De Muner: 120 días de un silencio que dice mucho
Ese es el tiempo que lleva De Muner sin hablar con la prensa; y durante ese período el equipo dejó de fluir dentro del campo. Muchos rendimientos bajaron, algunos resultados no fueron los esperados y Belgrano estiró la diferencia en la cima. Es hora de volver a las fuentes.
Luego del empate 1-1 contra Agropecuario, en Carlos Casares el 14 de mayo por la fecha 15 del torneo, Pablo De Muner enfrentó por última vez a los periodistas. Sus palabras, en aquel momento sonaron fuertes, aunque nadie pensaba que a partir de ahí no iba a emitir ninguna declaración más.
“Me ha escrito mucha gente mensajes de WhatsApp, a veces desubicados. No sé cómo tienen mi número. El año pasado hasta me amenazó un cura. Son cosas que por ahí la gente no sabe y ojo, que uno a veces se cansa; porque yo tengo familia. En el fútbol tenés que estar preparado para todo. Pero hay cuestiones que van más allá de eso”, había dicho entre otras cosas el entrenador, que en ese momento se mostraba molesto pese a que su equipo estaba segundo en el torneo y llegaba precedido de muy buenas producciones.
Pero a partir de ahí, por razones desconocidas, prefirió no hablar. Se llamó a silencio y dejó que sus futbolistas fueran los que emitieran opiniones sobre el presente del equipo.
Él se dedicó a trabajar en silencio, con la firme convicción de que su plan iba a dar los resultados esperados. Pero, de manera ¿casual? su equipo también dejó de “hablar” dentro del campo.
Hasta ese duelo contra el “Sojero”, salvo en la caída 0-4 contra Mitre, San Martín había mostrado una productividad bárbara (ocho triunfos, cinco empates y sólo dos derrotas), con picos de rendimiento muy altos (el triunfo sobre Ferro en Caballito y los primeros 60’ minutos en cancha de Quilmes). Tenía 29 puntos y estaba a sólo cinco de Belgrano.
Sin embargo, luego de ese tarde en la que el equipo había entrado dormido, había logrado levantar un 0-1 pero se había mostrado incapaz de ganarlo, ya no hubo producciones de alto vuelo. A partir de la fecha 16, el “Santo” sumó seis victorias, nueve empates (siete sin poder siquiera vulnerar una vez la valla enemiga) y una derrota (en el pésimo mediodía de la Isla Maciel). El “Pirata” mantuvo su ritmo (pese a algunos tropezones) y estiró a 11 una ventaja que parece definitiva pensando en el primer ascenso.
“Por ahí los equipos nos fueron agarrando la mano. Nos plantearon partidos cerrados y no supimos cómo jugarlo. Seguimos trabajando para tratar de mejorar ese aspecto”, opinó Juan Imbert.
Para colmo, mientras el entrenador prefería no emitir declaraciones, sus jugadores aseguraban que estaba todo bien; incluso cuando el equipo parecía no tener ideas de cómo superar a algunos rivales y le costaba horrores dar el salto de calidad que necesita todo equipo que pretende ir por todo en un torneo.
San Martín bajó su rendimiento, nada lo ayudó durante este último lapso y los hinchas comenzaron a perder la paciencia mientras el equipo bajaba su nivel y su productividad.
“Había una desconformidad grande entre la gente y en algunos medios. Se hablaba que veníamos mal y se pedía por la renuncia de Pablo. Por suerte pudimos ganar porque no es sencillo estar así”, había declarado Hernán Lopes tras la victoria sobre Güemes.
Para lograr cosas importantes, es indispensable que todos se encolumnen detrás de un objetivo. Dirigentes, cuerpo técnico, jugadores e hinchas deben aportar su granito de arena. Y en la etapa final del proceso, dio la impresión que no todas las patas del asunto estuvieron del todo niveladas.
¿Qué pasó durante en este tiempo? Se conoce poco y nada al respecto, pero da toda la impresión que en el ambiente hay una molestia, un enojo, una incomodidad; algo que ya no fluye como antes y el fútbol de San Martín también dejó de fluir.
Es cierto que el “Pirata” sacó una ventaja que parece definitiva. Pero en La Ciudadela tienen que entender que falta mucho y que además, hay otra chance en el Reducido.
Por eso, a partir de mañana. Las patas deben volver a estar sólidas como en el inicio. “Esta camiseta tiene mucha historia y siempre hay que ganar. Tenemos que ascender y estamos convencidos de ello”, lanzó Hernán Pellerano.
El silencio del entrenador coincidió con el bajón de rendimiento del equipo. Casualidad o causalidad, hoy importa poco. Lo que sí importa en Bolívar y Pellegrini es que el equipo vuelva a “hablar” en la cancha como hizo en las primeras 15 fechas. Eso, puede darle el envión necesario para poder lograr el objetivo.