Aunque el tiempo de la Tierra discurre siempre a la misma velocidad, en la Argentina las alteraciones temporales provocan vértigo. De 2022 ya queda sólo la tercera parte por recorrer y sin embargo el año parece interminable en lo referido al bolsillo de los argentinos. Los tiempos del poder, en cambio, tienden a una aceleración desenfrenada. Tucumán no escapa a esta arritmia. Pero aún en esta temporada de espasmos económicos y políticos, algunas variables comienzan a alinearse. Se ordenan, por supuesto, de manera precaria y momentánea, aunque no por ello menos visible.
Culmina el primer tercio de septiembre y el hecho político más resonante para la oposición provincial que se agrupa en torno de Juntos por el Cambio aconteció fuera de las fronteras domésticas, pero dentro del NOA. El gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, fue anfitrión del intendente de San Miguel de Tucumán, Germán Alfaro, en el contexto de una comitiva de autoridades universitarias, legisladores provinciales y funcionarios municipales que visitaron aquella provincia entre el martes y el miércoles.
El jujeño fue generoso con el tucumano en los gestos y las declaraciones. Hubo café mano a mano. Y también, en un tramo de las conversaciones informales y delante de propios y extraños, le deslizó: “vos Germán, que vas a ser el candidato…”. Por supuesto, nadie que tenga dos dedos de frente en política puede entender que tal manifestación es el lanzamiento de una candidatura a gobernador. En todo caso, es una severa devolución de gentilezas, tras el acto de la vigilia por la Declaración de la Independencia. Ese 8 de julio, Morales vino a Tucumán para participar del “locro patriótico” organizado por el presidente de la UCR provincial, el diputado Roberto Sánchez, y algunas autoridades del centenario partido. El teléfono sonó en la intendencia capitalina con un pedido: Morales quería participar de la ceremonia de la noche en la Casa Histórica. En los planes alfaristas originales, había sólo un invitado de honor: el jefe de gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta. Pero no hubo hesitaciones: Morales sería más que bienvenido.
El resultado fue revelador: el jujeño y el porteño, lejos de desentonar, se vieron por demás empáticos. Claro que Alfaro capitalizó esa foto como “un antes y un después”, pero sus dos invitados testearon en los hechos que una eventual alquimia tendría potencial, algo que de otra manera sólo estaría reservado al especulativo laboratorio de las encuestas.
El ex senador nacional José Cano fue el que hizo aquel llamado. El ex diputado nacional José Cano fue también el sherpa de la expedición. Dos aciertos determinantes en sólo dos meses.
Hay un segundo respaldo no sólo para Alfaro sino para el alfarismo en esa breve gira norteña. Morales sostuvo a viva voz que la apuesta es el fortalecimiento de Juntos por el Cambio en Tucumán. Es lógico: apostaron por ese frente en 2019, cuando no era la “marca” más ganadora. Ahora, que tiene las acciones en alza, ¿lo van a descartar? Malas noticias para el peregrino plan de los intendentes radicales tucumanos de promover un frente electoral distinto en 2023, que sólo ha recibido rechazos de las figuras nacionales consultadas en Mendoza (durante las vacaciones de julio), en Buenos Aires (el mes pasado) y ahora en Jujuy.
Justamente, el mandatario jujeño también les devolvió gentilezas a los principales referentes del radicalismo tucumano. Luego de que él viniera para el locro de la víspera del 9 de Julio, sus “correligionarios” también salieron de gira a finales de agosto y en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (donde se emplaza el Comité Nacional de la UCR que preside Morales) se reunieron con Patricia Bullrich y con Mauricio Macri, del PRO; y con Alfredo Cornejo, de la UCR. No hay que leer mentes ni apelar las cartas del tarot para advertir que a Morales no le debe haber resultado agradable el periplo. En la política, como en la vida, amor con amor se paga. Alfaro estrechó relaciones con Morales no porque sea un “pícaro” de la política, sino tan sólo porque sigue el ABC del poder.
Dicho sea de paso, los asesores y los socios de Sánchez no tienen por qué profesarle cariño, pero por lo menos deberían preservarlo. No luce muy sensato desairar al único argentino que se encuentra estatutariamente habilitado para intervenir el distrito tucumano de la UCR. La idea de romper Juntos por el Cambio, probablemente, al jujeño también le suena a afrenta. Tucumán posiblemente inaugure el calendario electoral el año que viene, ahora que la Justicia ha confirmado que nuestra Constitución es de arena, y que en sus páginas un día figura un plazo electoral y, al siguiente, aparece otro. En ese contexto, que el gobernador radical que quiere integrar la fórmula presidencial de la coalición opositora, ¿va a arrancar su carrera por el poder, el año que viene, explicándole a sus socios que en Tucumán el radicalismo fractura el mismísimo frente que él quiere encabezar en el orden nacional?
La otra vereda
El escenario del Frente para Todos también comienza a ordenarse, a partir de una presunción que se afianza cada vez más como un hecho: las aspiraciones de Juan Manzur a integrar el binomio presidencial del oficialismo en 2023.
