Pensar el humor

Pensar el humor

Entre el 12 y el 16 de este mes se realizará un coloquio en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT en el que filósofos, lingüistas, psicólogos, antropólogos, etólogos y escritores reflexionarán acerca del humor.

04 Septiembre 2022

Entre el 12 y el 16 de este mes se realizará un coloquio en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT en el que filósofos, lingüistas, psicólogos, antropólogos, etólogos y escritores reflexionarán acerca del humor. 

Invitamos a algunos de ellos a compartir sus ideas en estas páginas y rescatamos notas de un viejo número de este suplemento en el que algunos de los mayores humoristas de nuestro país analizaron su oficio

Un asunto serio

Por Daniel Dessein - Para LA GACETA - TUCUMÁN

Cuando Santiago Garmendia me comentó que estaba coordinando un ciclo sobre el humor, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT, decidimos  armar este número, recogiendo las perspectivas de algunos de los participantes, desde disciplinas y ángulos diversos. Mientras lo armábamos, me vino a la cabeza una edición de este suplemento en el que intervinieron humoristas notables como Fontanarrosa, Landrú, Nik y nuestro Calliera. También invitamos a Samuel Schkolnik, extraordinario filósofo que cultivaba el humor con un ingenio exquisito y que pensaba sobre él con una infrecuente lucidez. La figura que nos faltaba era Quino. Lo contacté, le conté lo que estábamos elucubrando y aceptó una entrevista. Antes de visitarlo, le comenté que Schkolnik lo mencionaba en su artículo. Me pidió que le contara qué decía y le dije que lo definía como uno de los más perspicaces pensadores que había dado nuestro país. Allí acabó la predisposición. A las pocas horas me mandó por fax, en un tono muy respetuoso pero categórico, una carilla de motivos por los que tendríamos que posponer la entrevista. Le parecía un grave error la calificación de Schkolnik y eso hacía inviable su participación. Quino toleraba muchas cosas, nunca un elogio.

En este número reproducimos las opiniones de sus colegas publicadas en ese número. Además, el artículo de Schkolnik y una nota, publicada también aquí, de Tomás Eloy Martínez, testigo de los comienzos de Quino, de su tan poco argentina humildad y del nacimiento de Mafalda.

Como compensación retroactiva por la ausencia que lamenté, Jorge Brahim me ofreció reproducir una entrevista a Quino publicada en el primer número de la revista El Pulso argentino.

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Grandes reidores

Por Santiago Garmendia - Para LA GACETA - TUCUMÁN

En Harvard Business Review, la psicóloga Jana Koretz muestra su preocupación por lo que llama “job enmeshment”, enredo laboral, gente que se encuentra atravesada por su profesión. Una docente de filosofía, agudísima, solía objetar el enredo con un sarcasmo que ha trascendido su aula y su carrera dedicada a la crítica. Decía que la profesora de estética no tiene por qué ser linda; ni la de ética, buena. Inventaba a partir de esos modelos otras incongruencias, juegos de palabras de los antiguos viejos, los medievales medianos, los contemporáneos recién nacidos. El juego estaba en que decía: “No tiene por qué serlo”. Daba por sentado cierto intento, cierta seducción de las materias que nos formaban o deformaban hacia ellas, en especial en la filosofía.

En estos tiempos he frecuentado a estudiosos del humor y tienen en claro que no tienen por qué ser graciosos; en todo caso, podría pasarles como en aquel chiste alemán que dice: “¿Usted cree que todos los alemanes nos llamamos Fritz y Franz? ¡No es así! ¿Verdad Fritz? ¡Sí, Franz!”.

Develar el humor, la semántica y la pragmática de la risa, la burla, la broma, el chiste, no está relacionado con la capacidad de producirlos. Me recuerda a aquella novelita de Aira, El mago, donde el protagonista sufría el hecho terrible de que era, efectivamente, un mago. No tenía trucos, por lo que la comunidad desconfiaba de su calidad de ilusionista porque no le podían descifrar el engaño. Los humoristas sin gracia que he compendiado hasta el momento (Ramón Del Castillo, Javier Vilanova, Cristian Palacios, Juan Samaja, Agustina Garnica) son, eso sí, grandes reidores. Se ríen con los demás y se incluyen / reconocen en los chistes. Tomás Várnagy fue quizás el representante más increíble de reidor irredento. Politólogo, estudioso de la risa, lo recuerdo diciendo que los mejores cuentos de judíos son aquellos que cuentan los propios judíos. Su coherencia fue extraordinaria. Fue diagnosticado de un cáncer con el que se rio hasta hace unos meses. Escribió Humor y Tumor, un compendio que refuta la idea platónica de que la filosofía es una preparación para la muerte. Propone que la conquista es reírse bien de todo, incluso, y sobre todo, de la yeta de ser humano.

“Hay múltiples instancias registradas de últimas palabras humorísticas y declaraciones finales. Por ejemplo, el autor y dramaturgo Oscar Wilde estaba en la indigencia y vivía en una pensión barata cuando se encontró en su lecho de muerte. Hay variaciones sobre cuáles fueron sus palabras exactas, pero sus últimas supuestas palabras mirando la pared fueron: ‛O se va ese empapelado o lo hago yo’”(De Humor y Tumor, Tomás Várnagy).

