La última cena

Comenzó en la noche del sábado y se extendió hasta los primeros minutos de ayer. La comida de la 57° exposición anual de la Sociedad Rural de Tucumán fue, en sí misma, una última cena. La última, cuanto menos, que reúne bajo un mismo techo a las principales figuras de la oposición y del oficialismo provincial antes de los comicios provinciales de 2023, sea cuando fuere que vayan a celebrarse. En junio, como ratifica la Casa de Gobierno. En abril, como barajó el mes pasado el PJ. En mayo, como trataron de terciar algunas voces que se escuchan con atención en la Junta Electoral Provincial. En febrero, como llegaron a preguntar desde la Casa Rosada, con tono de si era “posible”. En agosto, si prosperan los planteos que ha formulado el Partido de la Justicia Social contra el fallo según el cual ya no hay ningún plazo electoral vigente en la Constitución provincial. Hay reparos contra la sentencia encaminándose hacia la Corte tucumana. Y, eventualmente, los habrá con rumbo al supremo tribunal de la Nación. Ese estrado que los senadores del oficialismo local votaron en favor de hipertrofiar…

Durante el banquete, celebrado en el salón Julio Argentino Roca, las claridades convivieron con las contradicciones, de uno y otro lado de la grieta, sin solución de continuidad. O lo que es lo mismo, fue una genuina puesta en vidriera de la realidad de la dirigencia política comarcana.

Los claros

Las claridades llegaron temprano, con el discurso del anfitrión. Sebastián Murga, presidente de la Rural tucumana, evocó la primera cena, en 1965, cuando el gobernador era Lázaro Barbieri y el titular de la SRA era Adolfo López. Recordó que el discurso del mandatario provincial fue en favor de la caña de azúcar y de la generación de empleo. López, en tanto, abogó por una baja de la presión fiscal sobre el sector productivo. Si casi seis décadas después, el sector público y el sector privado siguen diciendo más o menos lo mismo, “eso no habla bien de nosotros”, afirmó. En ese “nosotros” entra toda la dirigencia provincial, tanto política como empresaria.

Sin embargo, mucho ha cambiado desde entonces, planteó Murga. En el 65, por ejemplo, la soja recién se asomaba como cultivo y ocupaba apenas el 10% de la superficie de siembra actual. Habrá que agregar que, a escala nacional, aquel año el país registró un crecimiento de su economía del 9% (los chinos, seguramente, hablaban de “crecer a tasas argentinas”). Del Presupuesto General de la Nación, el Gobierno destinó el 25% a la educación. El presidente era Arturo Umberto Illia. Es increíble lo que llegan a crecer los países durante las gestiones de líderes honestos, a los que no hay que acompañar a tribunales ni hacerles el “aguante” para resistir procesamientos por causas de corrupción…

Pero Murga no se quedó en la autocrítica ni intentó coparticipar responsabilidades del gobierno y el desgobierno. Por el contrario. Puntualizó que el sector productivo atraviesa una “situación difícil” que “lastima al campo, aunque el campo no es el que lastima”. Es el Gobierno el que equivoca el camino una y otra vez, diagnosticó. Hasta el punto de poner la ideología por delante de las herramientas de trabajo, definió.

Entonces pasó a enumerar. El cuarto kirchnerismo, apenas asumió, incrementó las retenciones. Luego, puso en crisis la propiedad privada expropiando la agroexportadora “Vicentín”, pese a que había un concurso judicial en marcha. Más tarde, en nombre de “cuidar la mesa de los argentinos”, estableció cupos a la exportación de carne.

A la par, intervino en la venta de maíz al exterior, que equivale a avanzar en una intervención del mercado de granos. Ahora, el “dólar soja” por 25 días. “El campo es mucho más que soja”, bramó. Y agregó que no necesitan anuncios ni medidas cortoplacistas, que sólo confirman que el único programa del oficialismo es la improvisación. Por el contrario, reclamó Murga, lo que hace falta es un plan agropecuario de largo plazo que permita planificar otra Argentina y otro Tucumán.

“Pero son un gobierno que prioriza el populismo antes que la producción”, disparó. Y arrancó los aplausos en las 40 mesas del salón.

El mensaje, por cierto, no se circunscribió a la economía y a la producción, sino que también abarcó el plano de las instituciones de la república. Fue contundente el pedido del fundador del partido CREO para que se respete al Poder Judicial. “Basta de aventuras”, demandó, respecto de la media sanción que dio la Cámara Alta al proyecto para ampliar el número de miembros de la Corte a 15. Originalmente, la propuesta era llevar de cinco vocales a 25 consonantes la integración del máximo tribunal, para “federalizar” ese estrado, a razón de un juez supremo por provincia. Ahora se ve que se conforman con que sea semi-federal, nomás…

Finalmente, Murga llamó al consenso. “Donde vean una grieta, hagan como en campo: pásenle la rastra y trabajen”, convocó.

Fin de las claridades del ágape.

El discurso de Murga no tuvo fisuras, salvo por la realidad debajo del escenario.