Dos factores inciden en ese proyecto. Por un lado, la “centralidad presupuestaria” que ocupa actualmente: al no haber un Presupuesto 2022 aprobado, a quien le corresponde la administración del Presupuesto 2021 ampliado es al jefe de Gabinete. Por otro lado, el oficio de orfebre político. El tucumano viene acumulando millas en un programa oficialista en el que muchos fracasan: brindar soluciones. Económicas o financieras, se entiende. Los gobernadores que acuden al despacho del primer piso, contiguo al de la Presidencia de la Nación, se van con respuestas para sus demandas. Ya sea que antes hicieron las gestiones con el jefe de Estado, Alberto Fernández, o con la Presidenta del Senado, a la hora de hacer operativos programas o aportes, la firma de Manzur es imprescindible. Y a la par de ello, el gobernador de Tucumán en uso de licencia ha ido tejiendo acuerdos políticos. Con algunos gobernadores de distritos “grandes” o “medianos” (Omar Perotti, de Santa Fe; Sergio Uñac, de San Juan; de Formosa, Gildo Insfrán; o el intendente de Resitencia y candidato a gobernador de Chaco, Jorge Capitanich) hay “entendendimientos”. Con los de provincias “chicas” (Ricardo Quintela, de La Rioja; Raúl Jalil, de Catamarca; Oscar Herrera Auad, de Misiones) hay “compromisos”.
¿Es suficiente para integrar la fórmula del oficialismo el año que viene? Por lo menos, es más que suficiente para “animarse”. Ahora bien, si Manzur es parte de este gobierno, como muchos otros “presidenciables” y “vicepresidenciables” del Partido Justicialista, ¿cuál es el “diferencial” que puede mostrar para demostrar que sí se merece estar en la fórmula? De buenas a primeras, el “plus” que puede llegar a mostrar el jefe de Gabinete consiste en una suerte de “bonus electoral”. Dicho de otro modo, ganar y por mucho en su provincia.
En ese esquema, el gobernador interino, Osvaldo Jaldo, no sólo es un socio conveniente: es un socio necesario. Con todo el justicialismo provincial unido y convencido por detrás.
El proyecto nacional de Manzur y el certificado de imprescindibilidad de Jaldo, en ese esquema, logra alinear los dos grandes planetas del oficialismo provincial, que hasta el año pasado estuvieron en curso de colisión. Pero no todo es soplar y hacer botellas. Mucho menos en el justicialismo provincial. Ya se ha dicho que debajo de la cúpula del poder político la interna entre manzuristas y jaldistas se mantiene encendida y activa, como un volcán que busca una falla para entrar en erupción. Encolumnar esos intereses no va a ser sencillo. Sobre todo porque Jaldo, por estas horas seguro candidato a mandatario provincial, viene de perder las PASO con muchos intendentes que ahora deben llevarlo como “conductor”. Para ahorrar ejemplos, el taficeño Javier Noguera es un jefe municipal con mucho predicamento entre media docena de sus pares y entre al menos una treintena de delegados comunales.
Hay mucho trabajo político por hacer y poco tiempo para concretarlo. Ya el fin de semana pasado hubo un asado de figuras de primer orden del poder político. Este fin de semana que está llegando también será pleno en ágapes. El tema excluyente de las sobremesas consiste en determinar cuál es la fecha para anticipar los comicios, que la Justicia ya habilitó que no sean en agosto. Para unos, junio es muy tarde. Para otros, abril es muy de “desesperados”. Mayo asoma en el horizonte como un mes más “consensuado”.
Eso sí: el escenario del oficialismo provincial está condicionado por el de la Nación. Y en ese ámbito hay por estos días un exceso de espuma, que impide ver cuánta es la verdadera cerveza que hay en el jarro de cerámica.
Por un lado, el atentado contra la Vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, más que otorgarle “centralidad” política, la entronizó en el centro de la escena. Ahora bien, a partir de que ella es la figura excluyente del oficialismo (de pronto, la causa “Vialidad” ha pasado a un segundo plano), la pregunta es cuál es su real aspiración. ¿Es candidata a Presidenta o es candidata a gran electora del oficialismo?
Por otra parte, el ministro de Economía, Sergio Massa, anunció su plan de devaluación selectiva con el anunció del “dólar soja” a una cotización oficial de $ 200. El primer día hizo caer el dólar “blue” en $ 15. Al otro día, el “paralelo” recuperó valor y volvió a estirar la brecha, pero no menos cierto es que en tres días se liquidaron 1.000 millones de dólares a partir del anuncio. Lo cual actualiza una pregunta determinante para un Frente de Todos hambriento de candidatos y famélico de éxitos: ¿y si “le sale” a Massa?
En tercer lugar: si del resultado de los comicios de Tucumán depende la suerte de uno de los “presidenciables” del oficialismo, Juntos por el Cambio debe librar aquí la madre de las peleas. Porque derrotar al Frente de Todos en esta provincia significará, simbólicamente, un triunfo que le allanará el camino hacia las presidenciales. El pronóstico del clima, entonces, da cuenta de una alta probabilidad de que en 2023 se vaya a librar otra Batalla de Tucumán.
No hubo ni habrá, jamás, un camino fácil hacia el poder. Ni hacia el poder nacional ni hacia el poder provincial. El justicialismo tucumano, que quiere jugar una doble combinada, sabe algo: ese partido no se puede jugar sin unidad. La oposición tucumana, ¿lo entiende?