Una fotografía del futuro próximo

¿Realmente hay que salvar al planeta? El hombre es a veces bastante soberbio. Primero lo rompe y después pretende arreglarlo.

La Tierra existió millones de años antes de que germinara el ser humano y seguirá estando millones de años después de que el homo sapiens se haya extinguido. Entonces, ¿qué hacemos nosotros, engreídos y efímeros, hormigas cósmicas, en medio de una conversación de adultos, entre nuestra galaxia y el universo?

Una parte del teorema afirma que a esta bola celeste le quedan, en métricas astronómicas, pocos años de existencia.

Nuestra hornalla de vida, el sol, comenzará a apagarse en poco más de 5.000 millones de años. Y cuando eso ocurra, el hombre moderno ya habrá sido apenas un lejanísimo recuerdo.

Mientras tanto, podrán ocurrir otros eventos inesperados en el medio que pulvericen este globo: un asteroide que nos pegue como un bate; un súper misil extraterrestre; o que de repente un día nuestro núcleo por alguna razón decida dejar de girar.

Hasta aquí el destino de la Tierra. Ahora veamos el hado de nuestra raza.

De mínima estaremos aquí no más de cien años, según los cálculos más dramáticos, como el del prestigioso científico australiano Frank Fenner. El experto argumenta que la superpoblación, el consumo descontrolado de bienes y el rápido cambio climático serían los principales motivos que llevarían al hombre a su autodestrucción.

Incluso la deducción de Fenner podría anticiparse. Una guerra nuclear mundial, una pandemia mil veces más letal que el coronavirus o un evento astronómico indetectable son algunas de las muchas catástrofes factibles.

De máxima, la ciencia nos enseña que los mamíferos, como especie, no pueden superar el millón de años de existencia. Son modelos cargados con miles de datos y las proyecciones más optimistas no logran superar este lapso.

El biólogo y paleontólogo Henry Gee estima que el mamífero humano, biológicamente más débil que otros de su especie, no habitará este mundo más de 400.000 años. Y ya nos gastamos 200.000, si no contamos a nuestros antecesores.

Es decir, según esta teoría, nuestro techo son otros 200.000 años.

De media, puede anticiparse el fin de la raza por mil razones no catastróficas. Una de ellas es la drástica disminución de espermatozoides que se ha detectado en el hombre durante las últimas décadas a causa de la contaminación, la comida chatarra, el estrés o el sedentarismo.

Aquí y ahora

Conociendo, muy sintéticamente, las fechas de defunciones de la raza y del planeta, el escenario se acota, aunque se complejiza.

En el “mientras tanto nos extinguimos’’ están ocurriendo muchas cosas y en ese contexto el hombre es protagonista.

Al punto que hemos forzado el surgimiento de una nueva era evolutiva: el Antropoceno, que es el período de la historia de la Tierra en que los humanos están alterando el funcionamiento del medio ambiente global.

Y dentro del Antropoceno surgió una descripción más precisa, que focaliza nuestra existencia en la era urbana: el Asticeno, un término propuesto por los investigadores Karen Hedge (Univ. de Yale) y Robert Sánchez Rodríguez (Univ. de California), en uno de los trabajos más profundos publicados hasta ahora sobre la evolución urbana mundial, titulado “La Nueva Geografía de la Urbanización Contemporánea y el Medio Ambiente”, publicado por la prestigiosa editorial académica “Anual Reviews”.

Asticeno sustituye “anthropos” por “astos”, que es un habitante de una zona urbana.

Hedge y Sánchez Rodríguez fundamentaron su estudio en base a 148 investigaciones internacionales sobre los ecosistemas humanos en torno de su organización urbana, como sociología, medio ambiente, salud, política, bienes y servicios, trabajo, demografía, distribución de la riqueza, etcétera.

Allí sostienen que la urbanización crea paisajes dominados por humanos, impulsa cambios ambientales, transforma la cubierta terrestre, los sistemas hidrológicos y la biogeoquímica, y es uno de los principales impulsores de la pérdida y alteración del hábitat y de la extinción de especies de plantas y animales.

