Por Daniel Medina
Si para John Irving la memoria es un monstruo, para Fabián Soberón es un refugio o un salvavidas.
Al menos esa es la sensación que destila Mamá, el libro del autor tucumano publicado en 2012 y recientemente republicado en una edición bilingüe (castellano, inglés).
No es una biografía: Soberón intenta reconstruir un rompecabezas sobre la vida de su madre. No es fácil, por supuesto. L.P. Hartley tiene razón cuando dice que "el pasado es como un país extranjero, allí las cosas se hacen de otra forma".
Adentrarse en el pasado es todo un desafío, del que nadie puede salir indemne ; pero allí se sumerge Soberón.
En este rompecabezas hay, por supuesto, piezas faltantes (nunca podemos saber todo sobre nuestros padres, en especial sobre quiénes eran ellos antes de que nosotros, los hijos, cambiáramos sus vidas) y son justamente en esas piezas faltantes donde aflora, con mayor evidencia, el Soberón escritor/cineasta: el que supone y traza hipótesis sobre qué puede haber pasado; el que construye un montaje paralelo entre un momento de su madre/niña en la escuela y su abuelo sindicalista celebrando la muerte de Evita.
Las técnicas literarias están, no al servicio de la ficción, sino como herramientas que permiten ensamblar mejor las piezas de los recuerdos.
En algunos tramos del libro queda en claro que Soberón no escribe, solamente, para reconstruir un pasado, sino para detener el tiempo: una forma tierna de pelear contra la muerte. No solo evoca recuerdos, los erige mientras escribe.
Un ejemplo: "Mientras pasamos por el colegio Tulio, me animo. Mamá, le digo, qué voy a hacer cuando te mueras. Mi mamá mira por la ventanilla y se pierde un rato en la lluvia tímida e insistente. Vuelve sus ojos. El semáforo está en rojo y parece que está esperando la respuesta. Yo te voy a seguir queriendo, dice ella. Eso tenés que pensar. Esté donde esté te voy a querer. Me quedo callado. Estoy impactado. Lo que me dice es una idea sencilla, despojada de religiosidad. ES una idea básica, elemental, pero poderosa.
Ella me está diciendo que el amor tiene que ver con el recuerdo del amor, que el amor va más allá de la muerte".
Al final de esas líneas, Soberón cita a Unamuno: "Ser inmortal es permanecer en el recuerdo de los otros". Ese es el motor principal del libro. No el único, pero sí el más importante.
La lectura de Mamá/Mother no deja indemne al lector. Queda impregnado de nostalgia, lo obliga a repasar su vida y la de sus seres queridos. Lo impulsa a recordar. Lo lleva a darse cuenta que la memoria es tanto un monstruo como un refugio y un salvavidas.