado en un momento muy particular del PJ. La principal diferencia es que la convocatoria a la unidad se había formulado desde un rol diferente al actual: en esos años el Frente de Todos era oposición al gobierno de Mauricio Macri. Y no se trata de un detalle menor, ya que es mucho más sencillo arengar desde la crítica hacia una gestión que siendo parte de esa administración. Hoy, ¿hacia quién podría apuntar la diatriba Manzur por los yerros recurrentes de este Gobierno? Dicho de otro modo, ¿los sindicalistas compartirán escenario político con una gestión que potenció el fenómeno de trabajadores pobres que hay en el país?
Un segundo elemento abre interrogantes respecto del éxito de esa hipotética convocatoria. Hace cuatro años, Manzur no tenía ninguna aspiración nacional, sino que iba en busca de su reelección como gobernador. Es decir, todos los referentes peronistas de otras provincias –con aspiraciones nacionales- que lo acompañaron sabían que con su presencia no iban a “inflar” políticamente a ningún rival. Hoy, el tucumano no tiene reelección y apuesta a un pleno en el armado nacional. Más de un gobernador o ministro pensará dos veces si le conviene regalarle un éxito político a un eventual contendiente.
¿Movilizar para Alberto?
Pero hay un tercer asunto a sopesar: el dolor de cabeza que puede significar para los oficialistas tucumanos movilizar con la misión de congraciar a un jefe de Estado cuyos índices de desaprobación son altísimos. Desde que se difundió la posibilidad del acto, los dirigentes que siempre se encargan de la logística de estos eventos en Tucumán asumieron que estaban frente a un verdadero problema.
Así las cosas, finalmente llegó el mensaje que confirma las dificultades que encierra esta aventura de Manzur. La CGT, que arrancó la semana a los chispazos por el desaire a Pablo Moyano, se reunió el jueves y confirmó que hará un acto propio, lejos de Alberto Fernández y de Cristina Fernández de Kirchner. Pese a lo charlado entre Daer y Acuña con Manzur y con el Presidente, el movimiento obrero se reunirá el 17 de octubre en el estadio de Obras Sanitarias, en la Ciudad de Buenos Aires.
Si Manzur hizo gala desde siempre de sus vínculos con el sindicalismo nacional, ¿cómo se interpretaría un acto del PJ en Tucumán sin los popes del gremialismo? De la reunión en la que se confirmó que los cegetistas no vendrán a Tucumán participaron varios de sus amigos, como Andrés Rodríguez (UPCN), Gerardo Martínez (Uocra), José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), Armando Cavalieri (Comercio), Roberto Fernández (UTA) y Luis Barrionuevo (gastronómicos).
Antes de avanzar con la idea, el tucumano también deberá contemplar otro dato significativo: el kirchnerismo no quiere venir a Tucumán o a cualquier otra provincia del interior en el Día de la Lealtad. De hecho, en el Instituto Patria diseñan una gran movilización en territorio bonaerense, el bastión que la vicepresidenta necesita consolidar para sostener sus aspiraciones electorales el próximo año. La idea de los camporistas es que de ese acto participen también el Presidente y los gobernadores aliados. Todo, claro, con el propósito de reforzar el operativo de protección y contención a Cristina.
Aún no hay confirmación oficial, pero todo parece indicar que el acto ideado por Manzur sucumbirá antes de materializarse. En el justicialismo cercano al tucumano advierten que en lugar de fortalecerlo, un mitin raquítico puede terminar de debilitarlo justo en las vísperas del año electoral. Sin sindicalistas, base del peronismo, y sin una foto de Alberto y Cristina compartiendo escenario, ¿qué réditos podría obtener el jefe de Gabinete con esta maniobra? La apuesta, de por sí, es riesgosa y su desenlace podría apuntalar o enviar por un tobogán las aspiraciones nacionales del gobernador en licencia.