Sin embargo, advierten que la concentración de personas, recursos y actividad económica también presenta oportunidades hacia la sostenibilidad.

Es decir, por un lado las ciudades generan contaminación, están cambiando el clima y afectando al hábitat, pero a la vez son el principal impulsor de la economía, de la generación de empleo, educación y servicios básicos, de la disminución de la pobreza y del desarrollo humano en general.

“Spoileando” las conclusiones de esta investigación podemos decir que Hedge y Sánchez Rodríguez advierten que el desarrollo urbano es el mejor escenario posible para el hombre, gracias a la concentración de la población y a los diseños urbanos compactos, que acortan distancias, no sólo en movilidad, sino en accesos a bienes y servicios.

“Se requieren altas densidades de población y un diseño urbano compacto para respaldar vecindarios transitables y alternativas de transporte público al automóvil. El desarrollo urbano compacto junto con las altas densidades residenciales y de empleo pueden reducir el consumo de energía, los kilómetros recorridos por los autos y las emisiones de dióxido de carbono. Las poblaciones concentradas también ahorran tierra para la agricultura, la vida silvestre y el hábitat al usar menos territorio para el desarrollo urbano”, explican.

Sin embargo, aclaran que estas expansiones deben ser sustentables, algo que no está ocurriendo en su mayoría, sobre todo en los países menos desarrollados.

“Las compensaciones entre los desafíos ambientales y las oportunidades dependerán de cómo y dónde se expandan las áreas urbanas, los estilos de vida y los patrones de consumo, así como la capacidad de las instituciones y los gobiernos para abordar estos desafíos”.

Todo cambió en 100 años

Los datos que aporta esta investigación son impactantes. Citamos algunos de los más relevantes:

La humanidad cruzó un hito en 2008 cuando la población urbana superó a la población rural por primera vez en la historia.

La transición urbana en Europa y América del Sur se produjo en la década de 1950 a 1970. En las próximas décadas tendrá lugar en Asia y África.

A principios del siglo XIX, cuando la población era de mil millones de personas, Beijing era la única ciudad con una población de un millón. Cien años después había 16 ciudades con una población de un millón o más. En el 2000 había 378 ciudades y para 2025 habrá 600 ciudades de un millón o más.

En 1900 no había ciudades con una población de 10 millones. En 1950 el área metropolitana de Nueva York se convirtió en la primera en alcanzar los 10 millones. Tokio fue la segunda ciudad en tener 10 millones en 1962. Hoy hay 19 aglomeraciones con más de 10 millones de habitantes.

La extensión urbana de Tokio (42 millones) cubre 13.500 km 2, más que Jamaica (11.000 km 2 ). En el delta del Nilo,3.000 km 2 de tierra se urbanizaron en 30 años, de 1970 a 2000. En Puerto Rico, la expansión urbana ocupa el 40% de la isla y una cuarta parte de las tierras agrícolas.

Se necesitó toda la historia hasta 1960 para que la población urbana mundial llegara a mil millones, pero solo 26 años para llegar a dos mil millones. En menos de 100 años la población urbana crecerá de mil millones a seis mil millones.

Para 2050 más del 70 % y el 50 % de la población de China e India, respectivamente, será urbana.

En 2050 se espera que la población urbana, si la fecundidad se mantiene como hoy, aumente en 5.000 millones.

La urbanización reducirá la presión sobre los bosques debido a la disminución de la población rural que causa deforestación.

Las áreas urbanas son más ricas debido al mayor nivel de productividad. El 30% del PIB del Reino Unido, Suecia, Japón y Francia corresponde a Londres, Estocolmo, Tokio y París.

Más de 900 millones de personas viven en asentamientos informales, en condiciones de vulnerabilidad. Esto es uno de cada tres ciudadanos.

La rápida expansión de las industrias en áreas urbanas y periurbanas ha llevado a la creación de barrios marginales para acomodar a los trabajadores de esas industrias.

