Tardan, al menos, 14 años en degradarse. Una sola puede contaminar 1.000 litros de agua y liberar en el ambiente hasta 7.000 de las sustancias nocivas que tiene un cigarrillo. Son pequeñas y ya casi invisibles; y, aunque está mal, ya forman parte del paisaje. Las colillas de cigarrillo son un problema que indefectiblemente perjudica nuestro ambiente. Y según un reciente estudio, deberían ser tratadas como residuos peligrosos.
Sí. Así lo indica un extenso informe de la asociación civil Eco House Global, recientemente publicado. Es que, aunque son muy pequeñas, su impacto es enorme; se estima que en el mundo se desechan 18.000 millones de colillas por día. Y así de simples, tal y como uno las ve en la calle tiradas, cada una puede retener cerca de 70 sustancias cancerígenas como arsénico, cadmio, cromo, óxido de etileno, níquel y cloruro de vinilo. Y hay que ser claros: son el residuo más abundante de la vía pública en el planeta.
“Habiendo comprobado que las colillas contienen diversos compuestos peligrosos -algunos incluso detallados en la Ley Nacional de Residuos Peligrosos de Argentina- y contemplando la enorme cantidad que se desechan cada año en todo el mundo, es evidente que se requieren estrategias que mitiguen el impacto socioambiental asociado a su descarte”, advierten en el informe.
El problema es el siguiente: cuando las colillas se descartan, se arrojan a la calle. Muchas son arrastradas por el viento las lluvias hasta los arroyos, ríos y océanos. Entonces, “la generación de este residuo que contiene productos químicos y metales pesados representa, sin dudas, una amenaza para las personas, los animales y las plantas -aseguran en Eco House-; pueden reducir la fertilidad del suelo y afectar la flora y fauna del lugar”.
Qué pasa en la provincia
Tucumán no es ajeno al problema de las colillas. “La situación es realmente alarmante”, resume a LA GACETA Sofía Gutierrez, a cargo del área de Coordinación de Acción Sostenible de Salvarnos Salvando (SASA), agrupación ambientalista tucumana. Ella sabe perfectamente de lo que habla; desde SASA se han realizado decenas de acciones en pos de disminuir el volumen de colillas en las calles. “En nuestra última recolillación (recolección de estos restos) nos concentramos en la peatonal Muñecas y nos movimos en un radio de dos cuadras. En una hora ya habíamos juntado más de dos mil colillas”, cuenta y advierte: “Hemos observado, en esas actividades, que no más de 10 personas se acercan a preguntar qué estamos haciendo -indica-; el tucumano no es tan consciente, por algo las tira en el suelo...”.
Dicen los fumadores que es casi una acción involuntaria; un reflejo. Un reflejo que contamina todo lo que puede. El problema es que tampoco hay mucho por hacer: se tire donde se tiren, contaminan: la alternativa es encontrar un lugar para su disposición final. Sofía cuenta que desde SaSa han llevado a cabo algunos proyectos para darle un mejor destino a estos pequeños enemigos. “Nuestra primera acción fue la de poner colilleros en la peatonal, y en barrio Sur y barrio Norte. Empezamos a ponerlos en postes, en lugares más estratégicos y en paradas de colectivos -asegura-; también comenzamos con un proyecto de articulación de colillas para lugares públicos”
Estas pequeñas acciones ayudan. SaSa y otros grupos en todo el país juntan las colillas y luego se envían para ser recicladas (ver “Dónde dejarlas”). Pero para solucionar el tema de las colillas hace falta más.
Marco legal
Como ya hemos visto, las colillas son toxiquísimas. Lo que pasa es que al entrar en contacto con el agua, liberan elementos letales (se llaman lixiviados), y según diversos estudios, pueden tener efectos nocivos para el ambiente. Entonces sí, es lógica la propuesta de Eco House, y ayudaría a mejorar la situación de este contaminante en las calles.
La ley 24.051 de Residuos Peligrosos establece que “será considerado peligroso, a los efectos de esta ley, todo residuo que pueda causar daño, directa o indirectamente, a seres vivos o contaminar el suelo, el agua, la atmósfera o el ambiente en general”.
Facundo Moreno Majnach, subdirector de Asuntos Jurídicos de la Secretaría de Medio Ambiente de Tucumán explica que la ley tiene una definición muy amplia. “Lo de las colillas es un tema novedoso, en cuanto a su peligrosidad y toxicidad. Se lo está tratando de manera relativamente incipiente. Lo que pasa, entonces, es que la legislación siempre va, en todas las órdenes, detrás de la realidad social y de los avances técnicos y científicos”.
¿Se podría?
Ahora bien, ¿es posible catalogar a la colilla como residuo peligroso? La respuesta es sí. Pero hay mucho por hacer. “El problema es que es un tema complejo, porque impacta directamente en la gestión integral de residuos general. Nosotros siempre hablamos de gestión en escala comunitaria; y estas colillas se tiran en la calle, entonces dependen del barrido que hagan los municipios. Y esto complejizaría el tratamiento”, indica.
“En primer lugar tendríamos que implementar la prohibición de arrojarlos en la vía pública (en Ciudad de Buenos Aires ya existe una normativa). Después, comprobada la toxicidad, habría que pensar cómo separar ese tóxico del resto de los residuos”, explica y destaca: “no tenemos una legislación sobre este tema, pero es novedoso y está bueno que esté en agenda. Tal vez sería hora de que avancemos y nos posesionemos con pequeñas medidas”.
Dónde dejarlas
EcoHouse propone diferentes alternativas para el tratamiento de estos residuos peligrosos: rellenos sanitarios, recolección diferenciada para procesos de reciclaje, reutilización, biorremediación y termodestrucción son algunas. Actualmente se reciben colillas en la Escuela resiliente y sostenible ROU, ubicada en España 1555. Esas colillas son enviadas a una empresa familiar en Mendoza, que con microorganismos descompone las toxinas en 20 días (no se necesitan 14 años) y luego se comprime el material en ecoladrillos sostenibles. Para más información, podés comunicarte al 381 441-8079.
Sí, las colillas son peligrosas. Sí, las colillas contaminan. Y mientras se plantean nuevas maneras de evitar que sus toxinas pululen en el ambiente, al menos se pueden agrupar (en botellas de plástico llenas) para luego ser reutilizadas.