Los grises

Los cuatro intendentes opositores acudieron al convite, pero no estuvieron juntos. Cruzaron abrazos y después Alejandro Molinuevo (Concepción) se sentó junto con Sebastián Salazar (Bella Vista) en la misma mesa que el diputado nacional Roberto Sánchez. Mariano Campero (Yerba Buena) compartió mesa con el gobernador Osvaldo Jaldo. Germán Alfaro (capital) y la senadora Beatriz Ávila departieron en una tercera mesa.

Alfaro y Jaldo ni siquiera se saludaron. Los jefes municipales radicales, en cambio, fueron a tomarse una foto con Jaldo en plena cena. Ricardo Bussi, de espaldas a la escena en una cuarta mesa, meneaba la cabeza: “No entienden más”.

Murga, a esa hora, tenía más cosas en común con Alfaro (pese a que llegó a identificarlo, hace menos de un año, como “el límite” para cualquier armado opositor) que con algunos de los fotogénicos “correligionarios” con quienes CREO compartió lista en los comicios de 2021.

En el menú, la entrada fue con pollo; y el plato fuerte, con cerdo: la carne de res estuvo ausente, lo cual se explica porque la Sociedad Rural es mucho más que ganadería bovina. ¿Qué explicaba la ausencia del más mínimo criterio de comportamiento en la oposición?

Esa ensalada le sirvió a Jaldo para hacer la digestión, después de que le tocara recibir, en representación del oficialismo nacional y profesional, todas las cachetadas del mensaje de Murga. “Hace mucho que no veía una reunión así”, dijo el mandatario provincial a la hora de su discurso. Y nadie puede decir que estaba faltando a la verdad…

Pidió ubicar a la Argentina en el contexto internacional, en crisis por “el enfrentamiento bélico” entre Rusia y Ucrania (no habló de invasión): puntualizó que está geográficamente lejos, pero que ni el país ni la provincia escapan a sus consecuencias económicas. Destacó que en Europa se hace visible la falta de energía y de combustibles, y que en breve se hará sentir la falta de alimentos, lo cual representará una “oportunidad” para la Argentina y para Tucumán. Hizo hincapié en que nuestra provincia exporta productos a 155 países, lo que equivale a más del 80% del mundo. Precisó que esas exportaciones crecieron un 20% interanual. Admitió que aún resta por hacer en materia fiscal, pero dijo que las actividades primarias de la provincia tienen alícuota cero en Ingresos Brutos. Y subrayó que el desempleó cayó un 5% en Tucumán.

“Coincido con Sebastián: terminemos con las grietas, porque sólo restan y nos debilitan”, afirmó, al final. Y frente al pluralísimo auditorio, le habló a los referentes “de los diferentes espacios” y les dijo: “de una vez por todas necesitamos juntarnos a buscar consensos para definir qué provincia queremos para el futuro”.

“Se olvidó que sigue sin recibirlo a Alfaro, que lleva todo el año pidiendo audiencia”, razonaban en una mesa con tres generaciones de ruralistas, respecto del discurso del titular del Ejecutivo. Pero Jaldo había ido como invitado a ese ámbito tan opositor. Y los anfitriones le ayudaban a disimular, incluso, la propia grieta oficialista: los parlamentarios nacionales del “manzurismo” estaban cómodos disfrutando del postre junto con sus adversarios de Juntos por el Cambio (el diputado Domingo Amaya y el ex senador José Cano) y ninguno amagó, siquiera, con ir a comer la crême brûlée con helado a la mesa de Jaldo.

Claro está, esta distancia “inter oficialista” era una sutileza al lado de otras situaciones opositoras. Bussi, que esta semana será protagonista de la visita del libertario Javier Milei a la provincia (se perfila como el acontecimiento político en la apertura de octubre) no fue concurrido en su mesa por los mismos radicales que, a mediados del año pasado, lo identificaban (con certero diagnóstico, por cierto) como “la llave” para ganarle al PJ en Tucumán. Para mayores estridencias, uno de los intendentes radicales que tanto lo cortejaba en 2021, prefirió mandar un mensaje a través de la mujer de Bussi, en lugar de acercarse a saludar al líder del Fuerza Republicana. “Decile a Ricardo que me maliterpretó”, le pidió, casi suplicante, cuando se la encontró en uno de los accesos del salón Roca.

“Es difícil conseguir autonomía política cuando se carece de autonomía económica”, razonaba, en una mesa de empresarios, un poderoso industrial de la provincia, mientras veía a los jefes municipales radicales posar sonrientes con el gobernador peronista. “Jaldo les paga los sueldos de los empleados”, traducía su esposa, que no quería eufemismos para sazonar el solomillo. Precisamente, en boca de las damas estuvieron los diagnósticos más filosos.

A las 23.30, cuando los ruralistas se cruzaban de sillas para dialogar, una mesa en la que sólo quedaban damas ensayaba el cierre de la noche. “Parece que el Gobierno ya eligió a sus opositores”, decía una de ellas, que reparaba en los flashes que impactaban sobre Jaldo y los intendentes de la UCR. “Viendo que no buscaron la misma foto con Alfaro -intercedió una de sus amigas-, a mí me da la impresión de que esos radicales ya eligieron peronista”, sentenció.

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