Un niño se encuentra en el parque y, a diferencia de sus amigos, se muestra más tímido, callado, tranquilo y se abruma ante situaciones que contienen una gran cantidad de estímulos. Ante la mirada externa, lo primero que se suele pensar es que tiene alguna patología o dificultad, pero podría ser la manifestación de la vulnerabilidad emocional.
Es importante partir de la premisa de que todos somos sensibles, sin embargo, hay quienes lo son más que otros por diversas situaciones que les toca atravesar en sus vidas. Los especialistas señalan que esta conducta, que no se trata de una enfermedad, es común y requiere que padres y docentes le presten atención.
La psicóloga Mariana Aguirre explica que el concepto de vulnerabilidad hace referencia al proceso por el cual una persona no es capaz de aguantar ciertos niveles de estrés provenientes de su entorno (contextual, físico o psicológico). En el caso de los niños y las niñas hay una mayor vulnerabilidad porque no cuentan con las herramientas necesarias para enfrentarse a ellos.
“Esto puede generar que experimenten sentimientos de miedo, tristeza, enojo, ira, impotencia, frustración, decaimiento y falta de confianza en sí mismos”, afirma Aguirre, en diálogo con LA GACETA.
Desde la mirada de Nancy Palomo, psicóloga infantil, el desarrollo integral de los menores se ve empañado en ocasiones por la falta de contención familiar, lo que tiene una incidencia directa en la fortaleza emocional. “El ambiente de la casa es crucial para el desarrollo emocional. Debe ser organizado y pacífico para así crear una atmósfera saludable en la que van a poder aprender sin miedo”, sostiene.
“Se debe tener en cuenta además la forma en que los tratamos y los mensajes que les enviamos. En ocasiones hay padres que optan por la sobre protección. Sin embargo, no tienen en cuenta que están propiciando que los niños desarrollen cierta dependencia hacia los demás, se muestren inseguros y con poca iniciativa para enfrentar los desafíos, algo que los vuelve más vulnerables”, precisa.
Ahora bien, ¿existen indicios que nos puedan advertir sobre esta conducta? “La baja autoestima, intolerancia, ansiedad, angustia, frustración o dificultades para establecer vínculos sociales son aspectos que nos están diciendo algo”, advierte Aguirre.
“Ante estos factores es importante favorecer un ámbito de contención en el hogar en el cual se pueda hablar de ello y ver cómo resolver esas situaciones que están generando malestar”, agrega.
Recomendaciones
Aguirre enuncia tres consejos para que los adultos puedan acompañar a sus hijos. Primero, les sugiere ayudarlos a que desarrollen el autoconocimiento. “Debemos contribuir a que puedan ser conscientes de cuáles son sus miedos, que los enoja o pone tristes y que los vulnera (personas, hechos o ámbitos)”, distingue.
Su segunda recomendación es que los padres ayuden a que los menores puedan reconocer los pensamientos negativos que los angustian. “En general, son estos pensamientos sobre las situaciones los que generan mayor vulnerabilidad”, sostiene.
La tercera sugerencia es cooperar para que los niños aprender a ser más asertivos. “La asertividad trata de comunicar nuestros pensamientos, sentimientos u opiniones respetando al otro y poniéndonos en su lugar”.
En la escuela
Estos niños y niñas, al ser más receptivos a todo lo que les rodea, necesitan que se los tengan en cuenta. Y, en muchas oportunidades, en la escuela suelen pasar desapercibidos. La psicopedagoga Silvia Bono comenta que estas personas pueden tener una atención lábil, por lo tanto, los procesos metodológicos deben ser adaptados.
“Es necesario que los docentes les presten atención, esto no implica que se les de un trato especial. Al ser más sensibles un tono de voz alto los inhibe y esto evita que puedan hacer consultas o establecer un vínculo con sus pares”, apunta.
En esta línea, la especialista aclara que las criaturas con mayor sensibilidad sufren más porque tienen la percepción de que no los aceptan, discriminan o no los tienen en cuenta. También precisa que esta situación no esta relacionada al bullying. “Lo que siempre recomiendo en estos casos es que quienes tienen esta característica estén en aulas donde el máximo de estudiantes sean 25. Porque cuando se supera ese máximo se pierden pueden tener dificultades”, cerró.