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Santiago Garmendia - Doctor en Filosofía. Escritor.

La manera más perfecta de entender conceptos

Por Javier Vilanova Arias - Para LA GACETA - MADRID

Es verdad que no solo nos reímos de las ideas. No solo nos reímos de los chistes. También nos reímos cuando nos hacen cosquillas, nos toca la lotería o se atasca la taza del wáter (aunque más tarde lloremos). Pero el reírse de una broma, un juego de palabras o una ironía bien armada es, lo defenderé con uñas y dientes, uno de los más altos logros cognitivos que pueda alcanzar un ser humano. Me explicaré.

Cuesta mucho, todos lo sabemos, comprender las ideas. El teorema de Pitágoras, la perspectiva oblicua, el motor de cuatro tiempos…. uf. Pero es todavía mucho más difícil “percibirlas”. Percibir algunas ideas, como la relatividad de Albert Einstein o los movimientos de las voces en una fuga de Johann Sebastian Bach, es algo que requiere un talento especial y que solo se consigue con mucho trabajo y método. Percibir una idea supone un dominio mucho más profundo que el mecánico comprender: nos permite reconocerla escondida bajo otros ropajes, estirarla o comprimirla para hacer caber en distintos sitios, trocearla y combinarla con otras y cocinar nuevos pensamientos como el cocinero hace con los alimentos. Nos permite ser “creativos”.

Pero hay algo que es todavía más difícil y escaso, que es “sentir” las ideas. Sentirlas, quiero decir, como se sienten una caricia, una bofetada, un escupitajo… cosas que a la vez que se entienden y se perciben traen asociada una emoción (si no hay emoción, no se siente: “me pegó una bofetada pero no sentí nada”).

Algunas ideas aprendemos a sentirlas incluso antes de saber bien lo que significan. Así le pasa al niño con “adiós”, “por favor” o “mentira” antes de saber manejar las palabras correctamente. Para otras es necesario más dominio, pero casi todos podemos experimentar su significado: belleza, traición, equilibrio... Pero cuanto más compleja o más abstracta es la idea, más difícil es: infinito, subjuntivo, logaritmo… ¿Realmente se pueden sentir tales cosas? Pues sí, se puede. Hay un modo en que podemos sentir conceptos muy complicados y abstractos ahí, entre la epiglotis y las clavículas, al tiempo que cosquillea nuestro cerebro la forma de la idea, justo en el momento en que pillas el chiste. Me refiero, claro está, a la risa. Sea callada, estentórea, estallido nervioso o simple cosquilleo en las amígdalas, la risa es la manera más directa, perfecta y específicamente humana de entender conceptos.

Por eso, reírse de un chiste es la cúspide de la evolución humana. No el pensamiento lógico, ni la conciencia moral, ni la reflexividad metarepresentativa, no… partirse la caja con el ingenio de Cantinflas, Les Luthiers, o Gila. Eso es de premio Nobel.

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Javier Vilanova Arias - Profesor del Departamento de Lógica y Filosofía de la Ciencia de la Universidad Complutense de Madrid.

Humor y política

Por Landrú - Para LA GACETA - Buenos Aires

El humor no transforma la realidad, no genera cambios sustanciales, no puede transformar lo malo en bueno. Si un dibujante retrata todos los días a un político está involuntariamente haciendo campaña; el humor no puede hacer caer a un presidente; es simplemente una distracción que descomprime tensiones.

No hago chistes a favor o en contra de algo, sino “sobre” alguien o algo. Mis dibujos no irritan, no tienen humor destructivo. A tal punto que varios presidentes y políticos me han pedido los dibujos donde yo los caracterizaba. A Illia lo dibujaba como una tortuga; a Onganía, como una morsa; y a Alsogaray como un chancho. recuerdo que Cámpora se ofendía porque lo dibujaba con muchas arrugas. Todo terminó cuando el entonces director de Clarín me pidió que lo dibujara con una arruga menos. Frondizi, Alfredo Palacios, Aramburu, Guido, el almirante Rojas y Menem son algunos de los hombres que atravesaron la escena política con mejor sentido del humor. Frondizi llegó a colaborar en Tía Vicenta, mi revista humorística, con un seudónimo: Domingo Faustino Cangallo.

El humor político es la forma de sintetizar una situación, de aclararla, de detectar los defectos de la realidad. También puede servir como terapia. Cualquier persona agobiada por la realidad puede digerirla mejor a través del humor. El chiste político se elabora a partir de la detección de un punto neurálgico de la realidad, y esto hace que sirva para su interpretación.

Después de seis décadas de hacer humor, creo que los argentinos vamos a poder seguir riéndonos. Pero también creo que muchos van a llorar.