Un elemento que afecta a la urbanización es el esfuerzo de los gobiernos nacionales y provinciales por transferir las responsabilidades de gestión de los servicios públicos a los gobiernos municipales sin transferir los recursos.

Los barrios cerrados existen hace tiempo en las ciudades industrializadas, pero han surgido como una nueva urbanización en los países en desarrollo y han creado nuevas formas de exclusión social.

La falta de una gobernanza inclusiva agravó el proceso de urbanización en países con marginación social y física de un gran número de habitantes urbanos, la pobreza y la degradación ambiental, con marcados contrastes entre el espacio urbano formal e informal, los ricos y los pobres, lo legal y lo ilegal.

Hay un papel cada vez mayor del sector voluntario y las ONG en la configuración del paisaje urbano, especialmente en movilizar recursos para mejorar los servicios públicos y el bienestar social.

El desafío que enfrenta el Siglo XXI no es si urbanizar sino cómo urbanizar de manera más sostenible y con menos impacto ambiental.

Además de las mejoras económicas en provisión de servicios de infraestructura, educación, salud y saneamiento, existe evidencia de rendimientos crecientes de la innovación y la creación de riqueza a medida que las áreas urbanas crecen.

La investigación demostró que no es la urbanización el problema en sí, sino factores subyacentes como la forma urbana, los estilos de vida, las preferencias y oportunidades de consumo y las opciones energéticas.

En la década de 1990, la importancia de las ciudades pasó a la vanguardia de los procesos de crecimiento económico a través de la acumulación de tecnologías e ideas, debido al mayor flujo de conocimiento e información. La escala y la densidad urbana aumentan la productividad y la creatividad de las empresas y los trabajadores.

La clave es la disposición de las poblaciones urbanas en ubicaciones, formas y funciones que promuevan la sostenibilidad.

Se necesita una buena planificación urbana alentando a las personas a vivir más cerca de sus lugares de trabajo, desarrollando redes de transporte público rentables y convenientes.

Mayores densidades de empleos y personas pueden generar más peatones, menos manejo, menos energía y menos emisiones de carbono. Esto requiere inversiones en infraestructura pública que fomenten el desarrollo del transporte público.

La transición a un siglo urbano necesita de una nueva forma de pensar y comprender las crecientes complejidades de nuestras sociedades.

Las áreas urbanas no se trata solo del entorno físico y construido, sino también de las instituciones, la gobernanza y los procesos sociales. Necesitamos ver los procesos urbanos como parte de un sistema completo y complejo.

Históricamente, la urbanización ha sido vista como un mal ambiental, pero la urbanización en realidad puede acelerar la transición hacia la sostenibilidad debido a las fuerzas de la aglomeración, el aumento de la innovación y la riqueza. Sin embargo, el crecimiento urbano necesita buenas estructuras de gobernanza para lograrlo.

Conclusión

Los investigadores explican que hay dos variables clave para proyectar el futuro de un área metropolitana: la densidad poblacional (alta, media y baja) y la tasa de natalidad (alta, media y baja), y sus distintas combinaciones.

Si las dos son altas la búsqueda de la sustentabilidad es más urgente. Planificación del suelo y del impacto ambiental, proximidad del empleo, reducción de vehículos y contaminación, mejora del transporte público y movilidades alternativas, aumento de caminantes, reducción del ruido y acceso pleno a servicios básicos y de calidad, e inversión en infraestructura pública, entre otras mejoras.

El Gran Tucumán tiene una densidad demográfica alta y una tasa de natalidad media. Es decir, si en el promedio mundial los problemas urbanos, en escala y en densidad, se triplicarán en 40 años, en Tucumán ese escenario se alcanzará en la mitad de ese tiempo.

Tomar profunda conciencia de la fotografía que nos acerca la ciencia es urgente, porque ya sabemos lo que nos muestra la imagen de esta ciudad dentro de 20 años.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios