Isabel II tuvo un sepelio con pompa y veneración

Isabel II tuvo un sepelio con pompa y veneración

Cientos de miles de personas fueron a despedir a la monarca que reinó 70 años. Una bóveda en Windsor

Isabel II tuvo un sepelio con pompa y veneración
20 Septiembre 2022

LONDRES, Reino Unido.- La reina Isabel II tuvo un funeral de Estado como no se ha visto en más de medio siglo, en la Abadía de Westminster, en el centro histórico de Londres. Hasta allí llegó el féretro en un afuste tirado por decenas de marineros.

El féretro, seguido a pie por el rey Carlos III, los otros tres hijos de la reina, el príncipe heredero William y su hermano Harry, llegó poco antes de las 11 (las 7 de Argentina) a la puerta oeste de la imponente iglesia gótica, luego de una breve procesión al ritmo del sonido de gaitas, que partió de Westminster Hall, en el complejo de edificios de Parlamento.

En esa iglesia donde descansan los restos de reyes y reinas de la Edad Media, y donde se celebran casamientos y funerales reales, se llevó a cabo el servicio, dirigido por el deán de Westminster, David Hoyle y cuyo sermón fue pronunciado por el arzobispo de Canterbury, Justin Welby.

En el interior de la majestuosa Abadía de Westminster había unos 500 presidentes, primeros ministros, miembros de familias reales extranjeras y dignatarios.

Miles de personas ya se habían reunido en la capital, para presenciar la procesión, en un homenaje a la monarca más longeva de Gran Bretaña, que se forjó un respeto internacional durante sus 70 años en el trono.

Ciudadanos de todo el país se agolparon en la ruta que siguió el coche fúnebre desde Londres hasta el castillo de Windsor, arrojando flores, vitoreando y aplaudiendo mientras pasaba de la ciudad a la campiña inglesa, a la que tanto estuvo apegada.

En la capilla de San Jorge, en el castillo de Windsor, unos 800 invitados asistieron al entierro. La ceremonia concluyó con el retiro de la corona, el orbe y el cetro -los símbolos del poder imperial y el gobierno de la monarca-, que estaban sobre el féretro, y su colocación en el altar.

A continuación, el lord Chambelán, el funcionario de mayor rango de la Casa Real, rompió su “Varita de Oficio”, que significa el fin de su servicio a la soberana, y la colocó sobre el féretro antes de que descendiera a la bóveda real.

Mientras la congregación cantaba el himno nacional, el rey Carlos se esforzaba para evitar las lágrimas.

Más tarde, en un servicio familiar privado, el féretro de Isabel y el de su marido durante más de siete décadas, el príncipe Felipe, fallecido el año pasado a los 99 años, serán enterrados juntos en la misma capilla en la que también descansan sus padres y su hermana, la princesa Margarita.

Es el mismo edificio donde la reina fue fotografiada llorando a solas a Felipe, durante el confinamiento por la pandemia, lo que reforzó la sensación de una monarca en sintonía con su pueblo, en un momento de prueba.

En el funeral en Westminster, el arzobispo de Canterbury dijo que el dolor que sienten tantas personas en Gran Bretaña y en todo el mundo refleja la “vida plena y el servicio amoroso” de la monarca.

“Su difunta majestad declaró, en una emisión por su 21 cumpleaños, que su vida estaría dedicada a servir a la nación y a la Mancomunidad. Pocas veces una promesa se ha cumplido tan bien. Pocos líderes reciben la efusión de amor que hemos visto”, dijo.

Tras el funeral, su féretro, envuelto en una bandera, fue llevado por marineros por las calles de Londres en un carro de artillería, en una de las mayores procesiones militares vistas en Gran Bretaña, en la que participaron miles de miembros de las fuerzas armadas, con galas ceremoniales.

Caminaron al ritmo de la música fúnebre de las bandas de música, mientras de fondo el famoso reloj Big Ben de la ciudad daba las campanadas cada minuto. El rey Carlos y otros miembros de la realeza les siguieron a pie.

El féretro fue llevado desde la Abadía de Westminster hasta el Arco de Wellington antes de pasarlo al automóvil fúnebre que se encaminó a Windsor.

Entre la multitud que acudió de toda Gran Bretaña, la gente trepaba a las farolas y se subía a las barreras y escaleras para poder ver la procesión real, una de las más grandes de la historia moderna de la capital.

Millones de personas más lo veían por televisión en sus casas en un día feriado declarado para la ocasión. El funeral de un monarca británico nunca había sido televisado.

“Invencible”

Isabel murió a los 96 años, el 8 de septiembre, en su casa de verano escocesa, el castillo de Balmoral. Su salud había empeorado, sobre todo durante la pandemia, y mucho más después de la muerte de su “amado Felipe” y durante meses la monarca, que había cumplido con cientos de compromisos oficiales hasta bien entrados los 90 años, se había retirado de la vida pública.

Sin embargo, en consonancia con su sentido del deber, fue fotografiada apenas dos días antes de morir, con un aspecto frágil pero sonriente y con un bastón en la mano, mientras nombraba a Liz Truss primera ministra, la decimoquinta a la que encargó el Gobierno británico.

Su longevidad y su inextricable vínculo con Gran Bretaña fueron tales que su propia familia quedó conmocionada por su muerte. “Pensábamos que era invencible”, dijo el príncipe William.

Hacia el final del servicio en Westminster, la iglesia y gran parte del país guardaron silencio durante dos minutos. Las trompetas sonaron antes de que la congregación cantara “God Save the King”. En el exterior, la multitud se unió y rompió en aplausos cuando terminó el himno.

El gaitero de la reina puso fin al servicio con la lamentación “Duerme, querida, duerme”, que se fue apagando. (Reuters-Especial)

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