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Descubrir la mentira

Por Alberto Calliera - Para LA GACETA - TUCUMáN

El humor es uno de los medios más eficaces no sólo para aprehender la realidad sino también para transmitirla, pues, empleando la terminología “marketinera”, podría decirse que posee un excelente “packaging”. Entre un pensamiento serio, acartonado y formal, envuelto en muchas palabras y complicados razonamientos, y uno humorístico, sintético, inmediato y “simpático” es sencillo concluir cuál será más fácilmente aceptado. Y aquí llegamos a una importante revelación: el fondo de ese pensamiento puede ser exactamente el mismo. La diferencia estará en la forma. Por ejemplo, un dibujo de Quino es tan revelador y profundo como un tratado de sociología y llega con mucha más facilidad. Claro que para elaborar esa síntesis el humorista tuvo que trabajar bastante.

Mientras el filósofo busca descubrir la verdad, el humorista trata de descubrir la mentira. Observa atentamente al mago que está en el escenario para ver dónde oculta esa paloma que luego aparecerá dentro de una galera. Esta actitud molesta. El ridículo está sobrevolando al personaje importante. Por eso los dictadores condenan severamente y sin piedad al humorista. Pero será inútil, porque dictadores y suegras siempre fueron y serán el material inagotable de los humoristas.

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Viveza criolla

Por Roberto Fontanarrosa - Para LA GACETA - ROSARIO

De lo que más se ríe uno es de lo que le ocurre a título personal o de lo que lo rodea. El humor que más funciona en cualquier parte del mundo es el que trabaja sobre lo que sucede allí y en ese momento. En general, los personajes que mejor funcionan son aquellos que reflejan la actualidad local. Tomemos el caso de Clemente, por ejemplo. Es casi inexportable, porque opera sobre complicidades argentinas, tornándose críptico para los de afuera. Un caso similar al del humorista Forges, en España, de difícil asimilación para nosotros…

En muchos casos he escrito sobre nuestros vicios, que no son tan particulares ni originales, por otra parte. El doble discurso es uno de ellos. Pero la falsedad, la hipocresía, la falacia son rasgos universales, y esto no lo esgrimo como una disculpa sino para no sentirme tan creativo como para detentar defectos que los extranjeros no tengan. Es cierto que suele haber una celebración de la viveza criolla, de la avivada, que suena siempre como premio al ventajista, al que trata de ganar con armas poco limpias. Tal vez (no soy sociólogo) provenga de una falta notoria de ejemplos, o de la presencia de ejemplos que han enaltecido el enriquecimiento veloz, sospechoso o directamente ilícito. Poco tiempo atrás asistimos a la publicación de artículos periodísticos donde todo tipo de funcionarios mostraba orgullosamente el producto de sus robos. Pero, en definitiva, más que de viveza estamos hablando directamente de delincuencia. Pienso que, últimamente, la viveza criolla ha caído en el descrédito y, cuando se la menciona, se lo hace más como un defecto que como una virtud. Con respecto a la seriedad, repito lo que suele decir mi amigo Daniel Samper: lo contrario del humor no es la seriedad. Lo contrario del humor es lo pomposo, lo solemne.

Uno puede ser totalmente serio en su trabajo y ser un gran humorista. Nadie podría decir de Woody Allen que no es serio para sostener su carrera y su imagen profesional. Lo mismo ocurre con Les Luthiers. No por no reírse alguien alcanza mayor eficacia o mejores resultados.

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El poder del humor

Por Nik - para LA GACETA - BUENOS AIRES

La principal función del humor gráfico es “ablandar al diario”, quitarle el drama a la cruda realidad y hacerla más digerible. Sin embargo, el humor, por naturaleza, tiene su costado irónico y crítico que puede disparar cierta polémica…

Los argentinos nos reímos de nosotros mismos, y somos tan autorreferenciales que nos gusta incluso que los extranjeros también lo hagan de nosotros. Lo que quizás explica ese egocentrismo es nuestra propia inseguridad y los chistes de políticos lo demuestran. Gran parte del humor nacional consiste en reírse del ser nacional. Paradójicamente, la sociedad, muy crítica de la clase política, no está preparada para aceptar su grado de responsabilidad en la formación de estos políticos que ella desprecia. En ello también se basa nuestra inmadurez.

Argentina es un país muy difícil de entender para sus propios conciudadanos y aún más para el extranjero. Por ello el chiste tiene un gran poder, el poder de la síntesis, aquella de la que todos se valen para entender más simplificadamente las cosas. Ese es el principal poder, y si bien yo trato de ser cauteloso con él, también trato de no ser demasiado consciente de ello, porque si no, perdería la ingenuidad imprescindible en el humor. Todos recibimos un aluvión de información, que además está fragmentada y direccionada, sea para la izquierda o la derecha del espectro político, por un grupo empresario fuerte o por un sindicato, por ejemplo. Esto hace que la síntesis, en la actualidad, en un país tan complejo, con muchos grupos de interés, sea más valiosa para el receptor de información. Esta síntesis le ayuda a clarificar sus ideas, a ver la realidad en forma más nítida. Y allí estamos nosotros, sintetizándola en un cuadro o una imagen, y con humor.

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