Redes Argentinas es uno de los clubes históricos de básquet en Tucumán. Enclavado calle Blas Parera al 100, en el corazón de Villa 9 de Julio, a una cuadra de la avenida Martín Berho, supo tener épocas de gloria como animador de los torneos locales y también federales. Les gusta definirse como el club con la hinchada más grande del básquet tucumano. Redes, como muchísimos clubes de Tucumán que fomentan el deporte amateur, cumple una función clave desde lo social. Intenta contener a decenas de chicos de uno de los sectores más vulnerables de la capital con una herramienta fundamental como es justamente el deporte. Pero hoy Redes languidece. No desde la pasión, que se mantiene intacta, sino desde la infraestructura. Su cancha, en la que alguna vez jugó “Yuco” Fernández, una de las glorias del básquet tucumano, muestra el paso del tiempo y la falta de inversión. Los dirigentes, sean quienes sean, no pueden con todo. Con una cuota social de $ 300 y con una morosidad altísima, pensar en obras es utópico. El sueño de poder techar el estadio es casi imposible. Ni hablar de convertir en parquet el cemento del piso para poder jugar como locales con su primera y adecuarse de esta manera a las reglas. Paradójico, las redes de los aros de básquet están viejas, deshilachadas, gastadas. Redes es uno de los tantos ejemplos en la provincia de clubes que quieren, pero no pueden. Esa imagen de club de barrio, centro de la vida social, se pierde día a día tanto como el color de las paredes desvencijadas dentro de las cuales “la hinchada más grande del básquet tucumano”, a pesar de todo, aún se hace sentir. Querer ser y no poder. Tratar y no lograrlo. Mientras tanto, la pobreza en la zona es cada vez mayor.
En Tucumán hay muchísimos clubes que intentan mantener una infraestructura a pesar del paso del tiempo. Clubes con disciplinas como fútbol, básquet, rugby, voley, hockey, artes marciales, softbol, etcétera, que actúan como verdaderas barreras ante los peligros cada vez más cercanos de la calle: drogas, violencia, delincuencia, analfabetismo. La pandemia no hizo más que profundizar esta situación. Durante más de dos años los clubes se quedaron sin su principal fuente de ingresos, la cuota social. Y cuando por fin pudieron volver a abrir las puertas se encontraron con una masa societaria diezmada. Y debieron comenzar casi de cero. Su función, se insiste, es crucial. Un chico que hace deportes es un chico que se aleja de las drogas. Por eso, aunque tal vez haya buenas intenciones, debería pensarse en un apoyo más concreto del Estado. La gran mayoría de los clubes cuenta con patrocinio de intendentes, legisladores o concejales, que hacen un apoyo económico, sobre todo para comprar elementos de trabajo: pelotas, redes, conos y hasta camisetas. Se los ve a los deportistas equipados con uniformes en los que sobresale el nombre del político de la zona. Pero no alcanza. Ni siquiera para los clubes grandes, como Atlético o San Martín, que tienen en las subcomisiones de los deportes amateurs a padres que tratan de hacer lo humanamente posible, pero que no pueden subsanar todas las carencias. El año pasado la Nación entregó subsidios por 3,5 millones de pesos a 60 instituciones de la provincia y sin embargo muy pocas pudieron avanzar en infraestructuras. En el parque 9 de Julio, en tanto, agoniza uno de los estadios que supo ser orgullo de los tucumanos, bajo el maravilloso nombre de Palacio de los Deportes que hoy sólo alberga oficinas municipales bajo el peligro de que el techo, destrozado, se venga abajo. O el Complejo Avellaneda, cuyas paredes ya casi no soportan el paso de los años y obligan a los profesores y maestros muchas veces a poner de su bolsillo o a aumentar las cuotas para poder brindar las mínimas comodidades.
Hace pocos días, en un hecho para destacar, el Gobierno entregó subsidios para 49 ONG que trabajan contra las adicciones. En Casa de Gobierno, el gobernador Osvaldo Jaldo aseguró que “son estas organizaciones las que vienen atendiendo esta problemática y nosotros, como Gobierno, también a través de los ministerios, trabajando para llegar a cada una de las personas que nos necesitan”. Pero hay otros actores claves en esta lucha, y los clubes de barrio son uno de ellos, como lo son también las escuelas. El tándem educación más deporte sería una barrera formidable con esta lucha contra el avance del narcotráfico y de la delincuencia.
El Gobierno tiene en su estructura a la Secretaría de Deportes, que depende desde hace más de 20 años de José Banegas, pero su presupuesto casi que se licúa en pago de sueldos. Mientras tanto, desde la Asociación Tucumana de clubes de barrio organizan ventas de productos lácteos en distintos clubes como una forma de aportar a las arcas semivacías de las instituciones. Y se anuncia al proyecto de construir un estadio único de fútbol en Lules, con una inversión de 140 millones de dólares, lo cual seguramente generará múltiples ingresos en turismo, como hotelería y gastronomía. Pero la cancha de Redes sigue sin tener sus redes. Y como ellos, decenas de otros clubes también sufren las penurias y el abandono mientras entablan una lucha por sostener el entramado social que debería ser parte de las prioridades del Estado.