Tardan más que los ojos, pero los oídos también envejecen con nosotros; progresivamente pierden capacidad para oír altas frecuencias (empezando por las frecuencias del habla). La condición se conoce (cuando se la conoce, que no es frecuente) como hipoacusia relacionada con la edad o, más sencillamente, como presbiacusia. Y forma parte de la vida. Pero, a diferencia de lo que hacemos con la vista (consultar al médico y “bancarnos” los anteojos), en general la gente se resigna a no poder oír.
“Y no hay por qué -asegura a LA GACETA la fonoudióloga tucumana Mariana Chalfón-. Se puede solucionar con audífonos, y cambia la vida. Pero siguen pesando pesan muchos prejuicios contra ellos”. Y no sólo no hay por qué resignarse: es importante no hacerlo...
Evitar confusiones
Que este proceso ocurra en la vida más tarde que el de la vista puede llegar a ser una ventaja, pero también puede ser parte de un problema posterior: cuando aparecen los primeros síntomas, se los confunde con otros, típicos de los adultos mayores.
“El deterioro de la audición es progresivo, y generalmente se nota poco. Pero seguramente en algún momento los más jóvenes de la casa empiecen a notar que el volumen de la TV es cada vez más alto, y que sus mayores dicen ‘¿qué me dijiste?’, ‘no te entiendo’... o que ‘confunden palabras’. Y lo que sucede es que han dejado de oír ciertas frecuencias del sonido”, explica Chalfón. Destaca también que las consecuencias van más allá de la audición, y que pueden ser graves: “se aíslan; no pueden seguir conversaciones en la mesa, o en una reunión; se van quedando solos... Terminan con una depresión...”.
También lo neurológico
“Puede también ser que la pérdida de la audición derive en aislamiento social, lo que puede llevar a más riesgo para demencia”, resalta por su parte Ronald Petersen, neurólogo y director del Centro para la Investigación sobre la Enfermedad de Alzheimer en la Mayo Clinic en Rochester (Estados Unidos), e informa que varios estudios grandes han demostrado que las personas que sufren algún grado de pérdida de la audición, incluso ya desde la mediana edad tienen más riesgo de desarrollar demencia .
“Puede ser que realmente haya un efecto sobre el cerebro”, reconoce, y aunque aclara que la razón definitiva no termina de estar clara, destaca que varios estudios demuestran la pérdida progresiva de la audición a los largo de los años genera que ciertas partes del cerebro reduzcan su tamaño. “En particular, el lóbulo temporal, que participa en la audición, pero también en el lenguaje y la memoria”, destaca .
Por ese motivo, recomienda revisar el estado de la audición cada dos o tres años, y a la familia (o cuidadores), estar atentos a las señales de que está deteriorándose, en especial a las dificultades para escuchar y entender cuando hablan varias personas, y a participar de conversaciones.
Hay cosas para hacer
La solución -resalta- puede ser tan simple como hacer que se extraiga la cera de los oídos. “ Y si realmente se detectara una pérdida de la audición mayor de lo que se espera para la edad, se puede apelar a dispositivos para la audición, unos audífonos y, si el problema es más profundo, un implante coclear”, agrega.
Por sobretodo, destaca: “la pérdida de la audición no necesariamente tiene que ser un evento normal que ocurre con la edad”. “En la actualidad, los audífonos son muy pequeños (buena parte de ellos queda oculta detrás del pabellón de la oreja), digitales, programables, tienen filtros para el sonido... Y se consiguen de muy buena calidad”, resalta Chalfón.
Y con los más modernos ya ni se necesita atender el celular: los dos aparatos se conectan por bluetooth.
No vale todo
“Quienes han perdido parte de su audición se desacostumbran a los sonidos; entonces, una vez hallada la prótesis adecuada, hace falta un tiempo de adaptación. Pueden pasar unos meses, durante los cuales la persona va usando su audífono cada vez durante más tiempo”, explica la especialista. En ese tiempo, añade, se va calibrando el aparato para que se adapte a los modos de vida particulares del usuario.
“Por eso los audífonos deben ser ‘personalizados’”, advierte y recomienda no comprar por Internet.
No sólo porque en las páginas suelen mezclarse audífonos, que son verdaderas prótesis auditivas, con auriculares (“simples amplificadores que pueden generar aún más daño al nervio auditivo”, resalta), sino porque si hiciera falta repararlos o actualizar el software, no se los reconocerán en Tucumán (o donde sea que la persona que los necesita viva). “A menos que haya representantes oficiales de la marca”, advierte. Otra razón: dado que la presbiacusia es progresiva, muy probablemente va a hacer falta recalibrar el equipo. “Y para ello hace falta una clave, que sólo se entrega si se compra en locales autorizados”, añade.
Saber a tiempo
Alrededor de los 60 años se puede confirmar con una audiometría tonal si se ha producido disminución de la capacidad sensorial para los tonos altos. Recordemos: esos son los tonos implicados en el habla, y cuya pérdida dificulta la intreracción con otras personas. Detectar a tiempo disminuirá el riesgo de incidencia de otras patologías también relacionadas con la edad (o establecer tempranamente de qué problema se trata). Resulta especialmente importante cuando se detectan signos como amortiguación del habla y de otros sonidos; dificultad para comprender palabras, en especial, cuando hay ruido de fondo o en una multitud, problemas para oír las consonantes, entre otros.