Los peros de la locura

Cristina Fernández de Kirchner fue el blanco. El atentado fue contra todo el país. Un intento de asesinato es una herida profunda en la democracia, un complejo sistema de libertades, justicia y derecho que toda la sociedad supo conseguir hace muy poquitos años, sólo 39.

Hubo un loco que empuñó el arma. Pudo hacerlo porque había una dirigencia y una sociedad enloquecida. Por eso, apenas el arma apuntó a la vicepresidenta, ya todos habían resuelto el caso. “Son los medios de comunicación los culpables. Es la oposición y su odio”. En este horrible mundo en el que se ha convertido la realidad política argentina no faltaron los que dijeron: “está todo armado”. “Es un invento para olvidar todo”.

Ahí están los dos síntomas más graves de nuestra democracia afiebrada.

El feriado podía justificarse si servía para reflexionar, para poner paños fríos en la frente para que baje la temperatura.

No pudo ser aprovechado.

Se pidió unidad, “pero no a cualquier precio”. La unidad no tiene peros. Como tampoco pueden tenerlos la libertad o la paz. El pero es el mejor amigo de la discordia. “Te quiero, pero...”, es la frase que avisa a los enamorados que algo no anda bien en la pareja.

Era la oportunidad para encontrarle la vuelta a la grieta y construir puentes. Primaron el odio y la desconfianza.

Tucumán que suele ser el subsuelo de las trampas y de las cortadas dio un ejemplo cuando el gobernador re-interino Sergio Mansilla reunió a oficialistas y opositores para repudiar, JUNTOS, el atentado.

Hoy sólo hubo bronca y el señalamiento de enemigos. El oficialismo apuntó a la prensa y a la Justicia. La oposición mostró su desconfianza y su escepticismo. Fue feriado. Feriado para no trabajar, no para pensar. Y los locos siguen escupiendo a la democracia.


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