Viaje cultural: de Tucumán al Sahara en un 3CV

Viaje cultural: de Tucumán al Sahara en un 3CV

Con un viejo pero intacto auto modelo 76 recorrió la provincia, el país y el continente; ahora un nuevo desafío lo espera en Argelia.

CATAMARCA. El auto de José atraviesa el Salar de Arizaro en la Puna, a 3.500 metros de altura en el año 2014 CATAMARCA. El auto de José atraviesa el Salar de Arizaro en la Puna, a 3.500 metros de altura en el año 2014

José Izquierdo repite con frecuencia una frase en la que cree con vehemencia: “las alas para volar se nutren con las raíces”.  Y no se refiere a árboles con alas ni a pájaros con raíces. Se refiere a la vida que eligió: la de un tucumano que persigue los viajes de aventura. Sus raíces están en Tucumán,  sus alas están en el viejo Citroën 3CV modelo 76’ con el que recorrió la provincia, el país y Sudamérica y con el que próximamente recorrerá el extenso desierto del Sáhara.

“Atahualpa Yupanqui decía que el hombre es tierra que anda -relata José-, y también decía ‘ando por todas partes pero siempre regreso a Tucumán’”. Y para ese andar, este aventurero de 61 años eligió el mítico auto de fabricación nacional llamado 3CV como una impronta argentina, ya que en el resto del mundo se lo conoce como 2CV.

En 2014 en una nota de LA GACETA, José narraba su travesía por la Ruta 40 a bordo de este vehículo. Pero la historia merece una segunda parte y por eso rescatamos nuevas aventuras de este ingeniero tucumano, que emigró a Buenos Aires por razones laborales pero que jamás olvidó sus orígenes. “Después de recorrer el país y el continente, decidí que debía recorrer mi tierra y así nació el ‘Tour del Tucumán: 200 leguas por 200 años’ -explica-, durante el bicentenario de la Independencia”.

El contingente recorrió la provincia a bordo de cinco 3CV. Los tripulantes fueron dos tucumanos, dos alemanes, un barilochense y un dúo entrerriano. Sin repetir caminos, a un máximo de 90 km por hora y encomendados a la nobleza de 30 caballos de fuerza (un auto moderno tiene por lo menos 90) atravesaron 1.000 kilómetros tucumanos en diez días, transitando por yungas, desiertos, llanuras, montañas, valles y quebradas.

“En este pedacito del país se replican todos las geografías del continente ¡Tucumán es el ombligo de Sudamérica!”, exclama emocionado. “En una línea recta es casi la misma distancia de Tucumán a Bogotá que de Tucumán a Ushuaia. Somos un territorio heterogéneo hermoso y casi explosivo”. José se estremece cuando habla y abre grandes los ojos encendidos, como si le hubiera entrado una provincia en la mirada.

Las coplas del viajero

De tanto recorrer montañas bajo el influjo de la poesía de Atahualpa, consideró componer coplas para referir sus viajes. Se dirigió con su 3CV hasta El Mollar para ser instruido por la coplera Ramona del Valle von Fourth.

“Al revés de lo que suele suceder en la cultura de las ciudades -le dijo Ramona-, las copleras cantamos cuando estamos tristes y, cuando estamos contentas, lloramos de alegría”. Y luego le cantó una copla con la cadencia de un lamento, subiendo y bajando los tonos: dibujando un cerro con la voz.

Conmovido profundamente, José desistió de sus propias coplas y se ofreció para colaborar en lo que ella necesitara para mantener vivos aquellos saberes antiguos de sus versos. “Tengo una libretita aquí, hace 50 años -contestó Ramona-, en ella tengo anotadas las coplas de todas las viejitas del valle. Me gustaría publicarlas en un libro”.

El ingeniero se abocó a esta tarea trabajando en conjunto con las copleras. En 2016 editaron el libro “Coplas del Mollar”. Para presentarlo reunieron a las referentes de la zona. Estos encuentros, que habían sido olvidados, se mantienen hasta hoy y cada vez con mayor concurrencia. En uno de ellos, Celia Segura, entonces Pachamama de Amaicha del Valle, se acercó a  José y le habló con ternura: “gracias por esto que has hecho, hoy te considero un hermano de nuestro pueblo”. El resistente Citroën 3CV de José le había dado otra alegría: un vehículo pequeño y de paso lento, pero que llega lejos con constancia e imaginación.

Por el desierto

Hoy, aquel viejo y noble automóvil suma un nuevo desafío: viajar al desierto del Sahara. “En 1922, Andrés Citroën, el creador de este auto, logró atravesar el Sahara en un vehículo de tan solo diez caballos de fuerza -revela el ingeniero-, este año se cumplen 100 años de aquella hazaña y con un grupo de amigos decidimos replicarla en nuestros queridos 3CV”.

Junto a un amigo planificó la odisea. Durante 2020, en pandemia, durante nueve meses intentaron contactar con la embajada de Argelia en Argentina sin obtener respuestas. Hasta que hubo un cambio de autoridades. El nuevo embajador citó al grupo de aventureros con sus autos.

“Este fue el primer auto que tuvo mi familia y con él aprendí a manejar a los 16 años”, les confesó el funcionario mientras acariciaba uno de los vehículos. “Cuenten con todo mi apoyo para este viaje”, concluyó. La suerte estaba del lado de los viajeros.

Además del apoyo de Argelia, la travesía fue declarada de interés cultural por el gobierno argentino. Otros expedicionarios y amantes del 2CV (nombre del modelo fuera de Argentina) de Francia y España también intentaron repetir la histórica travesía, pero no consiguieron los permisos de parte de los argelinos.

De esta manera, la experiencia argentina es única en el mundo y obtuvo el apoyo de la marca a nivel internacional. José puso una condición para aceptar el patrocinio: la travesía debía partir desde Tucumán: “A mí me pueden cambiar el destino, pero nunca el origen”.

El lanzamiento oficial fue el 10 de agosto en Tucumán y contó con la presencia de Sebastián Giobellina, presidente del Ente de Tucumán Turismo; el martes 6 de septiembre se realizará una conferencia de prensa en la ciudad de Tigre, en Buenos Aires; el 7 de octubre se embarcarán los autos hacia el continente Africano y el 8 de diciembre partirán los tripulantes para volver el 15 de enero. El desafío será realizar 5.600 kilómetros, partiendo desde Argel, capital del país, hasta la lejana Tamanrasset, ciudad emplazada en pleno desierto, para después emprender el regreso a la capital bordeando la costa del mar Mediterráneo.

Este fin de año encontrará a José en Argelia, usando un turbante blanco en el norte y uno azul en el sur, para no ofender a los Tuareg. Probablemente viajará sonriendo al volante, bajo el sol del Sahara: el polvo del camino entrando por la capota abierta, la mente concentrada en el destino, el corazón puesto en el origen. Una aventura de más de treinta días. Y quizás esta historia tenga una tercera parte.

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