La contaminación acústica en las ciudades ha alcanzado tal punto que se ha vuelto un peligro para la salud pública. Así lo destaca el informe "Fronteras 2022: ruido, llamas y desequilibrios", del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, que ha sido publicado ayer.
En ese texto, se hace hincapié en que los sonidos no deseados, prolongados y de alto nivel -procedentes del tráfico, del comercio, de las construcciones y de las actividades de ocio- perjudican la salud y el bienestar de los ciudadanos. En muchos casos, la gente padece molestias crónicas, problemas auditivos y alteraciones del sueño.
De acuerdo a los investigadores de la ONU, estos efectos menores conducen, a su vez, a graves enfermedades cardíacas y a ciertos trastornos metabólicos, como la diabetes. Estas dos cuestiones constituyen una revelación. De hecho, la contaminación acústica provoca 12.000 muertes prematuras al año en la Unión Europa y afecta a uno de cada cinco de sus residentes.
Los niveles de ruido aceptables se superan en muchas metropólis del mundo. Los más afectados son los niños, los ancianos y las comunidades marginadas cerca de carreteras con mucho tráfico o en zonas industriales y alejadas de los espacios verdes. También los animales que habitan en entornos urbanos, como aves, ranas e insectos, sufren debido a que dependen de la comunicación entre sí para sobrevivir.
Una de las soluciones que propone ONU Medio Ambiente consiste en incrementar las zonas verdes en las urbes. Se sabe que la vegetación absorbe la energía acústica, dispersa el ruido y amplifica los sonidos naturales, ya que atrae la vida silvestre.
El biólogo Pablo Quiroga -director del Jardín Botánico de Horco Molle y director de Medio Ambiente de Yerba Buena- coincide. "Los árboles inciden en la calidad del aire, en las emisiones de CO₂ y en la temperatura. Asimismo, disminuyen las escorrentías de las aguas de lluvia, actúan como cortina de viento, brindan sombra natural, aumentan la humedad y el aire fresco y protegen las fachadas de los edificios. Además, tienen un efecto positivo en la reducción de la contaminación sonora y disminuyen la contaminación lumínica y las ondas electromagnéticas", explica a este diario.
- ¿Cómo se aborda la construcción del arbolado urbano?
- Hay dos escaleras de intervención: una política y otra ciudadana. Debemos sensibilizar a ambas. La política tiene que repensar cómo abordar los territorios. Y el vecino que quiere tener una vereda limpia, sin pasto y sin tierra, debe saber que no colabora.
Un ejemplo de buenas prácticas que cita Quiroga es el que se lleva a cabo en Yerba Buena, bajo el eslogan de bajar el cerro San Javier a la ciudad. "Tratamos de generar corredores verdes que prolonguen la selva de Yungas", explica. Desde su perspectiva, no se puede pensar en ambos elementos (ciudades y árboles) por separado. Si bien Tucumán es una provincia densamente poblada, una tercera parte de su territorio está cubierto de árboles. Es un relación bastante positiva.
No obstante, Quiroga advierte que la mayoría de nuestras ciudades no ha sabido aprovechar o capitalizar esa ventaja. "Yerba Buena es realmente una gran excepción. Pero cuando uno recorre el centro de San Miguel de Tucumán, en cambio, advierte el déficit. Y en general, la mayoría de las ciudades tucumanas no está preparada o no ha sido concebida para los árboles", plantea.
Otro aspecto que destaca la ONU es la necesidad de más carriles para bicicletas, pues suponen, indirectamente, un menor espacio para la conducción y, por lo tanto, una reducción del ruido de los vehículos a motor.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que el nivel más alto de ruido al que una persona se encuentre expuesta diariamente sea de 85 dB y ocho horas como máximo. Como esta, existen varias recomendaciones sobre los niveles acústicos que deben mantenerse para determinadas actividades. En un día normal en el centro de San Miguel de Tucumán se puede registrar (con equipo especializado) hasta 90 dB, según informó oportunamente Franco Pinello, de la Dirección Municipal de Control Ambiental y Bromatología.
Los datos son confirmados por la arquitecta Beatriz Garzón, directora del Grupo de Hábitat Sustentable y Saludable (Ghabss), de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo y del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet). "Las mediciones acústicas indican que, en horario pico, el área céntrica soporta sonidos entre 90 y 100 dB; la ciudad es muy agresiva para el oído humano", grafica.
La agencia para el medio ambiente recalca la necesidad de que los urbanistas tengan todo esto en consideración cuando diseñen las ciudades o nuevos espacios. En definitiva -como señala el informe internacional y plantea Quiroga y- los espacios verdes son una solución basada en la naturaleza, económica y efectiva.